domingo, 30 de diciembre de 2012

Para abreviar


Muchas veces, cuando falta espacio en un texto, usamos abreviaturas; sin embargo, es importante tomar en cuenta algunas reglas para no equivocarnos. En primer lugar, es necesario definir abreviatura. Según el Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE: “Es la representación gráfica reducida de una palabra o grupo de palabras, obtenida por eliminación de algunas de las letras o sílabas de su escritura completa y que siempre se cierra con un punto”.

La definición de abreviatura ya nos da pistas: se eliminan algunas letras de una palabra y siempre termina con punto. Sobre lo primero, por lo general suelen eliminarse más de dos letras de una palabra y siempre se conservan las primeras, no existe abreviatura que se forme sin la primera letra de una palabra. Entonces, ya tenemos dos reglas: una abreviatura siempre termina con punto y conserva, al menos, la primera letra de la palabra.

Por otro lado, existen dos maneras de abreviar. La primera es por truncamiento, es decir, se conservan las primeras letras. En este caso, es importante tomar en cuenta otra regla: si las sílabas que se conservan se tildan, la abreviatura debe tildarse, por ejemplo: página (pág.), código (cód.), número (núm). Otra manera de formar abreviaturas es por contracción: se eliminan algunas letras de la palabra o se recurre a las letras voladas, por ejemplo: etcétera (etc.), atentamente (atte.), María (Mª).

Para finalizar, tres reglas rápidas: los femeninos se construyen con la terminación de femenino al final de la abreviatura o con letra volada (doctor y doctora: Dr. y Dra. o Dr.ª; licenciado y licenciada: Lcdo. o Lcda.). En cuanto al plural, debe aumentarse la letra –s (págs., uds., cías.). Y, por último, si la palabra original lleva mayúsculas, la abreviatura debe conservarlas, como en el caso de Buenos Aires (Bs. As.). Ojalá que con estas reglas, ya no sea tan complicado abreviar.

Pueden encontrar esta columna en CartónPiedra. 

Adjetivos y adverbios


La semana pasada revisamos qué sucede cuando un sustantivo modifica a otro sustantivo. Ahora veremos otro caso en que las palabras ‘juegan’ a cumplir funciones que nos les corresponden o que no son su función principal. Esto sucede cuando los adjetivos cumplen la función de adverbio.

Como sabemos, la función de los adjetivos es modificar a los sustantivos, es decir, darles una característica o un atributo. Los adverbios, en cambio, son palabras cuya función principal es modificar a un verbo. Sin embargo, hay ocasiones en que ciertos adjetivos cumplen la función de adverbio. Este es el caso de los llamados adverbios adjetivales.

Estos adverbios adjetivales son palabras cuya función principal es la de adjetivos, como, por ejemplo, duro, rápido, bajo. En estos casos, cuando el adjetivo se ‘adverbializa’, carece de marcas de femenino y de plural. Por ejemplo: ‘Espero que lleguen rápido’. Aquí, rápido funciona como un adverbio (indica cómo se espera que se dé la acción) y, por lo tanto, no se pluraliza, como sí sucede si decirnos ‘Hicimos algunos cambios rápidos en el documento’. Veamos otro ejemplo: ‘Trabaja duro para lograr sus objetivos’. En este caso, duro es originalmente un adjetivo que se convierte en adverbio al explicarnos cómo se lleva a cabo el trabajo.

Estos adjetivos ‘adverbializados’ pueden ser reemplazados por adverbios terminados en –mente. Por ejemplo, en lugar de ‘lleguen rápido’, podemos decir ‘lleguen rápidamente’. O en lugar de ‘trabaja duro’ se puede decir ‘trabaja duramente’.  Cualquiera de estos usos, según la RAE, es permitido, solo que la ‘adverbialización’ de los adjetivos es más común en América.

La RAE indica también que no todos los adjetivos pueden ser adverbios, sino únicamente aquellos que expresan una evaluación positiva de algo (rico, sabroso, etc.) ; nociones espaciales (bajo, alto, cerca, etc.) o percepciones (rápido, duro, etc.). Sin embargo, si tiene dudas, es mejor utilizar el adverbio terminado en –mente.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Sustantivos en aposición


Como sabemos, dentro del universo de la lengua cada palabra tiene su función, así la del adjetivo es la de modificar a un sustantivo, el cual casi siempre funciona como núcleo del sujeto o de un complemento. Sin embargo, algunas veces las palabras deben cumplir funciones que no les son propias y para ello deben modificar su comportamiento. Esto ocurre cuando un sustantivo modifica o explica a otro, es aquí cuando ocurre la aposición.

Existen casos de aposición en que los sustantivos, solos o como parte de un grupo nominal, están señalados como incisos explicativos ‘encerrados’ entre comas. Por ejemplo: ‘Mi gran amigo, el profesor, vino a la fiesta’ (en este caso, el profesor, como grupo nominal, se encuentra en aposición). Otro caso ocurre cuando dos sustantivos están juntos y el primero modifica al segundo, por ejemplo: hombre rana o palabra clave.

Hasta aquí no hay problema. El problema ocurre cuando queremos transformar al plural combinaciones como las del último caso. ¿Decimos hombres ranas, hombre ranas u hombres rana? ¿Palabra claves o palabras clave? Por regla general, al tratarse de un sustantivo que modifica a otro, el segundo debe permanecer sin modificación de número. Entonces, lo correcto es hombre rana y palabras clave (otros casos son, entre otros, sofás cama, coches bomba, horas pico).

No obstante, la RAE advierte que el segundo sustantivo puede ser plural cuando forma parte de una oración copulativa de atributo, es decir, cuando se asume que entre ambos sustantivos hay un verbo copulativo. En este caso, es correcto escribir palabras clave o palabras claves (porque la estructura profunda se lee así: las palabras son claves) o, también, estados miembros (estados que son miembros). Así, haciendo este pequeño ejercicio de transformación podemos evitar caer en un error y evitar cualquier problema lingüístico.

Pueden encontrar esta columna en CartónPiedra

viernes, 14 de diciembre de 2012

Cuantificadores y verbos


Según el Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE (DPD), los sustantivo cuantificadores son aquellos que, "siendo singulares, designan una pluralidad de seres de cualquier clase”. Algunos ejemplos de estos son: multitud, grupo, conjunto, mayoría, resto, montón, delegación, etc. Estos sustantivos suelen estar acompañados por la preposición de y un complemento que generalmente está en plural, por ejemplo: ‘la mayoría de personas’, ‘un conjunto de leyes’, ‘un montón de ropa’, etc.

Al ser sustantivos singulares con complemento plural, se suele generar una confusión al establecer concordancia con el verbo, no está claro si se debe escribir ‘Una delegación de estudiantes asistió a la reunión’ (singular, en concordancia con el sustantivo cuantificador)  o ‘Una delegación de estudiantes asistieron a la reunión’ (plural, en concordancia con el complemento). La buena noticia es que ambas formas son correctas, no obstante, es mayoritaria la preferencia por el plural, debido a que el verbo está más cerca del complemento que del cuantificador.

 Pese a que escribir el verbo en singular o en plural es correcto en la mayoría de ocasiones, el DPD menciona dos casos específicos en los que es obligatorio el uso del plural: el primero se da si el verbo está acompañado por un atributo o un complemento predicativo (es decir, que indica una característica del complemento o de la acción). Un ejemplo: ‘La mayor parte de los asistentes eran muy jóvenes’. El segundo caso ocurre si el cuantificador no lleva determinante (infinidad, cantidad, multitud), por ejemplo: ‘Infinidad de cartas llegaron a su buzón esa tarde’. Como vemos, no es  complicado establecer una concordancia correcta, sin embargo, si tiene dudas, opte por el plural, que en este caso no falla.

Opciones inclusivas


La semana pasada revisamos por qué el español, por sus convenciones sintácticas, no es un idioma sexista. Sin embargo, existen varias opciones para evitar cualquier ‘suspicacia’ y hacer que lo que escribimos sea incluyente y no afecte ni al idioma ni a los colectivos.

En muchos casos, es suficiente buscar el sustantivo que agrupe al femenino y al masculino de una colectividad.  Por ejemplo, en lugar de decir ‘las y los estudiantes’ podemos escribir ‘el estudiantado’ o ‘el alumnado’ o, en lugar de ‘las profesoras y los profesores’ es suficiente con ‘el profesorado’. Hay maneras de evitar los desagradables desdoblamientos, el más desagradable uso de la línea diagonal (los/as niños/as) y el todavía más desagradable uso de la arroba (l@s chic@s), que no es aceptable en el español bajo ninguna circunstancia.

No obstante, es más complicado cuando nos encontramos con casos en los que la construcción es deliberadamente machista como en ‘ella es quien lleva los pantalones’ o ‘se comportó como todo un hombre’. ¿Qué hacer cuando se nos presentan estas situaciones: escribir ‘él es quien lleva las faldas’ o ‘ella se comportó como una mujer’? Me parece que aquí se pueden buscar fórmulas neutras, como ‘ella es quien decide’ o ‘se comportó de acuerdo con la situación’.  O tal vez sea más útil buscar maneras más contundentes de expresar aquello que queremos comunicar.

Este asunto de si el lenguaje es o no machista genera varias complicaciones en muchos aspectos, porque, como vimos la semana pasada, se puede caer en situaciones que vayan contra la naturaleza del idioma, así como herir susceptibilidades o generar giros innecesarios. La solución está en buscar el justo medio, de todas maneras, el español es un idioma tan rico que, si nos tomamos el trabajo de explorarlo con más profundidad, nos va a dar las respuestas de forma natural, sin que tengamos que tergiversarlo.

¿Lenguaje sexista?


Muchas veces se acusa al español de ser un lenguaje sexista, pues ‘prefiere’ al género masculino sobre el femenino. El hecho de que nuestro idioma asuma un género marcado (genérico) no significa que discrimine a las mujeres.  Pero ¿cómo llegar a un acuerdo respecto a este tema que genera acaloradas discusiones?

Primero, todo idioma tiene  una normativa que, si no seguimos, puede generar un caos lingüístico, dejar de ser una convención y no comunicar adecuadamente. Por lo tanto, es importante entender que desde que empezó a ser un idioma, el español se rige por la convención de que el masculino es el género marcado. No se llegó a esta convención por machismo, sino porque gramaticalmente era la opción más adecuada.

En segundo lugar, es necesario que exista un género marcado para evitar errores de concordancia o desdoblamientos que entorpecen la comprensión del texto. En el primer caso, el de la concordancia, el masculino debe regir cuando tenemos sujetos plurales. Por ejemplo, si decimos: ‘Lina y Daniel  estaban contentos’, el adjetivo (contentos) califica a dos personas y, por ley de concordancia, debe escribirse en masculino. No podemos escribir ‘contentas’ porque no hablamos de dos sujetos femeninos, ni es posible escribir ‘contenta y contento’ porque el adjetivo plural califica necesariamente a Lina y a Daniel.

En relación con los desdoblamientos, se suele caer en cuestiones como  ‘Las profesoras y los profesores fueron convocadas y convocados a una reunión’. Debido a que uno de los principios que rige la lengua es la economía, es importante eliminar los elementos redundantes. Por eso se ha determinado un género marcado: para economizar. Así, asumimos que dentro de profesores también se encuentran las profesoras y que no solo se convocó a los hombres sino también a las mujeres. El español, como vemos, no discrimina, no es sexista, simplemente se rige por unas reglas que buscan que sea ‘comunicable’. 

Recursos del español en la red: la RAE


Hay varias páginas en internet muy valiosas para resolver dudas sobre el español. En primer lugar, está la página de la Real Academia Española (www.rae.es). Esta es la institución que estandariza el uso del español y establece la norma. En esta página hay varios recursos, sobre todo su diccionario principal: el DRAE. La ventaja de esta versión es que cuenta con avances de la vigésima tercera edición (la versión impresa se actualiza cada diez años, la última fue en 2002). Además, puede consultar la conjugación de los verbos, datos gramaticales o etimológicos.

Otro recurso es el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), que se publicó en octubre de 2005 y es la primera obra expresamente panhispánica, es decir, que se trabajó conjunta y equitativamente entre las 22 academias de la lengua. En esta obra se recogen varias dudas referentes al uso del español y se presentan sugerencias, algunas más útiles que otras. Actualmente, el DPD está en proceso de adaptación a la Nueva Gramática y a la Nueva Ortografía de la RAE.

Aparte de los diccionarios ‘estrella’ de la RAE, hay otros recursos como el de Consultas lingüísticas, con un apartado que resuelve las dudas más frecuentes (aquí constan las principales novedades de la Nueva Ortografía, por ejemplo). También puede llenar un formulario de consulta con aquella duda que la página no resuelve; generalmente responden la pregunta en un par de días, lapso relativamente corto si se considera que es poquísima la gente que trabaja en el departamento correspondiente en la ‘venerable casa’.

Para terminar por hoy, también puede consultar el Nuevo Tesoro Lexicográfico, que reúne todos los diccionarios que ha publicado la RAE desde el siglo XVIII. Es un recurso muy interesante si quiere conocer la historia de nuestro idioma. Como el espacio es corto, la semana que viene revisaremos otras páginas útiles, mientras tanto, si tiene tiempo, explore la de la RAE.

Recursos del español en la red: el Centro Virtual Cervantes


La página del Centro Virtual Cervantes, CVC, (cvc.cervantes.es) no es solo un recurso del español en la red, es una gran vitrina del hispanismo en varios niveles: lengua, enseñanza, literatura, lengua, artes y ciencia. Esta página fue creada por el Centro Cervantes para difundir la lengua española y las culturas hispánicas.
Al decir que es una gran vitrina del hispanismo, me refiero a que puede encontrar información acerca de variados temas, sin embargo, los que más importan aquí son los relacionados con la lengua. En la sección de Lengua, el CVC cuenta con el Archivo Gramatical de la Lengua Española, el Banco de neologismos, un Catálogo de voces hispánicas, un Refranero multilingüe y foros donde se discuten temas relacionados con el lenguaje. También se dedica al estudio de la traducción, con la revista diaria Trujamán. Por último, hay una sección dedicada a la lexicógrafa María Moliner, en la que puede encontrar su famoso diccionario.

La sección de enseñanza también provee de herramientas para el profesor de español. Este apartado presenta recursos didácticos que pueden ser utilizados por el profesor, así como textos académicos sobre el tratamiento de español en la enseñanza. Es de gran utilidad el Diccionario de términos claves ELE, con amplias definiciones de temas lingüísticos.  Asimismo, el docente puede acceder a información sobre cursos de actualización.

Aunque las dos secciones mencionadas se dedican especialmente al estudio del español, las de Literatura y de Artes también presentan visiones interesantes. En Literatura, hay  varios artículos sobre escritores referenciales de ambos lados del Atlántico. Y en Artes hallará reseñas sobre otras manifestaciones artísticas, como un ‘museo’ virtual en el que se presentan varias ciudades patrimonio de la humanidad, entre ellas Quito. Sin duda, la página del CVC motiva un interesante recorrido a través de la cultura de los países hispanohablantes, como para repetirlo siempre que se pueda.

Recursos del español en la web: la Fundéu


La Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) es una institución que cuenta con el patrocinio de la Agencia Efe y el apoyo de la RAE. Su principal objetivo es velar por el buen uso del español en los medios de comunicación, de ahí que su página web (www.fundeu.es) sea uno de los recursos más interesantes sobre el español.

Una de las ventajas de la Fundéu es que analiza el lenguaje usual, es decir, aquellas palabras que generan dudas en el día a día. Al abrir la página, lo primero que encontrará es la Recomendación urgente del día, donde se resuelve una duda lingüística sobre temas coyunturales.  Además de este recurso, puede consultar a los asesores de la Fundéu sobre cualquier duda que tenga, o buscarla en las diversas consultas que ya han sido atendidas. Para facilitar esta búsqueda, la página cuenta con el Buscador urgente de dudas, donde puede hacer una búsqueda avanzada sobre su inquietud.

En esta página web también encontrará el Vademécum, diccionario de dudas del español, en el que constan varias recomendaciones acerca del uso del idioma. Aparte del Vademécum, la Fundéu ofrece varios recursos propios, que gestiona en otras páginas web, como la Wikilengua y Estilo, un manual para los nuevos medios. La Wikilengua (www.wikilengua.org) es una página colaborativa en la que se pueden encontrar diversos temas referentes al español, desde gramaticales hasta ortotipográficos, pasando por toponimia u ortografí, entre otras. Estilo (www.manualdeestilo.com), por su parte, habla sobre varios temas que se relacionan con el uso del español en la web.

La página de la Fundéu tiene muchos otros recursos interesantes y útiles, si tiene tiempo revísela, seguro que se convertirá en un recurso de cabecera. Incluso, si quiere, puede convertirse en colaborador al hacerse amigo del Club Fundéu BBVA.

El silencioso oficio de la corrección de textos


Empiezo con una anécdota. Estuve investigando acerca de la situación de los correctores de textos en Ecuador y llamé a varias editoriales para preguntar si contrataban correctores. Al llamar a una editorial de textos escolares y preguntar si me podían informar sobre los correctores, me hicieron esperar en la línea un largo rato: mi pregunta rodaba por la editorial y nadie podía responderla. Por último, una señorita se ofreció a ayudarme. Le pregunté si la editorial contrataba correctores, pero no me entendió. Resulta que ella era la encargada de compras, es decir, la que sabía cuánto costaban los ‘liquid paper’ y todos sus sucedáneos, pero nadie en la editorial, nadie, tenía idea de que existieran correctores de textos.

¿Tiene usted idea de quiénes son o qué hacen los correctores de textos? Si la tiene, perfecto. Si no, le contaré que son esas silenciosas personas que revisan que los textos lleguen sin errores al lector. Un buen corrector, además de manejar el lenguaje en todos sus niveles, debe conocer sobre temas muy variados, pues tendrá que corregir un libro escolar, una tesis, una noticia o un texto legal, lo que sea. También es paciente y piensa con lógica, pues muchas veces debe desentrañar lo que el escritor quiso decir, eso sí, sin tergiversar el contenido y siempre respetando la esencia de los textos. Por todo lo anterior, se dice que la corrección es un oficio imperceptible, pues si está bien hecho nadie lo va a notar.

Esta pequeña columna va por todos los correctores de textos, los buenos por supuesto, los que, al ser el primer filtro entre el autor y el lector, median por una lectura agradable y libre de errores; los que cuidan y respetan el idioma. Y va por los autores, medios y editoriales que están conscientes de la importancia de la corrección de textos y no se conforman con  comprar ‘liquid paper’.

'Dequefobia'


La semana pasada hablé sobre el dequeísmo, que es un error muy común en el español. Sin embargo, de tanto escuchar que el dequeísmo es un error podemos caer en la ‘dequefobia’ o queísmo, que consiste en eliminar el preposición de antes del relativo que cuando su uso no solo es necesario sino obligatorio. Revisemos los casos más comunes relacionados con esta fobia.

En primer lugar, se usa la preposición de junto con el relativo que cuando siguen a verbos pronominales que necesitan obligatoriamente de la preposición, como arrepentirse, alegrarse, asegurarse, convencerse, acordarse, etc. Por ejemplo, es correcto decir ‘Ella se aseguró de que el invitado llegara a tiempo’ (y no ‘Ella se aseguró que...’) o ‘Me alegro de que todo haya salido bien’ (en lugar de ‘Me alegro que...’).

Por otro lado, al contrario del dequeísmo, que se da en expresiones regidas por el verbo ser, suele ocurrir queísmo en expresiones regidas por el verbo estar. Por ejemplo, se comete queísmo al obviar la preposición en expresiones como ‘Estoy segura que vendrás’ o ‘No estaba muy convencido que fuera lo correcto’. Como vemos, en estos casos algo no anda bien, nos hace falta la preposición. Tampoco se debe temer escribir de que en locuciones que lo requieran como a pesar de que, en caso de que, a fin de que, etc.

Para no caer en la ‘dequefobia’ y utilizar de que cuando sea necesario, se puede aplicar el mismo truco que se propuso para el dequeísmo: convertir la oración en pregunta. Por ejemplo: ‘No debes olvidarte de que mañana es su cumpleaños’. La pregunta queda así: ¿De qué no debes olvidarte? Así, vemos que la pregunta se responde fácilmente, por lo tanto no hay ningún error. Es simple, dejemos atrás los viejos miedos.

Dequeísmo


El dequeísmo es uno de los errores más frecuentes que se cometen en español y consiste en incluir la preposición de antes del relativo que sin que sea necesario. Aquí veremos algunos casos en los que debe evitarse este error.

En primer lugar, encontramos dequeísmo cuando la preposición de sigue a verbos de percepción (mirar, escuchar, percibir, etc.), de pensamiento (creer, sospechar, presentir...), de habla (comentar, manifestar, declarar...) o de temor (temer, dudar...). Por ejemplo, seguramente habrán escuchado a gente que ‘piensa de que algo anda mal’, que ‘teme de que algo terrible suceda’ o ‘nos comenta de que la situación es complicada’. Parece un error imperceptible, pero no lo es. Lo correcto, en los casos anteriores, es ‘piensa que...’, ‘teme que...’ y ‘nos comenta que...’. Los verbos mencionados anteriormente son transitivos (o lo son en la mayoría de sus acepciones), por lo tanto, normalmente no admiten la preposición de después de ellos.

Otro caso común se relaciona con expresiones regidas por el verbo ser. Por ejemplo: ‘Es probable que aumente el precio’ (en lugar del incorrecto ‘Es probable de que...) o ‘Puede ser que nos equivoquemos’ (y no ‘Puede ser de que...). En estos casos, el de que no cabe, pues lo que sigue al verbo ser es un atributo de lo anterior, es decir, su característica o su razón.

Hay otros casos de los que no hablaré en esta ocasión pero son menos comunes. Un truco para saber si hay un caso de dequeísmo es convertir la oración en pregunta, si la pregunta no funciona es porque la oración es incorrecta. Por ejemplo: ‘Él manifestó de que hay un error en el documento’. La convertimos en pregunta: ¿De qué me manifestó él? Fijémonos que la pregunta no funciona, por lo tanto, no cabe el de que. En casos como estos el genio del idioma no nos responde, al contrario, hace una mueca y se escapa. 

La doble cara de los participios


El participio es una de forma impersonal de los verbos, junto con el gerundio y el infinitivo. El hecho de ser formas impersonales implica que solos no denotan una acción: precisan de un verbo auxiliar para tener características de tiempo, número y persona. Entonces, si digo ‘comido’ no expreso un sentido completo, pero si aumento un verbo auxiliar a ese participio: ‘he comido’, doy sentido a la expresión al indicar que quien ejecuta la acción es la primera persona del singular en tiempo presente.

Sin embargo, como el dios de las palabras es tan sabio, encargó a las formas impersonales otras funciones. El gerundio también es adverbio; el infinitivo es sustantivo,  y el participio,  adjetivo. Al funcionar como adjetivo, puede variar en género y número, por ejemplo: ‘mi viaje soñado’ o ‘mis vacaciones soñadas’. Hasta aquí todo bien, pues sabemos que los participios regulares terminan en –ado  o en –ido. El ‘inconveniente’ surge en verbos con doble participio, uno regular y otro irregular, este es el caso de imprimir (imprimido o impreso) o de elegir (elegido o electo).

La regla general indica que cuando un verbo cuenta con dos participios, el regular se usa en perífrasis verbales y el irregular funciona como adjetivo. Por ejemplo: ‘Había imprimido dos veces el texto’ y ‘Les entregó el texto impreso’. O también: ‘El presidente fue elegido ayer’ y ‘Vino el alcalde electo’. Para recordar esta regla podemos referirnos a otros verbos como despertar (despertado y despierto), en los que no podemos usar el participio irregular en perífrasis verbales, así, no es posible decir: ‘Me he despierto’ ni ‘Es una niña muy despertada’. No obstante, en el caso de imprimir, la RAE admite el uso de los dos participios en perífrasis, se puede decir ‘He imprimido el documento’ o ‘He impreso el documento’.

Oraciones impersonales


La semana pasada revisamos las oraciones de pasiva refleja, en las cuales el verbo debe conjugarse de acuerdo con el elemento al que precede. Hoy hablaré sobre las oraciones impersonales, aquellas en las que el verbo debe conjugarse en singular.

En primer lugar, una oración es impersonal cuando no hay un sujeto que efectúe la acción y lleva el pronombre se, por ejemplo: ‘Se convocó a los seleccionados’. En este ejemplo, no se sabe quién convocó y la oración es impersonal. En estos casos, el verbo siempre se conjugará en primera persona del singular. Según el Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE (DPD), las oraciones impersonales se dan en los siguientes casos: cuando se trata de un verbo intransitivo (la acción no puede transmitirse al objeto), por ejemplo: ‘Se habló de los temas más importantes’; con verbos transitivos cuya acción recae sobre una  persona y preceden a la preposición a, por ejemplo: ‘Se busca a los culpables del crimen’, o cuando hay un verbo copulativo, por ejemplo: ‘Se está mejor aquí adentro’. El DPD también menciona que el se impersonal se puede encontrar incluso en oraciones pasivas, por ejemplo: ‘Nunca se es apreciado lo suficiente’.

En los dos primeros casos, de los verbos transitivos y de los intransitivos, solo debemos fijarnos en que haya una preposición después del verbo, como en los ejemplos anteriores: ‘Se habló de temas importantes’ y ‘Se busca a los culpables’ (las preposiciones están resaltadas en cursivas).
Para recapitular el uso del pronombre se en oraciones impersonales, recordemos que se usa en oraciones de pasiva refleja y en oraciones impersonales. En el primer caso, los verbos se conjugan en plural si el objeto es plural, y en el segundo, los verbos siempre se conjugarán en tercera persona del singular. 

domingo, 23 de septiembre de 2012

¿Se arregla zapatos o se arreglan zapatos?


Seguramente, al caminar por la calle o leer los clasificados, habrá visto numerosos anuncios de este tipo: ‘Se arregla zapatos’, ‘Se acepta tarjetas’, ‘Se vende naranjas’, etc. Y seguramente le habrá parecido extraña la conjugación del verbo, pero habrá pensado que es correcta. Eso es lo que suele pasar cuando el error se repite innumerables veces: pensamos que si en todas partes se escribe así es correcto. Sin embargo, en este caso hay un error.

El error está en que se suelen confundir las oraciones escritas en pasiva refleja y las impersonales. En otras palabras, hay una confusión al identificar sobre quién recae la acción del verbo. En las oraciones con pasiva refleja, la acción recae sobre el elemento que está después del verbo y, por lo tanto, debe conjugarse según el número que tenga este. Por ejemplo: ‘Se arreglan zapatos’ es una oración de pasiva refleja: la acción (arreglar) recae sobre el objeto zapatos (en plural), entonces, el verbo debe conjugarse en plural. Lo mismo sucede con ‘Se aceptan tarjetas’ o ‘Se venden naranjas’: la acción recae sobre el objeto plural.

Un truco para darnos cuenta cuándo se escribe el verbo en plural es transformar la oración en voz pasiva: ‘Los zapatos son arreglados’, ‘Las tarjetas son aceptadas’, ‘Las naranjas son vendidas’. Si el verbo (ser) se conjuga en plural, en la pasiva refleja el verbo deberá ser plural. Además, esta construcción solo funciona con verbos transitivos: aquellos que transmiten la acción del sujeto a un objeto, que son los únicos que aceptan la voz pasiva. En este caso, el objeto se convierte en sujeto de la oración pasiva.

Así, vemos que el uso tan extendido de oraciones del tipo ‘Se arregla zapatos’ es errado, pero es muy fácil corregirlo si recordamos los trucos que el idioma nos ofrece. 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Préstamos 'gringos'


La semana pasada revisamos algunas palabras quichuas que forman parte de nuestra variante del español y que caminan orgullosas por la calle, aunque no consten en ningún diccionario ‘oficial’. Sin embargo, nuestro español no solo ha tomado prestadas palabras del quichua, sino también de otros idiomas como el inglés.

Tenemos, por ejemplo, la lonchera, esa caja, generalmente metálica, en la que se guarda la comida que se lleva al trabajo, o, en el caso de los niños, a la escuela. Lonchera viene de lunch, almuerzo. Esta palabra no solo se usa en Ecuador; según el Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua, es usada en casi todos los países del continente, así como el verbo lonchar (almorzar).

Una palabra que sí es propia de Ecuador es wincha (del inglés winch: cabestrante). Con esta palabra nos referimos a la grúa. Aunque wincha es solo ecuatoriana, en otros países también se ha adaptado el vocablo inglés, así: winche, wincher, güincha o huinche. Un proceso similar ha experimentado guachimán (del inglés watchman: vigilante), que ya está aceptada en el DRAE, aunque no pasa lo mismo con guachimanía.

Para terminar, dos palabras más: guaipe y cachascán. La primera procede de wiper: limpiador, y se refiere a la estopa que sirve para limpiar cualquier superficie. Cachascán, una variedad de lucha libre, viene de catch as can catch (agárrate como puedas). Ambas han sido adoptadas en casi todos los países americanos. Estas palabras son solo pruebas de cuánto ha influenciado el inglés en nuestro español, lo interesante es que todas se han adaptado a nuestra fonética y nuestra grafía, tanto que ya nos pertenecen.

Pueden encontrar esta columna en Cartón Piedra.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Palabras ‘inmigrantes’



El verbo inmigrar significa llegar a otro lugar distinto al de origen para establecerse en él. Tal como sucede con las personas, y precisamente por ellas, muchas palabras también cumplen su proceso migratorio, pues salen de su idioma original para establecerse en otros, unas veces con el mismo significado y con la misma grafía, y otras veces con adaptaciones que les permiten instalarse en su nuevo hogar.

En la variante ecuatoriana del español quizá el idioma que más se ha adaptado ha sido el quichua, pues se han tomado muchas palabras de esta lengua como propias de nuestro español, sin que dejen de ser quichuas, obviamente. La cuestión es que el quichua y el español conviven sin ningún problema en nuestro lenguaje, sobre todo en el de la Sierra, pese a que muchas de esas palabras no estén presentes en los diccionarios oficiales. La semana pasada revisamos algunas de esas palabras, ahora veremos otras. Tenemos, por ejemplo, el adjetivo llucho (desnudo), que procede el quichua lluchu. De hecho, hasta utilizamos el verbo enllucharse, ya adaptado como verbo pronominal.

Otra palabra es carishina (de cari: hombre, y shina: así), referido a la mujer inexperta en los quehaceres domésticos. También podemos encontrar curuchupa (de curu: gusano y chupa: rabo), que se refiere despectivamente a las personas demasiado apegadas a la tradición y a la Iglesia. Y en esa misma ‘onda’ despectiva está shunsho (de shunshu: tonto), que tiene el mismo significado que en el quichua.

Es interesante ver cómo muchas palabras quichuas se han establecido en nuestra variante del español, ya sea puras o adaptadas, con tanta fuerza que es innegable admitir que están dentro de nuestro ADN lingüístico, siempre vigentes, útiles y maravillosas, sin que ningún proceso histórico haya logrado disminuirlas. 

Pueden encontrar esta columna en Cartón Piedra.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Palabras 'clandestinas'


A menudo, solemos encontrar palabras que no constan en los diccionarios estándares del español y tendemos a pensar que el hecho de que no consten en estos textos (sobre todo DRAE) significa que no deben usarse en el español.

Sin embargo, el proceso para que una palabra entre en un diccionario como el DRAE es largo: debe demostrar que un grupo representativo la usa, que consta en textos de autoridades y someterse a la burocracia académica, que muchas veces la ignora sin más. Así, muchas palabras caminan clandestinamente, tanto que ya van de boca en boca, en el lenguaje común de la gente que no sabe nada de este largo proceso.

En la variante ecuatoriana del español tenemos varias de estas palabras, que son aceptadas como viejos amigos en el lenguaje común. Una de ellas es chuchaqui, que no consta en el DRAE pero ha sido sentido por la mayoría de los ecuatorianos (aunque sea en su variante ‘moral’).  La etimología de esta palabra es desconocida, pero se presume que viene del quichua, pues chaqui significa pie. Y, hablando de pies, ¿quién no ha atravesado un chaquiñán para acortar camino? Pues chaquiñán es otra palabra que no consta en el DRAE y que también procede del quichua: chaqui (pie) y ñan (camino).

Del quichua también viene huasipichay (huasi –casa– y pichay –limpieza), la reunión que se suele hacer para estrenar una casa. Tenemos, asimismo, al verbo muchar (de muchana: besar), y chimbador (de chimbana: cruzar, atravesar). En fin, estos son solo ejemplos de palabras muy usadas en nuestro país (sobre todo en la Sierra), y que están vivitas y coleando aunque los diccionarios oficiales las ignoren; la semana que viene veremos más.

Pueden leer esta columna en Cartón Piedra.

domingo, 26 de agosto de 2012

La coma y las conjunciones


Por sugerencia de una lectora, hablaré hoy sobre cuándo podemos escribir una coma antes o después de ‘y’. Primero, tengamos en cuenta que no es errada esta combinación, solo hay que saber cuándo usarla.

Para empezar, revisemos cuándo usamos coma antes de la conjunción ‘y’. El primer caso tiene que ver con las enumeraciones complejas, en las que antes se ha usado punto y coma. Por ejemplo: ‘Para la caminata se debe tener en cuenta lo siguiente: nadie debe detenerse, a menos que sea necesario; hay que trabajar en equipo y colaborar con los compañeros, y nadie puede desviarse del camino’. Como vemos, en esta enumeración solo la última frase va precedida por coma, pues luego de ella viene la ‘y’. Para tener claro este uso, recordemos que ‘y’ más coma equivale a punto y coma en una enumeración compleja.

Otro caso en el que usamos coma antes de ‘y’ es cuando la coma cierra a un inciso explicativo. Por ejemplo: ‘Vi a José, mi primo, y a su esposa’. En este caso, ‘mi primo’ es  un inciso explicativo, pues se refiere a José, entonces debemos escribir una coma antes de la conjunción. Algo similar ocurre cuando escribimos coma luego de la conjunción: la coma precede a un inciso. Así: ‘Llegaron temprano y, como lo suponía, se fueron tarde’. Aquí podemos ver que ‘como lo suponía’ es un inciso que va entre comas, por lo tanto luego de la ‘y’ escribimos la coma.

Ocurre lo mismo cuando escribimos coma antes o después de la conjunción ‘o’. Por ejemplo, en una enumeración: ‘¿Quieres peras, que están recién cosechadas; naranjas, que están deliciosas, o las fresas que compramos ayer?’. Luego de un inciso: ‘Puedes hablar con Marco, el gerente, o con su asistente’. O antes de un inciso: ‘Iremos a la playa o, si lo prefieres, a la montaña’.

Como vemos, solo es necesario recordar dos casos y no complicarnos la vida.

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domingo, 19 de agosto de 2012

El temido cuyo


El pronombre relativo que más problemas ocasiona es cuyo (y sus derivados: cuyos, cuya y cuyas), quizá porque se lo considera demasiado culto y poco habitual. Sin embargo, es muy importante que conozcamos su uso para no caer en incorrecciones.

En primer lugar, hay que recordar que cuyo funciona como un pronombre relativo con valor posesivo. Esto quiere decir que establece una relación entre el poseedor de algo y la cosa poseída, o entre dos personas que guardan relación. Por ejemplo: ‘Mario es el escritor cuyo libro fue premiado’. En este caso, vemos que cuyo relaciona al poseedor (escritor) con aquello que posee (libro). Otro ejemplo: ‘Ella es Paola, cuya hermana trabaja en la fábrica’. Aquí vemos la relación entre una persona, el antecedente (Paola), y otra con la que se la relaciona (hermana). Es muy frecuente, por el mismo hecho de no estar acostumbrados a usar cuyo, que se lo sustituya por la expresión ‘que su’, que resulta incorrecta. Por ejemplo, es un error decir: ‘Él es el empresario que su casa fue embargada’; lo correcto es usar cuya sin ningún temor, así: ‘Él es el empresario cuya casa fue embargada’.

Tampoco debemos temer combinar a cuyo con preposiciones. Recordemos que las preposiciones establecen relaciones de tiempo, lugar, dirección, etc. que pueden acoplarse perfectamente con este relativo con valor posesivo. Por lo tanto, es correcto decir: ‘Esta es la planta de cuyas flores se extrae el perfume’ en lugar de: ‘Esta es la planta que de sus flores se extrae el perfume’.

Para finalizar, es importante recordar que cuyo, cuya, cuyos y cuyas siempre deben concordar en número y persona con el sustantivo al que preceden. Así: ‘Te presento a Jaime, de cuyos cuadros te hablé’ (cuyos concuerda con cuadros, no con Jaime) o ‘Estas son las pruebas de cuya existencia dudábamos’ (el relativo concuerda con existencia, no con pruebas). Vemos, entonces, que no es tan complicado usar cuyo, solo hay que saber cuándo y cómo usarlo.

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miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Deber o deber de?


Esta semana, una alumna me preguntó si era verdad que estaba `prohibido’ decir ‘deber de’. Esta pregunta es bastante común, pues muchas veces se piensa que el verbo deber y la preposición de son incompatibles, sin embargo, es un mito que debemos desterrar porque hay casos en los cuales es necesaria la fórmula ‘deber de’. Veamos.

En primer lugar, es importante anotar que ‘deber’ sin preposición y ‘deber de’ no deben usarse indistintamente, pues cada expresión cumple una función específica. El verbo deber junto con un verbo en infinitivo se refiere a una obligación, algo que necesariamente debe suceder. Por ejemplo: ‘Los empleados nuevos deben asistir a la jornada de entrenamiento’ o ‘Debes poner atención a las señales de tránsito’. En estos casos vemos que lo que indican el verbo deber y el infinitivo es una obligación, no una opción: los empleados están obligados a asistir a la jornada y tú estás obligado a respetar las señales.

El caso de ‘deber de’ es distinto: indica probabilidad, algo que puede o no ocurrir. Por ejemplo: ‘Debe de haberle pasado algo, él nunca se retrasa’ o ‘No encuentro el libro, debo de haberlo dejado sobre la mesa’. En estas oraciones podemos ver cómo se expresa una probabilidad, no una obligación, esa es la diferencia entre ‘deber’ y ‘deber de’.

Sin embargo, la norma no proscribe el uso de ‘deber’ cuando se trata de una suposición. Es correcto (y, de hecho, más usado) si decimos ‘Debe haberle pasado algo, él nunca se retrasa’ o ‘No encuentro el libro, debo haberlo dejado sobre la mesa’. Lo que debe tomarse en cuenta es que ‘deber de’ nunca expresa obligación, por lo tanto, no podemos decir ‘Los empleados nuevos deben de asistir a la jornada de entrenamiento’ o ‘Debes de poner atención a las señales de tránsito’. Recordemos, entonces, que ‘deber’ puede usarse cuando hay una obligación o una suposición, mientras que ‘deber de’ solo se usa cuando hacemos una suposición.

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¿Dónde empieza la pregunta? (2)


Hoy continuaré revisando los casos dudosos relacionados con la ubicación del signo de interrogación de apertura. La semana pasada vimos tres casos: vocativos, expresiones de confirmación y oraciones introducidas por expresiones como en cuanto a, en referencia a, etc. Ahora veremos un par de casos más que menciona la Ortografía de la RAE.

Empecemos por el caso de los conectores, que es el que mayor duda genera. Recordemos que los conectores son aquella palabra o conjunto de palabras que se usan para ligar ideas. La mayoría de oraciones introducidas por estas expresiones conectivas se escriben fuera de la pregunta, por ejemplo: ‘A pesar de todos los inconvenientes, ¿tuvieron un buen viaje?’ o ‘En primer lugar, ¿estás dispuesto a esforzarte?’.

Sobre este tema, la Ortografía de la RAE menciona un caso especial: cuando las conjunciones y, pero, o y mas funcionan como conectores. En esta situación especial, es preferible escribirlas dentro de la oración, así: ‘La invitación es a las dos, ¿pero puedes venir antes?’ u ‘Hoy comeremos carne, ¿o prefieres algo más?’. Aunque el uso más común actualmente es escribir estas conjunciones dentro de la pregunta, también se las puede escribir fuera de ella, así: ‘La invitación es a las dos, pero ¿puedes venir antes?’ u ‘Hoy comeremos carne, o ¿quieres otra cosa?’. Notemos que en estos últimos casos, no se escribe coma antes del signo de interrogación.

Finalmente, los signos de interrogación se ubican luego de adverbios o expresiones adverbiales que afectan a toda la oración y se refieren a actitudes. Veamos un par de ejemplos: ‘Sinceramente, ¿piensas que tomaste la mejor decisión?’ u ‘Objetivamente, ¿crees que ganará las elecciones?’. En estos ejemplos podemos observar que luego del adverbio se escribe siempre coma.

Para concluir, estos casos de los signos de interrogación también se aplican a los de admiración. El uso no es tan complicado, solo es cuestión de reflexionar un poco acerca de nuestro idioma y la lógica que nos impone su genio.

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¿Dónde empieza la pregunta?


Generalmente, al escribir preguntas dudamos sobre dónde ubicar el signo de interrogación, es decir, ¿dónde realmente empieza la pregunta? Antes de resolver esta duda, cabe aclarar que el español tiene dos signos de interrogación: el de apertura (¿) y el de cierre (?), no solo el de cierre como otros idiomas.
Ahora, revisaremos lo que dice la Ortografía de la RAE acerca de la colocación de los signos de interrogación cuando antes de la pregunta hay algún elemento que genere duda sobre el inicio de esta. El primer caso tiene que ver con los vocativos, esas palabras que usamos para referirnos a una persona. En este caso, el signo de puntuación se escribe después de la coma que sigue al vocativo, por ejemplo: ‘Ana, ¿vienes esta tarde?’ o ‘Mario, ¿hablas alemán?’.  Obviamente, el vocativo está aislado de la pregunta cuando va antes de esta, si va al final debe incluirse en ella: ‘¿Vienes esta tarde, Ana?’ o ‘¿Hablas alemán, Mario?’.

Otro caso dudoso es cuando introducimos expresiones de confirmación sobre lo que estamos afirmando, por ejemplo: ‘Nos pagan mañana, ¿cierto?’ o ‘Es la primera vez que vienes, ¿no?’. Como vemos, las expresiones de confirmación son las únicas que conforman la pregunta, pues lo anterior es una afirmación, por lo tanto, sería incorrecto incluir todo dentro de los signos de interrogación (¿Nos pagan mañana, cierto?).

Para terminar por hoy, un último caso: en las oraciones introducidas por expresiones como con respecto a, en cuanto a, en referencia a, en relación con, acerca de, etc., la pregunta empieza luego de lo introducido por estas. Por ejemplo: ‘Acerca de lo que acabas de mencionar, ¿se han considerado otras versiones? ‘  o  ‘En cuanto a las medidas, ¿son irreversibles?’.

Como vemos, es cuestión de lógica darnos cuenta de cuándo empieza la pregunta en realidad, seguiré con otros casos la semana que viene.

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lunes, 23 de julio de 2012

La coma destructora


La semana pasada hablé de uno de los principales usos de la coma, los incisos explicativos, y mencioné que muchas veces se comete el error de confundirla con las pausas que hacemos al hablar. Este error es más común de lo que pensamos, sobre todo cuando se usa la coma para separar al sujeto y al verbo de una oración.

Recordemos la primera parte de uno de los conceptos típicos de nuestra época de la escuela: “La oración es un conjunto de palabras con sentido completo”, y este sentido completo está dado, en la mayoría de los casos, porque hay un sujeto explícito que ejecuta una acción. Entonces, sujeto y acción (verbo) son elementos inseparables dentro de una oración, si interponemos una coma entre los dos estamos destruyendo esa unión perfecta.

A veces sucede que los sujetos son largos y, al hablar, necesitamos hacer un alto para respirar, por ejemplo: ‘La propuesta del Gobierno ecuatoriano de mantener el petróleo bajo tierra en la reserva ITT ha sido bien recibida’ o ‘Todos los estudiantes de escuela y de colegio del régimen Sierra salieron de vacaciones este mes’. Fijémonos que en estas oraciones lo resaltado con cursivas es el sujeto y el resto es la acción. Puede que cuando leamos estas oraciones hagamos una pausa entre sujeto y verbo para respirar, pero no podemos hacer esa misma pausa en el lenguaje escrito mediante una coma, pues estaríamos destruyendo el sentido completo de la oración.

El único caso en el que es posible poner una coma entre sujeto y verbo es cuando tenemos un inciso explicativo. Hay que tener en cuenta, eso sí, que este inciso deberá contar con las dos comas que necesita para ser tal y poder salir de la oración sin problemas. 

La coma y los incisos


El signo de puntuación que genera más confusión es la coma, pues se la asocia con las pausas que hacemos al hablar. Hoy veremos cómo funciona con los incisos explicativos. Un inciso explicativo es la palabra o conjunto de palabras que se introducen en el discurso para aportar información, pero no son indispensables para el sentido de este. En estos casos, las comas funcionan como ‘cajas’ que guardan lo que puede obviarse. Por ejemplo: ‘Mi hermano, que es abogado, elaboró el contrato’ o ‘Quito, capital del Ecuador, está a 2800 msnm’. En estos ejemplos, si eliminamos los incisos explicativos las oraciones se entienden perfectamente, pues ‘que es abogado’ y ‘capital del Ecuador’ solo son información extra.

Los incisos suelen ir en la mitad de la oración; sin embargo, cuando se escriben al final van precedidos por una coma y finalizan con un punto. Así, sigue funcionando la ‘caja’ y pueden eliminarse de la oración. Por ejemplo: ‘El contrato fue elaborado por mi hermano, que es abogado’. Notemos, eso sí, que si eliminamos alguna de las comas que guardan al inciso (o el punto al final de la oración) la ‘caja’ no se cierra y todo lo que guarda se desborda y genera un desorden gramatical.

Por último, no es lo mismo un inciso explicativo que uno especificativo. Los explicativos son prescindibles, pero los especificativos no, pues indican una característica específica de la palabra a la que acompañan.  Así, no es igual: ‘Mi hermano, que es abogado, elaboró el contrato’ que ‘Mi hermano que es abogado elaboró el contrato’, pues en el primer caso se informa la profesión de mi hermano; mientras que en el segundo, se especifica que, de mis hermanos, el abogado elaboró el contrato. Entonces,  los especificativos no llevan comas, pues no pueden eliminarse de la oración.

lunes, 9 de julio de 2012

Redundancias


En varias columnas he comentado que uno de los principios básicos que rige a la lengua es el de la economía lingüística: omitir aquello que está de más en el discurso para darle fluidez. La intención de este principio es expresar más con menos palabras. Muchas veces, sin embargo, sucede que en el discurso coloquial (y también, en cierta medida, en el formal) se tiende a usar palabras que podrían omitirse fácilmente y se cae en redundancias.

Un ejemplo muy claro es la palabra mes. Muchas veces sucede que se junta a esta palabra con el nombre del mes, así: mes de junio, mes de agosto, etc. La redundancia ocurre porque los nombres de los meses solo se refieren a ellos (con excepción de Abril, Mayo y Julio, que también son nombres propios). Por lo tanto, es suficiente con decir: junio, agosto, septiembre, etc., porque ya está implícita la idea de que son meses del año.

Otro caso muy común y muy similar al anterior es el de los días de la semana: sus nombres  (excepto Domingo) solo denominan a los días, a nada más. Es redundante, por lo tanto, decir: el día martes o el día jueves, es suficiente con martes o jueves. Y ya que hablamos de meses y de días, un pequeño paréntesis: los días y los meses se escriben con minúscula inicial, excepto cuando denominan a fechas especiales o a nombres propios, como Viernes Santo, Hugo Mayo, Santo Domingo, 10 de Agosto de 1802, etc.
Por último, para terminar con el tema de las redundancias, otro caso común: el de los colores. Suele acompañarse al nombre del color con la palabra ‘color’ cuando no es necesario. Por lo tanto, se redunda si se dice: ‘La pared es de color blanco’ o ‘La carpeta es de color verde’; es más preciso decir: ‘La pared es blanca’ o ‘La carpeta es verde’.

Como vemos, estos usos son comunes en el lenguaje cotidiano; aunque no están vedados, es preferible ahorrar palabras para no dar información innecesaria.

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lunes, 2 de julio de 2012

Comodines que arruinan la partida


Una palabra ‘comodín’ es aquella que se utiliza para rellenar espacios que podrían ocupar palabras más precisas. Los verbos ‘comodines’ a los que más se recurre son hacer, realizar, poner y dar, pues caben en casi todas las situaciones; sin embargo, les quitan espacio a verbos mucho más útiles y cuyo uso es más preciso en el contexto.

El español es un idioma riquísimo, ya lo sabemos, pero a veces parece que sintiéramos pereza de recurrir a esa riqueza léxica de la que disponemos. Por ejemplo, hacer y realizar generalmente acompañan a sustantivos en cuya familia cuentan con un verbo. Así, en lugar de ‘realizar un recorrido’, contamos con ‘recorrer’, o de ‘hacer una evaluación’ podemos simplemente ‘evaluar’.  Otros casos son: ‘hacer un análisis’ (analizar), ‘realizar una cotización’ (cotizar), ‘hacer una prueba’ (probar), `realizar una investigación’ (investigar), ‘hacer el esfuerzo’ (esforzarse), etc.

Poner también es un verbo de fácil uso, por lo tanto, se lo ubica en cualquier lugar donde falte un verbo. Ponemos todo, y en todas partes. Por ejemplo, nos ponemos rojos, en lugar de sonrojarnos; ponemos un texto entre comillas, cuando podemos entrecomillarlo, o nos ponemos perfume aunque perfumarnos sea suficiente. El caso de dar es parecido a los anteriores. Podemos observar casos como ‘dar las gracias’ (agradecer), ‘dar la bendición’ (bendecir), ‘dar una sorpresa’ (sorprender), ‘dar un regalo’ (regalar), etc.

Eliminar estos verbos ‘comodines’, además de demostrar nuestra riqueza léxica, contribuye al principio de economía lingüística. Es decir, mientras más ahorramos, más nos enriquecemos. La verdadera riqueza no radica en cuánto ostentemos, sino en la sencillez con que usemos aquello de lo que disponemos. Un gran amigo que ayuda a ahorrar es el diccionario, nunca nos negará un préstamo, así que recurramos a él cuando nos falte la palabra precisa.

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domingo, 24 de junio de 2012

'Gerundiando' (2)


La semana pasada hablé sobre la función principal del gerundio: la de adverbio, es decir, siempre complementa a otro verbo y, por eso, no puede modificar a sustantivos. Dentro de su papel de adverbio, el gerundio cumple la función de simultaneidad: la acción que denota ocurre al mismo tiempo que lo que expresa el verbo principal (ese que está conjugado). Entonces, la acción del gerundio no puede ocurrir antes ni después de la acción principal.

Hay una expresión coloquial bastante común que indica muy bien el mal uso que le damos al gerundio en este aspecto: el ‘vine comiendo’. Cuando utilizamos esta expresión (por ejemplo: ‘Ya no tengo hambre porque vine comiendo’), queremos decir que antes de venir comimos; sin embargo, lo que en realidad expresamos es que mientras veníamos (en auto, en bus, a pie, como sea) comimos algo. A veces sí lo hacemos porque no tenemos tiempo, pero la mayoría de veces primero comemos y luego venimos. Como vemos en este ejemplo, al usar mal el gerundio estamos expresándonos de manera incorrecta.

Miremos  otro ejemplo: ‘Los asaltantes entraron al almacén llevándose la mercadería’. Aquí también podemos ver que sería absurdo imaginar que ambas acciones (entrar y llevarse) ocurran al mismo tiempo, pues los asaltantes entran al lugar y luego se llevan la mercadería. Lo correcto hubiera sido, por ejemplo: ‘Los asaltantes entraron forzando las cerraduras y luego se llevaron la mercadería’, pues entrar y forzar son acciones simultáneas. Para darnos cuenta de si usamos bien el gerundio hay dos trucos: introducir la conjunción mientras y eliminar el gerundio (entraron mientras forzaban) o preguntarle al verbo principal cómo ocurrió la acción (¿Cómo entraron los asaltantes? Forzando las cerraduras). Si cualquiera de estos trucos funciona, el gerundio es correcto. Si no funcionan, analice bien su lógica espacio-temporal.

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lunes, 18 de junio de 2012

'Gerundiando'


Si tuviera que hacer un ‘top 10’ de los errores más frecuentes que se cometen en el español, seguramente el mal uso del gerundio estaría en la lista. Como sabemos, el gerundio es una de las formas impersonales de los verbos (junto con el infinitivo y el participio); esto quiere decir que carece de las características de un verbo conjugado: tiempo, número y persona, y siempre necesitará de un verbo principal para denotar una acción. Como el dios de las palabras le quitó su capacidad de conjugarse con todas las de ley, le dio otra función en la vida: la de adverbio, es decir, modificar a un verbo.

Como la función del gerundio es la de modificar a otros verbos, no puede cumplir otro papel. Es aquí donde surge el principal problema con el gerundio: en diversas ocasiones se lo utiliza para modificar un sustantivo. Son comunes, sobre todo en los medios de comunicación, frases como: ‘Encontraron una bodega guardando una tonelada de droga’, ‘Detuvieron a un barco transportando varios emigrantes’. En estos casos, los gerundios guardando y transportando no cumplen su función de adverbios, sino que juntan con el sustantivo como una mala amistad. Lo correcto es estos casos es usar el relativo que y eliminar el gerundio: ‘una bodega que guardaba’ y ‘un barco que transportaba’. Los únicos casos en los que el dios de las palabras permite usar gerundio para modificar a un sustantivo son ardiendo e hirviendo (palo ardiendo o agua hirviendo, por ejemplo).

Este no es el único caso del mal uso del gerundio, hay otro más, pero el espacio es corto para hablar sobre él, así que lo haré la próxima semana. Por lo pronto, recuerde: el gerundio es un adverbio y esa es la función que debe cumplir. Aunque malograr el gerundio no mate a nadie, usarlo para modificar un sustantivo es casi tan letal como que yo entrara a un quirófano a hacer una operación de corazón abierto.

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domingo, 10 de junio de 2012

Siglas, acrónimos y plurales


El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define una sigla como una “palabra formada por el conjunto de letras iniciales de una expresión compleja”. Así, en lugar de repetir en un escrito todas las palabras de esta expresión compleja, solo recurrimos a la sigla que la representa, por ejemplo: IVA (Impuesto al Valor Agregado), DMQ (Distrito Metropolitano de Quito), ONG (Organización no Gubernamental), etc. Los acrónimos constituyen un tipo especial de siglas, pues, por su construcción, se pronuncian como una palabra, como Senplades (Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo) o Conadis (Consejo Nacional de Discapacidades).

Tanto las siglas como los acrónimos pueden formarse de las letras iniciales de las palabras que conforman la expresión compleja, o de sílabas o palabras de estas expresiones. Por ejemplo, OIT es una sigla que se forma por las letras iniciales: Organización Internacional del Trabajo; mientras que Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) se forma con la unión de la primera sílaba de Alianza y las iniciales de Bolivariana y Américas. En este caso, incluso se han omitido en el acrónimo las palabras Pueblos y Nuestra.

La idea de la formación de acrónimos, como vemos, es que las construcciones puedan leerse como palabras y no solo deletrearse, como ocurre con las siglas. Por esta característica, los acrónimos se escriben solo con mayúscula inicial: Mercosur, Unicef, etc. Hay que tener cuidado también de mantener el género de la palabra inicial, como en el caso de Alba, cuya palabra inicial es Alianza, y por lo tanto debe decirse la Alba y no ‘el Alba’.

En cuanto a los plurales de las siglas, surgen problemas cuando las construcciones no representan nombres propios. Los casos más comunes son ONG y CD. Las siglas de varias ONG (Organizaciones no Gubernamentales) o muchos CD (Discos Compactos o Compact Disc, por sus siglas en inglés) deben pluralizarse así mismo, sin ningún aditamento. Por lo tanto, es incorrecto escribir ‘las ONG’s’ o ‘los CDs’, pues estos usos no corresponden al español.


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domingo, 3 de junio de 2012

El reino independiente de las palabras compuestas


Con las palabras pasa lo mismo que con las personas: cuando dos se juntan y conciben una nueva, esta nace con rasgos de sus progenitores pero con características propias.  Así, las palabras compuestas tienen particularidades que dependen de sí mismas, aunque hayan heredado el ADN de sus ‘padres’.  A veces surgen problemas, de paternidad más que de lógica, al querer tildar las palabras compuestas. Sucede, por ejemplo, con ‘las hijas’ del señor décimo. He visto muchas veces que se tiende a escribir ‘décimosexto’ en lugar de decimosexto, por pensar que la palabra compuesta debe conservar la tilde de su ‘padre’, cuando en realidad es una palabra nueva y grave que debe cumplir sus propias reglas de acentuación. Decimoséptimo, en cambio, debe tildarse, no porque ‘su madre’ se tilda, sino porque es una palabra nueva, independiente y esdrújula que debe llevar tilde.

Otro caso de palabras compuestas en las que la nueva palabra adquiere características propias  es cuando la segunda palabra empieza con r. En este caso especial, debemos siempre doblar la r, pues adquiere un sonido fuerte. Así, por ejemplo, cuando juntamos guarda y ropa, la nueva palabra, guardarropa, debe tener el dígrafo rr. Lo mismo sucede con portarretrato, taparrabo, pelirrojo, entre otras.

El único caso especial en el que las palabras compuestas conservan la tilde que le impone uno de sus ‘padres’ es en los adverbios terminados en -mente. Solo en estos casos, aunque la palabra suene como grave (con el acento en la penúltima sílaba) y como regla general no deba llevar tilde, pues termina en vocal, debe mantener la tilde del adjetivo que la compone. Esto pasa, por ejemplo, con útilmente, rápidamente,  difícilmente, etc. Si el adjetivo del que proceden estas palabras no lleva tilde, rige la regla de las palabras graves y estos adverbios no se tildan. Como vemos, este es el único caso en que una palabra nueva hereda totalmente los rasgos de su ‘progenitora’.

Para terminar, entonces, recordemos que, con excepción de los adverbios terminados en -mente, las palabras compuestas son como reinos independientes, con sus propias reglas y su propia escritura.

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Esa rayita que llamamos tilde (2)



La semana pasada hablé de una de las funciones de la tilde: la función prosódica, esa que nos indica qué sílaba lleva tilde de acuerdo con las reglas de acentuación. Hoy hablaré de la función diacrítica: cuando tildamos palabras cuya escritura es igual pero cuyo significado es distinto. En primer lugar, debido al principio de economía que rige la lengua y como regla general del español, las palabras monosílabas no se tildan, excepto cuando hay un caso de tilde diacrítica. Así, no tildamos palabras como sol, luz, vio, dio, fue, ti; pero tildamos dé (del verbo dar), sí (adverbio de afirmación), té (la infusión), más (cuando equivale a cantidad), entre otros casos más.

En la nueva Ortografía de la RAE, publicada en 2010, se eliminaron ciertos casos de tilde diacrítica, precisamente por regirse al principio de economía. Las principales eliminaciones fueron las tildes en los pronombres demostrativos y en el adverbio solo. Bien sabíamos, desde la escuela, que este, ese y aquel (con sus sus femeninos) se tildaban cuando equivalían a pronombres demostrativos, por ejemplo: ‘Éste me gusta’ o ‘No veo a aquél’; sin embargo, ahora no deben tildarse, pues la RAE indica que según el contexto el lector sabrá si se trata de un pronombre o de un adjetivo.

En relación con solo pasa algo parecido: se tildaba cuando se trataba del adverbio que equivale a solamente (por ejemplo: ‘Publicó sólo cinco libros’) y no se tilda cuando es adjetivo (‘Publicó un solo libro’). En la nueva Ortografía se establece que solo no se debe tildar, pues, como sucede con los demostrativos, el contexto ya nos indica si es adjetivo o adverbio. Cabe anotar, eso sí, que estas tildes diacríticas (en los demostrativos y en solo) eran opcionales desde 1959; ahora la RAE no proscribe todavía estas tildes, pero indica que ya no es necesario usarlas. Por lo tanto, si usted suele tildar este, ese, aquel  y solo, puede dejar de hacerlo, antes de que la RAE considere que este uso ‘caduco’ es un error ortográfico.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Un lustro

Aunque siempre me ha parecido feísima la palabra lustro, eso es lo que cumplimos hoy: cinco años con De las palabras a los hechos. Cinco años de pensar y de reflexionar acerca de nuestro hermoso idioma, de reírnos con las cosas que encontramos y también de 'llorar' al mirar cómo se maltrata al querido español. La novedad de este año es que al fin saltamos a papel, un motivo de orgullo y de mayor compromiso, sin duda. Gracias a todos los que me leen y opinan (y a los que no opinan también). ¡Ahora vamos por la década!

domingo, 20 de mayo de 2012

Esa rayita que llamamos tilde


El español, como otros idiomas, tiene un sistema de acentuación gráfica, representado por la tilde.  El uso de esta se generalizó en el español recién a mediados del siglo XVIII y desde entonces se establecieron sus dos funciones: prosódica y diacrítica. Es decir, indica la sílaba que lleva el acento en una palabra y diferencia palabras que se escriben igual pero tienen significados distintos.
Hay que tomar en cuenta que no todas las palabras se tildan, pues el español se rige por el principio de economía. Por lo tanto, solo se tildan las palabras que de alguna manera no cumplen con la norma general. El caso más común es el de las palabras graves, aquellas que tienen el acento en la penúltima sílaba. Estas son las más frecuentes en el español y la mayoría de ellas termina en n, s o vocal; así, solo se tildan aquellas que no se rigen a esta ‘normalidad’: las que terminan en cualquier otra consonante. En cuanto a las agudas, solo se tildan si acaban en n, s o vocal, pues lo común es que estas, que llevan el acento en la última sílaba, terminen en cualquier otra consonante. Y en relación con las esdrújulas y las sobresdrújulas, siempre se tildan porque son poco comunes.
Vemos, entonces, que es muy fácil distinguir cómo nuestro idioma economiza en su sistema de acentuación gráfica. Sin embargo, hay un mito de economía que debe eliminarse, ese que dice que las mayúsculas no se tildan. Las mayúsculas sí se tildan: el hecho de que una letra sea gráficamente más grande que otras no quiere decir que esté exenta de llevar tilde donde la norma lo dicta.  Las mayúsculas deben tildarse siempre que sea necesario;  así que, si usted es de esas personas que escriben solo con mayúsculas para no tildar, destierre el mito  y deje de economizar.

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domingo, 13 de mayo de 2012

Las dos caras del verbo haber


Haber es un verbo muy particular, pues tiene características especiales que lo diferencian del resto de verbos. En primer lugar, cumple la función auxiliar, esto quiere decir que de alguna manera carece de significado pero contribuye para que otros verbos lo tengan. Los verbos auxiliares, como haber, dan al verbo principal características de tiempo, número y persona que solo no tendría. Por ejemplo, si decimos ‘hemos comido’,  el verbo principal es comer, pues es el que tiene significado. Sin embargo, este verbo por sí solo no nos da mucha información; necesita del verbo haber para que sepamos quién habla y en qué tiempo. Entonces, la primera función de haber es la de auxiliar, en este caso este verbo puede ser conjugado en todas las personas y en todos los tiempos.
Sin embargo, la otra cara de haber como verbo principal es mucho más especial. Cuando denota existencia, este verbo es impersonal, es decir,  solo puede ser conjugado en tercera persona del singular. Es muy común encontrar errores como estos: ‘En la marcha hubieron varios participantes’ o ‘Se espera que hayan quejas’. Lo correcto en estos casos es ‘hubo varios participantes’ y ‘se espera que haya quejas’, pues, como vimos, cuando el verbo haber tiene un significado pleno solo puede conjugarse en tercera persona del singular. Esta regla rige también cuando haber es el verbo principal de alguna perífrasis,  por ejemplo, no podemos decir que ‘estaban habiendo varias señales’, lo correcto es ‘estaba habiendo varias señales’. Recordemos que en este caso hay un verbo auxiliar, que, como haber en otras ocasiones, le presta al verbo principal sus características de tiempo, número y persona.

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domingo, 6 de mayo de 2012

Verbos con personalidad


En español tenemos, entre los tipos de verbos, a los pronominales. Estos necesitan de un pronombre para completar su significado, pues este permite que la acción del verbo recaiga sobre quien la ejecuta.  Ejemplos de estos verbos son arrepentirse o fugarse, pues las acciones recaen sobre quien las realiza: yo me arrepiento (nadie lo hace por mí) o él se fuga (la acción recae sobre la misma persona). Sobre este último verbo, es incorrecto el uso sin pronombre, no podemos decir “los delincuentes fugaron”, lo correcto es “se fugaron”.
Hay otros verbos que no son exclusivamente pronominales, pero que en ocasiones necesitan del pronombre para tener un significado específico. Por ejemplo, entrenar. Cuando el verbo entrenar no tiene pronombre es transitivo: alguien entrena a otro. Cuando cuenta con el pronombre, en cambio, la acción recae sobre quien la ejecuta. Es muy común escuchar en las noticias deportivas expresiones como: “La selección entrenó ayer” o “Los atletas entrenaron el fin de semana”. Estas son incorrectas porque lo que se quiere decir es que la selección y los atletas se entrenaron, o sea, estuvieron a cargo de su propio entrenamiento.
Otro caso también muy común es el del verbo clasificar. Cuando no lleva el pronombre se refiere a poner en orden varias cosas; sin embargo, cuando lo lleva significa pasar a la siguiente etapa en una clasificación. Podemos decir, por ejemplo, que alguien clasifica los libros de la biblioteca por materia, pero no que un equipo clasificó a las semifinales. Lo correcto, en este último caso, es que el equipo se clasificó.
Como vemos, es necesario incluir el pronombre en ciertos verbos para que tengan determinado significado. A veces sucede que de tanto escuchar el error tendemos a pensar que es correcto, sin embargo, nunca está de más consultar un diccionario. Si ve que el verbo consultado tiene la marca ‘prnl.’ quiere decir que el verbo precisa de un pronombre, como parte de su ADN.

Publicada en Cartón Piedra

domingo, 29 de abril de 2012

Cuidado con los falsos amigos, lo pueden traicionar


En la gramática, como en la vida, existen los falsos amigos;  se parecen a aquellos que nos dan puñaladas por la espalda, pues pueden hacer que lo que escribimos sea en realidad muy distinto a lo que queremos expresar. Los falsos amigos son aquellas palabras de otras lenguas que suenan muy parecidas a palabras que usamos en español, pero que tienen significados distintos, tan distintos que, si no nos ponemos las pilas, pueden generar una tragedia.
Por ejemplo, uno de los falsos amigos más crueles y devastadores es la palabra inglesa billion, casi igual a nuestra española billón, pero con la cual tiene varios ceros de distancia. Billion, en inglés, significa mil millones; en español, en cambio, significa un millón de millones. En inglés suena lógico decir que hay “six billion people in the world”, es decir, seis mil millones de personas en el mundo; pero sería absurdo hacerle caso a este falso amigo e interpretar la frase como si hubiera ¡seis millones de millones de personas en el mundo! Imagínese usted tremenda sobrepoblación. Algo parecido pasa con el francés décade, que se refiere a un período de diez días, no a diez años como falsamente nos sugeriría nuestro “amigo” (entre décade y década hay aproximadamente 3640 días de diferencia).
Hay muchos otros casos de falsos amigos, como el inglés lyric, que no puede traducirse como lírica sino como letra (de una canción); o el italiano autista, que debe significa conductor o chofer, no persona que padece autismo, o el portugués esquisito, que no significa delicioso sino extraño o raro.  En fin, la lista es larga, tan larga que hay que tener mucho cuidado, aunque en realidad, como en la vida, solo hay que estar atento a las señales y evitar a los falsos amigos.

Pueden encontrar esta columna en la nueva edición de Cartón Piedra

domingo, 22 de abril de 2012

¿Economía lingüística o ley del mínimo esfuerzo?


Spro k ud ntiend lo k stoy scribiend. ¿Lo entendió? Si no lo entendió seguramente pertenece a la generación de los migrantes digitales, que, como yo, aprendieron a redactar los mensajes con palabras completas. Sabemos que uno de los principios para establecer la norma en las lenguas es la economía lingüística: utilizar la menor cantidad de palabras para expresar lo que se quiere decir. Pero, en la actualidad, con los mensajes de texto, ¿se aplica realmente este principio o se recurre a la ley del mínimo esfuerzo? En realidad, es obvio que se trata de pereza lingüística más que de economía, o de una economía tan básica que es capaz de pasar por encima de cualquier norma hasta convertir a la lengua en algo ininteligible.

Es muy distinto hablar de la economía lingüística que aplicamos al acortar algunas palabras que  han llegado a formar parte del español estándar, como cine, tele, bici, foto o trole.  También podemos hablar de economía lingüística cuando evitamos circunloquios o redundancias, como los tan usados volver a repetir o volver a rehacer (recordemos que el prefijo re- significa repetición, por lo tanto con repetir o rehacer nos basta, no es necesario reiterarlo con el verbo volver).  En estos casos, y en otros más, podemos ver cómo la economía no afecta al lenguaje sino que ayuda a ahorrar espacios o palabras sin restarle comprensión al texto.

Recordemos que en nuestro idioma son básicas las vocales, no podemos prescindir de ellas, por lo tanto, escribir q o k en lugar de que, o m e lugar de me, no es modernizar al español sino apocarlo y quitarle su riqueza léxica. Las letras están ahí no solo para ser pronunciadas, también lo están para ser escritas, aunque eso implique gastar en un mensaje más.

Publicado en la revista Cartón Piedra, no dejen de leerla.

De las palabras a los hechos, nueva columna semanal

Desde hoy De las palabras a los hechos se publicará como columna semanal en la revista Cartón Piedra, de diario El Telégrafo. Claro que no por eso este blog desaparecerá, seguiremos aquí y allá. Pueden seguirnos también por Twitter en @palabrasyhechos.

domingo, 19 de febrero de 2012

"Utensillo"


En el español ecuatoriano, por alguna extraña razón fonética, se tiende a pronunciar la palabra utensilio como si tuviera doble l, es decir, "utensillo". Cada vez es más extendido este uso, pero es un error muy desagradable, tanto de pronunciación como de escritura. Recientemente encontré esto en un museo, qué vergüenza. Así que recuerden, queridos amigos, que la palabra correcta es utensilio, no "utensillo".