miércoles, 12 de diciembre de 2007

Otra vez los pronombres

Como habíamos visto en un artículo anterior, la función de los pronombres es la de reemplazar al nombre. Así de simple. Pero son cada vez más las veces en las que leo y escucho frases como estas: 'María la llamó a su madre', 'El Presidente le pidió cautela a la Asamblea', 'Lo atacaron a Manuel', 'El jefe le dio el visto bueno al contador'... En fin, de tanto escucharlas y hasta decirlas, estas frases pueden parecer normales, ¿o no?

Pues no lo son. Ya hemos visto que el pronombre reemplaza al nombre, entonces, si el nombre consta en la oración, no es necesario convocar al pronombre. Si tanto el pronombre como el sustantivo están efectuando la misma función el la frase, estamos frente a un caso de duplicación.

Analicemos las frases de arriba. 'María la llamó a su madre' y 'Lo atacaron a Manuel'. Aquí, tanto su madre como el pronombre la (en el primer caso), y Manuel y el pronombre lo (en el segundo) cumplen la función de objeto directo, no tenemos dos objetos directos sino uno solo duplicado. Podemos suprimir uno de los objetos y se entiende perfectamente y nos libramos del enredo: 'María la llamó' (se entiende si el interlocutor sabe a quién llamó María) o 'María llamó a su madre'. 'Atacaron a Manuel' o 'Lo atacaron' (si el interlocutor está al tanto del suceso).

En 'El Presidente le pidió cautela a la Asamblea' y 'El jefe le dio el visto bueno al contador' también tenemos casos de duplicación, ahora de objeto indirecto. En la primera frase el pronombre le y la Asamblea cumplen la misma función, como en la segunda oración le y el contador. Entonces, si escribimos 'El Presidente pidió cautela a la Asamblea' o 'El Presidente le pidió cautela', y 'El jefe dio el visto bueno al contador' o 'El jefe le dio el visto bueno', tenemos oraciones clara y mejor estructuradas, sin desperdiciar recursos.

El asunto, como vemos, no es difícil, a veces con el tráfago cotidiano no nos damos cuenta de lo que decimos. Sí, es cierto que la vida ya es bastante complicada como para pensar en los pronombres, entonces, si no hacen falta no los utilicemos. Así de sencillo.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Con todo y abrigo

Esta era una frase que siempre repetía un conocido cada vez que veía escritas expresiones como 'sobretodo los niños disfrutaron del espectáculo' o 'diciembre es un mes frío, sobretodo en los últimos días'. Pues sí, fíjense que estas frases tienen hasta abrigo. ¿Por qué? Veamos lo que nos dice el DRAE acerca de sobretodo (así, como una sola palabra):

sobretodo.
1. m. Prenda de vestir ancha, larga y con mangas, en general más ligera que el gabán, que se lleva sobre el traje ordinario.
2. m. Am. Abrigo o impermeable que se lleva sobre las demás prendas.

En efecto, un sobretodo es un abrigo y con mucha frecuencia se confunde a esta palabrita con la locución adverbial sobre todo (dos palabras), que significa especialmente, y que es lo que quieren significar frases como las de arriba. Claro, lo correcto es 'sobre todo (especialmente) los niños disfrutaron del espectáculo' o 'diciembre es un mes frío, sobre todo en los últimos días'.

Eso, y no olviden usar su sobretodo, sobre todo en estas noches tan frías de diciembre.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Mariposas

Por toda la ciudad anda esta publicidad de una crema: 'Hazlo sentir mariposas otra vez'. Y en la foto una pareja, tan feliz, tan enamorada, ajena a la barbaridad sintáctica que presagia el resurgimiento de la pasión.

En fin, creo que nadie lo nota pero yo sí. El problema está en ese hazlo fatídico. Otra historia sería si en lugar de decir hazlo dijera hazle. A ver, resulta que tanto lo como le con pronombres. Lo que hace un pronombre es reemplazar al nombre cuando este no consta en el enunciado. Claro que depende de qué función cumpla el nombre dentro de la oración para decidir qué pronombre utilizamos. Aquí está tema, pero ahora solo hablaré de le y lo, que son los que me ocupan.

Veamos: la función del pronombre le (y su plural les) es la de reemplazar al nombre cuando es objeto indirecto. Lo (su plural los y los femeninos la y las), en cambio, es el encargado de reemplazar al objeto directo. Entonces, ya con esta especificación, podemos ver dónde está el error de la frase que generó este artículo.

Diseccionemos la oración: Sujeto: tácito, como el verbo es imperativo el sujeto no consta, pero es un tú. El verbo: haz. Objeto directo: mariposas (pues nos preguntamos ¿qué haces sentir a Juan? (supongamos que se llama Juan). Objeto indirecto: el hipotético Juan (¿a quién haces sentir mariposas?). Entonces, el nombre omitido en la oración y que debe ser reemplazado por el pronombre es nuestro hipotético Juan, es decir, el objeto indirecto. Por lo tanto, el pronombre que debe acompañar al verbo es le y no lo. La frase del anuncio de la crema antiarrugas debió ser 'Hazle sentir mariposas otra vez'.

Eso, así de simple. Lástima que tanta simplicidad toque pocas veces a nuestros publicistas.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

El asunto de los tópicos

En inglés, la palabra 'topic' significa tema, asunto. En español, aparte de hacer referencia a un lugar determinado, tópico es una palabra o frase trivializada, convertida en cliché. Es decir, en nuestro idioma, tópico equivale a lugar común.

Gracias (¿?) a la influencia del inglés, es muy común leer o escuchar en el español expresiones como: 'En esta conferencia expondré los siguientes tópicos' o 'Los tópicos que se analizaron en la reunión fueron la educación y la salud'. Quienes las dicen o las escriben probablemente piensen que esa palabrita, 'tópico', da elegancia a sus frases. Falso, totalmente falso. Para quienes no conozcan los matices del idioma pueden sonar elegantes, para quienes sí conocen los vericuetos del español y el engaño de los falsos amigos, las frase será absurda.

Por tratar de parecer 'glamurosos', muchas veces caemos en frases erróneas, usamos palabras equivocadas, traducimos mal lo que leemos. Al contrario, lo que da elegancia a lo que escribimos es precisamente la sencillez, el recurrir a las palabras precisas, a esas de las que dispone nuestro riquísimo español.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Correctores y contenidos

"No debió haber corregido el libro un corrector, sino alguien que además de fijarse en la ortografía y la gramática se fije en lo semántico". Lo escuché hoy, en una reunión y la verdad me preocupó un poco.

¿Cuál es la percepción que se tiene de los correctores? ¿Los correctores son, en efecto, las personas que se fijan únicamente en la ortografía o también van más allá? Veamos, según lo que he escuchado y lo que he preguntado, son muchas y muy variadas las percepciones que se tienen acerca del oficio del corrector. Estas tienen que ver, sobre todo, con la cercanía de quien tenga estas ideas con el oficio de la corrección, ya sea como corrector, como editor o como escritor. Además, tienen que ver con la humildad con la que uno se acerque al hecho de que alguien revise el producto que edita o que escribe.

Por un lado, hay mucha gente consciente de que la labor del corrector es una labor indispensable dentro del proceso global de la edición. Si bien en artículos anteriores me quejé de la poca atención que se nos da, también es necesario hablar de quienes sí nos consideran importantes y necesarios. Pues sí, la labor de un corrector va más allá de fijarse en la gramática y en la ortografía. Es verdad que estos son los dos aspectos que más debe tomar en cuenta quien corrige, pero tampoco debe quedarse en ellos.

Un corrector debe afrontar la obra que revisa desde todos los frentes, asumiéndose, especialmente, no solo como trabajador sino también como lector. Para que un producto editorial pueda ser atractivo para los lectores, debe ser amigable, accesible, y es aquí donde entra el corrector. Un escrito plagado de faltas ortográficas y sintácticas es patético, ilegible; pero también lo es un producto enrevesado, desordenado, contradictorio. El corrector no puede solo alertar sobre errores ortotipográficos si, como lector, lo que está revisando no le resulta legible. Si se encuentra con algún error semántico o de contenido, es su deber y su obligación alertar acerca de eso. Mal haría en realizar únicamente la labor mecánica de 'corrigeortografía' si nota que lo que está leyendo no es amigable para el público.

Muchos artículos se han publicado acerca de hasta dónde llega la injerencia de un corrector dentro de un texto. Es verdad que el corrector no está ahí para 'inmiscuirse' en el contenido, pues para eso está el editor, pero tampoco puede quedarse callado si tiene la oportunidad de alertar acerca de un error terrible que ha hallado y no está 'dentro de su campo laboral'. La última palabra, cierto, siempre la tendrán el editor y el escritor, pero es innegable que gracias a la ayuda de los correctores numerosos escritos se han salvado de contener errores de contenido vergonzosos.

En algún párrafo previo hablé de la humildad. La humildad del escritor y del editor también son fundamentales en la percepción que se tiene de los correctores, pues hay muchos que porque escriben un libro o porque lo editan piensan que no necesitan ser corregidos o revisados. Más que cuestión de humildad, diría que es cuestión de lógica. Cuántas veces no ha sucedido que escribimos algo y por más que lo revisamos no encontramos errores. Siempre es necesario un ojo 'foráneo' que vea lo que hacemos con un criterio objetivo y aquí entra el deber del corrector: es el lector 'de afuera' y su visión objetiva le permite descubrir aquello que no es evidente a los ojos de quien lo escribe y está tan acaramelado con su 'hijo' que lo ve perfecto.

Creo que ya me he extendido demasiado. Como conclusión, solo quiero anotar que hace falta entender un poco que la labor del corrector no es tan limitada como parece, al ser parte de un equipo su labor principal es la de ayudar a que el producto salga bien hecho y debe ayudar en lo que pueda, aunque fundamentalmente su trabajo sea especializado. Y esto no va dirigido solo a los escritores y editores, también se un llamado a los correctores para que no se limiten si encuentran algo que está fuera de 'su campo'.

martes, 6 de noviembre de 2007

Esos lugares comunes

Ay, los lugares comunes, los lugares comunes. No, no hablo de esos sitios en los que confluye mucha gente y por eso se vuelven comunes. Un lugar común, según recoge muy bien el DRAE, es 'una expresión trivial, o ya muy empleada en caso análogo'. es decir. una expresión que de tanto repetir pierde toda su fuerza y todo su valor.

Los discursos, los medios, la publicidad... están plagados de lugares comunes. Por ejemplo, todo se encuentra en la cuerda floja cuando está en problemas. Todo sale a la palestra cuando se hace visible. Todo se entrega a cuentagotas cuando una institución no ha obtenido lo que cree merecer. Todo se está en el ojo de la tormenta cuando es el centro de una discusión. Ninguna mujer debe ser tocada ni con el pétalo de una rosa. Cualquier risa es fresca como un manantial y todas las suegras son unas brujas. Y etc., etc., etc. Podría llenar párrafos y párrafos de lugares comunes.

Cuando un lugar común surge, generalmente es visto como una frase genial, como una metáfora alucinante que nos ahorra muchas palabras y nos convierte en poetas. El problema es que estas frases geniales se trivializan y se vuelven en un recurso fácil para cualquiera que no tenga mucho que decir.

Ludwig Wittgenstein repite en varias ocasiones que el universo de un hombre es exactamente del tamaño de su léxico. Absolutamente cierto. Cuando recurrimos a lugares comunes en nuestro lenguaje, lo único que hacemos es demostrar que nuestro universo es muy pequeño, poco creativo, perezoso, facilista. Probablemente haya pocas cosas que decir, pero hay millones de maneras de decirlas, solo hace falta tomarnos un tiempo y ser originales, pero, ojo, que esa originalidad no nos lleve a manosear el lenguaje hasta vaciarlo.

lunes, 5 de noviembre de 2007

¿Por qué no estamos en la páginas amarillas?

Recordé la publicidad de Páginas amarillas de hace algunos años: en la reunión de directorio el jefe pregunta al subordinado por qué su empresa no está en las páginas amarillas, este pregunta pregunta lo mismo a su subordinado y sigue así la ronda de cuestionamientos hasta que la sirvienta ya no tiene a quien preguntar. Y la respuesta queda en el aire: ¿por qué no estamos en las páginas amarillas?

Los correctores nunca estamos en las páginas amarillas, supongo que a nadie se le ocurrirá recurrir a ellas para buscar alguien que corrija su libro, su informe, cualquier cosa. Hace algún tiempo que me surge otra pregunta: ¿por qué no estamos en los créditos? Sí, señoras y señores, ¿por qué los correctores no estamos en los créditos de los diarios, libros, informes, reportajes, en fin, en los mil productos editoriales que ayudamos a adecentar? Sí, sé que la pregunta es exagerada, a veces sí constamos, pero ese constar no debería ser una excepción a la regla, sino la regla. No es un capricho, es un derecho adquirido.

Ya es bastante el tiempo que llevo luchando (sí, luchando, no exagero) para que mi equipo de corrección conste en los créditos de cada uno de los productos que publica el grupo para el que trabajo. Vamos, en los créditos de todos los productos consta siempre el que es y el que no es, a saber: editores, redactores, colaboradores, conceptor editorial, editor de diseño, maquetadores, infógrafos, fotógrafos, gerentes y distribuidores; de hecho solo faltan el auxiliar de flujo y, claro está, los correctores.

Pero ¿es que la corrección de estilo no participa en el proceso editorial? ¿Acaso los correctores no formamos parte del equipo que publica un producto bien hecho, legible, atractivo? ¿Es que es una vergüenza para los eruditos el que el mundo se entere de que necesitan que alguien corrija sus textos? Preguntas sin respuesta... Oigo los grillos de la prensa formar un coro: cri cri. Nadie dice nada. Simplemente no estamos en los créditos.

Seguramente hay quien piensa que la exigencia, la insistencia (la obsesión, según mis jefes), para que nos incluyan en los créditos de cada producto no es sino una aspiración enfermiza por figurar, por ver nuestros nombres impresos en el olimpo de los hacedores de ediciones. No, yo no lo veo así, yo solo lo veo como la aspiración genuina de que el lector sepa que hay alguien que corrige lo que lee, que lo que ha llegado a sus manos no es un producto descuidado, lanzado al mundo sin la previsión del estilo. Es la necesidad, incluso, de que la gente mi departamento sienta que es parte del equipo que ha hecho realidad el producto, que se sienta parte y haga un mejor trabajo porque ve su nombre ahí, porque es su responsabilidad sacar algo bueno, porque existe.

En fin, para existir todo debe ser nombrado. Nosotros también. Simplemente no basta la satisfacción interna de saber que contribuiste. Eso basta cuando haces una obra social y esto no lo es, es un trabajo, son horas de concentración, son años de aprendizaje, son criterios y son derechos. Los correctores también existimos (como el sur). Allá, en el Olimpo, tampoco notaban la existencia de Hefesto, pero sin sus trabajos, sin sus metales y sus armaduras, ningún guerrero hubiera vencido una batalla.

martes, 30 de octubre de 2007

Intereses editoriales

Esta vez no voy a hablar directamente del español, voy a compatir un sueño.

Como preámbulo (ojo que no he dicho 'previa'), empecé este mes un máster en Edición y una de las primeras preguntas que nos plantearon en un foro (el máster es virtual) fue cuáles son nuestros intereses editoriales. Es decir, hacia dónde vamos a orientar nuestra posible editorial y, sobre todo, nuestro primer catálogo. Una pregunta tenaz, ¿cierto?

Pues resulta que le he dado muchas vueltas porque no tenía del todo claro hacia dónde quería llevar mi negocio editorial. Entonces empecé a soñar... Mi sueño, como futura editora, es acercar a la gente común y corriente al español. Publicar productos buenos, atractivos, agradables, accesibles, que hagan que quienes hablamos español nos sintamos cercanos y responsables por nuestro idioma.

Algo que me llama la atención, tanto cuando doy clases de lenguaje en la universidad como cuando me dedico a mi trabajo de correctora, es el poco respeto y el poco conocimiento que se tiene del idioma. A veces estos 'atrevimientos' no son tanto por ignorancia, sino más bien porque no tomamos conciencia de la cercanía que tenemos con nuestro idioma, de cómo nuestro universo se va configurando gracias a que somos capaces de nombrar las cosas y utilizar el código maravilloso y extensísimo que es el español.

Creo que el asunto, en varias ocasiones, no depende tanto de la gente de a pie; tienen mucha culpa también las instituciones que norman el lenguaje y los maestros, entre otros, simplemente porque, por darse aires de erudicción, han alejado al español de quienes lo hablan, y han convertido sus normas en palabras 'mayores' que no entiende cualquiera.

Mi sueño es que el español esté más cerca de todos, que cualquiera que lo hable se sienta capaz de defenderlo, de construirlo, de amarlo. Podemos simplificar las normas, bajarlas de sus pedestales y lograr que caminen por la calle, que anden de boca en boca, que se discutan, que se conozcan, que se palpen, se saboreen, se entiendan y se amen.

Quizá estoy muy por las nubes al querer formar una editorial que esté ante todo concentrada en el español y en la gente que lo habla, quizá, pero es un sueño, salud por seguir soñando (ya les contaré cómo me va).

lunes, 29 de octubre de 2007

Las comas incómodas

Últimamente, en el diario en el que trabajo ha proliferado una extraña fiebre: omitir los verbos en los titulares y reemplazarlos por comas. De un tiempo acá es muy común encontrarse, sobre todo en la portada, con titulares como: 'El fondo de reserva, listo para los afiliados' o 'Cristina, presidenta'.

Personalmente no me molestan estos signos, lo que de pronto sí me incomoda es la proliferación de ellos en lugar de escribir oraciones completas. Veamos, ¿cuál es la función de la coma en estos títulos? La de reemplazar al verbo que ha sido omitido. Entonces, en lugar de escribir 'El fondo está listo' o 'Cristina fue elegida presidenta', recurrimos a la coma salvadora, pues el espacio para titular generalmente suele ser demasiado pequeño para todo lo que se quiere decir.

Hasta aquí todo bien. Ahora, el problema es que desde varios frentes se elevan voces que sugieren prescindir de esas comas ¡y tampoco poner el verbo! ¡Horror! Es decir, que se escriba 'Cristina presidenta' o 'El fondo de reserva listo'. Sugerencia herética contra las santas normas de nuestro español, a mi modo de ver.

Creo que he repetido hasta el cansancio que actualmente, según lo reconoce la RAE, son los medios los que dictan las normas. La responsabilidad que cae sobre nuestros hombros, como medios de comunicación, es enorme y a la vez muy interesante. Nuestra principal arma es el idioma y por él debemos velar, pues somos los responsables de que se lo respete o se lo pisotee.

Por lo tanto, empezar a darnos licencias como omitir comas donde deben ir o no escribir oraciones completas e inteligibles repercute en la norma que el lector va adoptando. No podemos dejar que la pereza o el facilismo vayan contra nuestra labor de informar y velar por el español, por nuestro español.

sábado, 27 de octubre de 2007

El Día de los Correctores

Alguna vez un amigo me preguntó si había escuchado a algún niño decir que de grande quería ser corrector de textos. Interesante pregunta. Y simple respuesta: no, nunca en mi vida he escuchado a un niño decir que de grande quiere ser corrector. Es más, ni siquiera he escuchado a los universitarios decir que quieren ser correctores. A modo de anécdota, cuando cursaba la licenciatura, a finales del siglo pasado, la universidad tuvo la brillante y visionaria idea, según lo que pienso hoy, de abrir una tecnología en Corrección y nadie, nadie se inscribió porque no considerábamos necesario especializarnos en algo así si éramos duchos en todas las competencias que implicaba la corrección. Y, además, ¿de qué servía tener en el currículum un título en Corrección si nadie sabía lo que era eso? Insensatos, deben haber pensado nuestros visionarios profesores.

En fin, después de todas esas insensateces la vida me fue llevando por caminos extraños, hasta ser precisamente lo que no soñé: correctora. Y lo más paradójico es que aquello que pensé, en mi época universitaria, que no servía para nada es lo que ahora me da de comer y me llena de satisfacciones. Sí, al final descubrí precisamente en la corrección la profesión que me gusta y a la que quiero dedicarme al menos por un tiempo.

Ser correctora, obviamente, no es una tarea fácil. Hay mucha gente que piensa que la tarea de un corrector es simplemente la de poner y quitar comas, encontrar faltas ortográficas, descubrir tildes mal ubicadas y arreglar una que otra oración. Es más, muchos piensan que la labor del corrector puede ser fácilmente reemplazada por la de la computadora. Hay muchos diarios que incluso prescinden de los correctores, por considerarlos un empleo innecesario.

Corregir, para mí, es mucho más que la labor mecánica de descubrir errores. Un corrector es el primer lector de cualquier escrito. Es el que se esfuerza por hacer del producto algo inteligible, digerible y accesible para el público. Y esta no es una labor sencilla, como ya anoté, es una labor de hormiga, es leer con todos los sentidos y no solo leer, es entender y buscar la manera en la que el lector sienta que lo que lee no le es hostil.

Durante los años que llevo en esta profesión me he encontrado con muchas ingratitudes, con jefes que miran al departamento de corrección como la última rueda del coche, con gente que no entiende cuando le dices que eres correctora, con escritores egocéntricos que no aceptan una sugerencia o un cambio. Claro que también me he encontrado con correctores que se toman el oficio como un pasatiempo y hacen cambios innecesarios en los textos o exageran su injerencia en ellos. Sí, me he encontrado con correctores que hacen que una se sienta avergonzada. En fin, de todo hay en la viña del Señor.

Eso, ser corrector es de alguna manera ser muchas veces incomprendido, menospreciado, pero también tiene enormes satisfacciones cuando lees un texto publicado que tú has corregido y sabes que si no hubiera sido por tu ayuda no estaría tan bien hecho. Pocos te dan las gracias o algún crédito, pero lo satisfactorio es ver que eso que estuvo en tus manos salió de ellas mucho mejor.

Hoy, 27 de octubre, es el Día del Corrector. Este día se celebra como recuerdo de Erasmo de Rotterdam, el primer corrector, y fue instaurado por la Fundación Literae hace pocos años. Es probable que pocos sepan que hoy se celebra nuestro día, pero va este homenaje a todos los que piensan que el idioma y su corrección son aún algo importante, algo que dice mucho de quien escribe, algo que habla mucho de lo que se espera de quien lee. Salud, correctores.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Los fieles seguidores de Yoda

Casi siempre, cuando leo o escucho el lenguaje de los medios, y no solo de los medios sino de políticos, académicos y gente de a pie, no puedo evitar recordar al maestro Yoda, ¿lo recuerdan? Es ese jedi verde y orejón, extremadamente sabio y poseedor de la fuerza. Pero ¿qué tienen en común un sabio como Yoda con el lenguaje de los medios? Pues es obvio que no la sabiduría. Lo que tienen en común es la sintaxis.

¿La sintaxis? Pues sí, veamos. Yoda no habla bien el idioma de los humanos, porque no es un humano. Durante toda la saga se le van frases como: 'Te envío la fuerza toda yo' o 'Ha la guerra empezado' y muchas otras de ese estilo. Es lógico que Yoda no maneje bien la sintaxis del idioma porque no es su idioma. A todo esto, seguramente se preguntarán qué es la sintaxis. Es la parte de la gramática que se nos dice cómo se coordinan y se unen las palabras para construir oraciones y expresar ideas.

Yoda no maneja la sintaxis, ya lo hemos visto. Los medios tampoco. Es común leer frases como 'El quintal de harina a USD22 se oferta' o 'Sus hermanos lo tildaron de ladrón de gallinas a Luis'. Como diría Condorito: PLOP. Es absolutamente terrible encontrarnos con frases estructuradas de esa manera, es terrible y doloroso (sí, quizá piensen que estoy exagerando, pero cuando alguien trabaja con el español todos los días y lo ama, es doloroso ver cómo lo estropean sin piedad y públicamente).

La verdad, cuando encuentro expresiones así de groseras no puedo entender cómo es la lógica de la persona que las formula. La estructura básica de sintaxis en el español es muy simple: Sujeto-verbo-objeto. Si seguimos esta receta no hay por dónde perdernos. Veamos los dos ejemplos del párrafo anterior: 'El quintal de harina a USD22 se oferta'. Es obvio que no sigue nuestra fórmula básica. Vamos por partes: el sujeto es El quintal de harina. El verbo es se oferta. El objeto, en este caso circunstancial, es a USD22. Definitivamente no hay pierde, la oración correcta e inteligible es 'El quintal de harina se oferta a USD22', mucho más comprensible, ¿no?

Veamos el segundo ejemplo: 'Sus hermanos lo tildaron de ladrón de gallinas a Luis'. El sujeto es Los hermanos de Luis. El verbo: tildar. El objeto directo: Luis (pero por no repetir su nombre lo reemplazamos con el pronombre lo). Los objetos circunstanciales: de ladrón de gallinas. Entonces, la oración correcta sería: 'Los hermanos de Luis lo tildaron de ladrón de gallinas'. Mucho más simple, mucho más elegante.

En fin, Yoda ha sido absuelto por sus incoherencias sintácticas, al fin y al cabo es un jedi y todo el mundo le entiende. Pero ¿qué haremos con los errores sintácticos que se repiten con abrumadora frecuencia en los medios? No más leerlos, diría Yoda. Les más exigir, continuaría. Y que la fuerza nos acompañe.

sábado, 21 de julio de 2007

Las previas, lo previo

Empecemos por algo: previo y previa son adjetivos. Un adjetivo, como ya sabemos de sobra, modifica a un sustantivo. Ergo, previo y previa siempre tendrán que estar ligados a un sustantivo para cumplir su función. Por lo tanto, previo y previa nunca, jamás de los jamases, funcionarán como sustantivos o adverbios.

Entonces, ¿por qué siempre, al menos en las secciones deportivas de los medios, tenemos que encontrarnos con las fastidiosas previas del partido, de la carrera, del campeonato, etc., etc., etc.? Misterio de misterios, aunque la verdad, creo que se debe más a su majestad la pereza, a esa reina que consigue que queramos economizar las palabras y logra que caigamos en ridículo.

Cuando me encuentro con las famosas previas, que cada vez son más comunes, suelo reemplazarlas por preámbulo, que lo que en realidad se quiere decir. Entonces en lugar de escribir 'La previa del partido será a las 17:00', podemos decantarnos por el muy correcto 'el preámbulo del partido será a las 17:00'. Eso.

En lugar de escribir que 'la reunión se llevará a cabo previo a la resolución del comité', que no es ni siquiera claro (no sabemos qué ocurrirá primero), es justo y necesario recurrir a los adverbios adecuados: 'antes de la resolución del comité se llevará a cabo la reunión', mucho más claro, ¿no?.
O podemos acudir al adverbio de la misma familia: previamente. Entonces: 'La reunión se efectuará previamente a la reunión del comité'. ¿Qué tal?

Cuando estudié el máster en la Escuela de Lexicografía Hispánica de la RAE, nuestros profesores, la mayoría académicos, no se cansaban de repetir que ahora, más que la misma Academia, son los medios los que dictan la norma. Es cierto, pero también es muy triste cuando vemos publicadas barbaridades y nos parecen tan comunes que no nos damos cuenta y pensamos que es la norma. Esto sucede con previo, me aterra pensar que, siguiendo la norma dictada por los medios, algún día la RAE acepte , con resignación o desfachatez, que previa y previo dejen de cumplir su función de adjetivos. En fin, que se caiga la casona de la Felipe IV si eso llega a suceder.

lunes, 9 de julio de 2007

Por si no ha puesto atención a su entorno

Copio aquí unas recomendaciones que envié a la Redacción del diario donde trabajo.


1) SINO Y SI NO

Un ejercicio sencillo para saber cuándo se escribe sino (conjunción adversativa) y si no (conjunción condicional) es interponer entre si y no la expresión es que. Si cabe esta, si y no van separados.
Por ejemplo:
- El SRI anunció que clausurará el negocio si no paga a tiempo los impuestos. (Esta oración está correcta, pues también podemos decir ‘clausurará el negocio si es que no paga’).
- El diputado al que nos referimos no es de la ID si no del PSC. (En este caso deberíamos escribir sino porque no cabe la expresión es que, no podemos decir ‘no es de la ID si es que no del PSC).
- Nos comentó que ocurrirá un grave problema sino se toman las medidas necesarias para prevenirlo. (Incorrecto, pues aquí sí cabe la expresión es que: Ocurrirá un problema si es que no se toman medidas. Debió escribirse: Ocurrirá un grave problema si no se toman las medidas...).

2) A Y HA

Suele haber confusiones acerca de cuándo utilizar a y cuándo ha. Ha procede del verbo haber y se utiliza cuando este es auxiliar de otro verbo: ha venido, ha ido, ha acompañado, etc. También se utiliza en expresiones como ‘tiempo ha’, ‘años ha’, etc.
A en cambio, es una preposición, por lo tanto son incorrectas expresiones como ‘se va ha estrenar’ o ‘empezó ha actuar’.
Para no cometer errores solo es necesario notar que ha siempre precede a un participio: ha ido, ha vuelto, ha ganado, etc. y, como ya se dijo, en expresiones como ‘tiempo ha’.

3) EN TORNO Y ENTORNO

Es otro error frecuente escribir entorno cuando debe escribirse en torno. La primera palabra es un sustantivo que se refiere al ambiente, lo que rodea a algo o a los elementos necesarios que se requieren para que una actividad pueda realizarse. Por ejemplo: ‘Los niños, al llegar, miran alrededor y se familiarizan con el entorno’, ‘La reunión tuvo un entorno positivo y se efectuó sin inconvenientes’.
En torno, en cambio, es una locución prepositiva que significa alrededor de o acerca de. Por ejemplo: ‘La discusión fue en torno a las preferencias arancelarias’, ‘No hubo ninguna interferencia en torno a la antena’.
Para reconocer si debe escribirse en torno, solo es necesario reemplazar la locución por alrededor o acerca de, si estas expresiones caben, se escribirán dos palabras.
Veamos: ‘La discusión fue en torno a (acerca de) las preferencias arancelarias’, ‘No hubo ninguna interferencia en torno (alrededor de) la antena’.

miércoles, 6 de junio de 2007

Apuntes sobre el gerundio

El gerundio, al igual que el participio y el infinitivo, es una forma impersonal de los verbos. Estas formas impersonales o verboides se caracterizan porque por sí solos no expresan una acción. En el caso del gerundio, siempre necesitará del verbo para significar acción.

La principal función del gerundio es la de complemento circunstancial de modo, es decir, explica cómo se ejecuta la acción del verbo. Veamos unos ejemplos: ‘El Ministro empezó su intervención explicando su relación con Abadi’, ‘El policía rompió la puerta dándole varias patadas’. En estos casos, para saber si es correcta la utilización del gerundio, basta preguntar al verbo principal ¿cómo? Entonces: ¿Cómo empezó el Ministro su intervención? Explicando su relación con Abadi. ¿Cómo rompió el policía la puerta? Dándole varias patadas. En estos casos, el uso del gerundio es correcto.

Es importante también recordar que este verboide expresa simultaneidad, lo que este nos dice sucede siempre al mismo tiempo que lo que nos está contando el verbo. En el español de Ecuador es muy común escuchar frases como ‘vine comiendo’ o ‘vine hablando con Fulanito’. Lo que generalmente queremos dar a entender es que antes de venir comimos o hablamos con Fulanito, sin embargo, lo que en realidad expresamos es que mientras veníamos estuvimos comiendo o hablando con alguien.

Hay que tener presente que cuando usamos un gerundio, que generalmente va pegado al verbo, estamos hablando de dos cosas que suceden al mismo tiempo, una junto a la otra.

Ahora que ya hemos hecho memoria de los usos correctos del gerundio, veamos los usos incorrectos en los que se incurre a menudo:

Como ya se dijo, la función del gerundio es la de adverbio, por lo tanto modifica al verbo. El error más común en el uso del gerundio es cuando lo utilizamos como adjetivo, es decir, modificando a un sustantivo. Observemos: ‘Un barco llevando a los emigrantes arribó al puerto de Manta’. En este ejemplo vemos cómo el gerundio llevando acompaña erróneamente al sustantivo barco, lo correcto es ‘Un barco que llevaba a los emigrantes arribó al puerto de Manta’.

Otro ejemplo: ‘Ayer llegó al Congreso una marcha pidiendo la provincialización de Santa Elena’. El gerundio pidiendo tampoco puede modificar al sustantivo marcha. Lo correcto es: ‘Ayer llegó al Congreso una marcha que pedía la provincialización de Santa Elena’.

Según los gramáticos, únicamente existen dos excepciones a esta regla: hirviendo y ardiendo. Podemos decir, por ejemplo: ‘La multitud se manifestó en el centro con antorchas ardiendo’ o ‘Para destapar las cañerías es necesario echar agua hirviendo en los sifones’.

El segundo error típico es el del llamado gerundio de posterioridad o de consecuencia. Como ya se explicó, el gerundio expresa simultaneidad, algo que sucede al mismo tiempo que la acción del verbo, no antes ni después.

De tanto verlas escritas y escucharlas, a veces hasta nos suenan válidas frases como: ‘La Selección ganó a Perú, dando después la vuelta al estadio’ o ‘Los criminales hicieron explotar el oleoducto, causando un derrame de petróleo en la Amazonia’. En el primer caso, lo que sucede primero es que la Selección gana, luego de eso da la vuelta al estadio, la frase correcta, por tanto, es: ‘La Selección ganó a Perú y dio después la vuelta al estadio’.

En ‘Los criminales hicieron explotar el oleoducto, causando un derrame de petróleo en la Amazonia’, notamos que primero los criminales hicieron explotar el oleoducto y esto causó un derrame de petróleo en la Amazonia. Entonces, lo correcto es: ‘Los criminales hicieron explotar el oleoducto, lo que causó un derrame en la Amazonia’.

Solamente hay un caso en el que es lícito utilizar el gerundio sin un verbo explícito. Este caso se llama gerundio artístico o de pie de foto. Y es en este donde generalmente
se lo utiliza. Por ejemplo: ‘Moncayo, firmando la Declaración de La Paz’ o ‘Méndez, anotando el gol del triunfo’. En estos casos, la coma está reemplazando al verbo tácito: ‘Moncayo está firmando’ o ‘Méndez está anotando’. Hay que subrayar que este uso está restringido únicamente a pies de foto o a nombres de obras de arte.

Como podemos ver, el gerundio no está vetado en todos los casos, para utilizarlo correctamente solo debe recordarse que es un verboide que modifica al verbo y que significa simultaneidad con la acción que el verbo nos indica, por lo tanto siempre debe estar estrechamente unido a él.

domingo, 3 de junio de 2007

En el reino de 'todo había'

Un verbo que siempre suele causar problemas es haber. Primero, este haber cumple dos funciones básicas: como verbo auxiliar y como verbo que denota existencia.

En el primer caso, haber siempre irá acompañado de otro verbo, un verbo principal, que siempre estará en participio. Por ejemplo: 'En los últimos años han ocurrido varios terremotos', 'El Alcalde no ha venido a la inauguración'. En estas dos oraciones podemos ver que la función que cumple haber es la de acompañar a los verbos principales (ocurrir y venir). En este caso, haber puede conjugarse en todas las personas.

En cambio, cuando haber denota existencia, se convierte en un verbo impersonal, esto es, que solo puede ser conjugado en tercera persona del singular: 'Esta mañana hubo varios accidentes en la vía Oriental', 'En la plaza había por lo menos cinco mil personas'. Esta particularidad de haber se remonta al latín, en el cual la construcción habere cuando va con nombre singular o plural acusativo siempre se conjuga en tercera persona del singular, por eso, desde el Diccionario de Autoridades de la RAE (1734) ya encontramos haber en esta función.

Pero ¿qué pasa cuando haber es auxiliar de haber? A ver, resolvamos el trabalenguas. Recordemos que en su función de auxiliar, haber depende del verbo principal. Ya que haber como verbo principal es impersonal, su auxiliar debe respetar esta característica. Veamos: 'Esta tarde no ha habido noticias del Congreso', 'Me sorprendió que no hubiera habido músicos en la presentación'.

Este mismo caso se da cuando haber forma parte de una perífrasis: 'Ayer no pudo haber reuniones en la Presidencia' (sería errado decir 'ayer no pudieron haber reuniones') o 'En estos casos suele haber discusiones entre los transportistas y el Gobierno'.

Como podemos ver, es bastante fácil diferenciar cuándo haber es auxiliar (en este caso se conjuga en todas las personas) y cuándo es impersonal (solo se conjuga en tercera persona del singular), sin embargo, es cierto que resulta mucho más fácil en el lenguaje escrito que en el hablado. Es muy común escuchar en los noticieros de televisión o de radio expresiones como 'Esta tarde hubieron altercados entre los diputados destituidos y los reemplazantes' o 'El Presidente negó que hayan habido problemas con Colombia'. Pues hasta me da dolor escribirlo y cuando lo escucho siento una alerta impresionante en el oído. Es importante recordar que las reglas gramaticales y de sintaxis se dan tanto en el lenguaje hablado como en el escrito, no podemos guardar la compostura cuando escribimos pero no cuando hablamos, o viceversa.

En fin, por último también es muy común escuchar cosas como 'habemos muchas personas que no estamos de acuerdo con la reforma'. Ay, qué dolor. En este caso también rige el el hecho de que haber sea impersonal, pues denota existencia. Puede resolverse el error de varias formas: 'Hay muchas personas, entre ellas yo, que no están de acuerdo con la reforma', o 'Existimos muchas personas que no estamos de acuerdo con la reforma' o 'Somos muchas las personas que no estamos de acuerdo con la reforma', etc. En realidad es cuestión de perder la pereza y buscar una opción correcta.

jueves, 31 de mayo de 2007

La altitud también da de qué hablar

En el trabajo, a menudo se me presentan casos como este: 'La FIFA mantiene el criterio que no se jugará en ciudades de altura'. ¿Qué?

Pues veamos los dos errores de esta frase tan pequeña, errores que son muy comunes en el diario trabajo de escribir. El primero: La FIFA mantiene el criterio que no se jugará. Como que falta algo, ¿cierto? Sí, nos falta una preposición de entre criterio y que. La frase correcta es 'La FIFA mantiene el criterio de que no se jugará'.

Pero ¿por qué? Ya oigo preguntar por ahí a varios periodistas y a varios de mis alumnos. ¿No se está cayendo en un dequeísmo? Pues no, la preposición de y la conjunción que sí pueden ir juntas. ¡Horror! ¡Hereje! Pues no, no estoy cometiendo ningún pecado contra las santas reglas del lenguaje.

La preposición de y la conjunción que pueden, y deben, ir juntas en los siguientes casos:

- Cuando se encuentran después de un sustantivo, que es el caso del ejemplo que nos ocupa (... el criterio de que). U otros ejemplos: 'En el caso de que vengas...', 'Mantuvo la idea de que estaba bien', etc.

- Después de los adverbios de tiempo antes y depués: 'Antes de que llegues, avísame', 'Después de que te aprueben el examen ven a verme'. La RAE también acepta la supresión de la preposición, sin embargo, en Ecuador es más común el uso del de que.

- Después de los verbos pronominales cuyo régimen sea con la preposición de: 'Me alegro de que hayas escrito', 'Nos aseguraremos de que sea un gran día'.

- Luego de adjetivos en cuyo régimen esté la preposición de. 'Estoy feliz de que hayas ganado', 'No estaba convencido de que le iría bien'.

Como podemos ver, hay varias ocasiones en que casar a de con que es correcto en nuestra sintaxis. Un truco fácil, que sirve en la mayoría de casos, es hacerse la pregunta en relación con la oración. Si la pregunta se inicia con 'de que', la oración llevará la preposición.

Veamos un par de ejemplos: Los estudiantes tenían miedo de que el profesor tomara prueba'. La pregunta es ¿de qué tenían miedo los estudiantes? La oración, por lo tanto, está correcta.

'La FIFA aseguró de que se jugará en la altitud'. ¿Oración correcta o incorrecta? Hagamos la pregunta: ¿Qué aseguró la FIFA? La respuesta es: 'La FIFA aseguró que se jugará en la altitud'. Por lo tanto la primera oración es incorrecta y ahí sí se incurre en dequeísmo.

No sigo más con este asunto. Regresemos al ejemplo del principio, donde, como les comenté, había dos errores. 'La FIFA mantiene el criterio de que no se jugará en la altura'. Una vez resuelto el primer error (el criterio de que), veamos el segundo: altura.

¿Por qué? Porque la altura es la distancia vertical de un objeto con referencia a otro. La palabra correcta es altitud, que significa la distancia de un punto en relación con el nivel del mar. Y a la altitud se refiere el veto de la FIFA, no a la altura del estadio con respecto a sus cimientos.

Aunque la RAE ya admite que se escriba altura para significar la altitud, es más apropiado escribir esta última, que nos indica los metros sobre el nivel del mar.

Bueno, y ¿quién dijo que la altitud no nos da de qué hablar? Pues ya ven que sí, ahora solo esperemos que la FIFA abandone la idea de que no se jueguen partidos internacionales en ciudades de altitud, porque de lo contrario Quito, a 2 800 metros sobre el nivel del mar, no podrá volver a ver jugar a la Selección. Muy mala idea me parece.

miércoles, 30 de mayo de 2007

De anglicismos y otras hierbas

Recientemente una amiga me preguntó qué pensaba yo acerca de la vorágine de anglicismos que ha inundado la publicidad ecuatoriana. Advierto que esta es mi opinión personal, pero no creo que esté muy lejos de la verdad.

Primero, creo esta invasión de anglicismos se debe mucho a la moda. Claro, todo lo que esté escrito en otro idioma parece tener un aire más elegante, parece revestirse de distinción y revelarnos como personas cultas y cosmopolitas, y, por supuesto, hacer de nuestro negocio o de nuestro producto algo mucho más de mundo. Suele considerarse de mayor impacto el uso de estos términos, a la vez que anuncian la gran aspiración de acceder a una clientela mucho más culta, 'al menos bilingüe'.

Sin embargo, para mí al menos, el uso de extranjerismos (y ojo que no digo solo anglicismos, sino galicismos, italianismos, germanismos, etc., etc.) revela una gran pereza intelectual y una inmensa falta de imaginación. Es mucho más fácil echar mano de palabras extranjeras que escarbar un poco más en la riqueza de nuestro español. Resulta más cómodo seguir a esa gran ola de 'modernidad' que quedarse en nuestro 'pueblito', hablando las palabras que nos acompañan desde la niñez.

En fin. Sin embargo, a la invasión de anglicismos le añadiría otro factor, aparte de la idea errada de elegancia, que para mí solo se traduce en pereza. Este factor es el de la migración. Estados Unidos sigue siendo para los ecuatorianos el primer destino para emigrar, incluso ha llegado a afirmarse que Nueva York ¡es una de las principales ciudades del Ecuador!, debido a la gran cantidad de ecuatorianos que habitan en ella.

El hecho de que cada vez sean más los ecuatorianos que viajan a EE.UU. ha causado que sean cada vez más los ecuatorianos que hablan inglés, y de la misma manera que se considera a ese país como el símbolo de la modernidad, el progreso, el escape de nuestra dura realidad, no es extraño que se considere al inglés como el símbolo máximo de la cultura y de la elegancia, como en su tiempo fue considerada Francia, lo que explica la invasión de galicismos en el español de inicios del siglo pasado.

Hablar inglés es abrir los ojos al mundo, es dejar de ser un donnadie para convertirse en alguien que todo lo abarca y todo lo conoce. Qué gran error y qué penoso que no se intente conservar los orígenes, hablar con orgullo nuestro maravilloso español, que en Ecuador tiene muchas salpicaduras del quichua y de varios idiomas preincaicos. En fin, que muera la pereza, hablemos en español.