lunes, 12 de noviembre de 2007

Correctores y contenidos

"No debió haber corregido el libro un corrector, sino alguien que además de fijarse en la ortografía y la gramática se fije en lo semántico". Lo escuché hoy, en una reunión y la verdad me preocupó un poco.

¿Cuál es la percepción que se tiene de los correctores? ¿Los correctores son, en efecto, las personas que se fijan únicamente en la ortografía o también van más allá? Veamos, según lo que he escuchado y lo que he preguntado, son muchas y muy variadas las percepciones que se tienen acerca del oficio del corrector. Estas tienen que ver, sobre todo, con la cercanía de quien tenga estas ideas con el oficio de la corrección, ya sea como corrector, como editor o como escritor. Además, tienen que ver con la humildad con la que uno se acerque al hecho de que alguien revise el producto que edita o que escribe.

Por un lado, hay mucha gente consciente de que la labor del corrector es una labor indispensable dentro del proceso global de la edición. Si bien en artículos anteriores me quejé de la poca atención que se nos da, también es necesario hablar de quienes sí nos consideran importantes y necesarios. Pues sí, la labor de un corrector va más allá de fijarse en la gramática y en la ortografía. Es verdad que estos son los dos aspectos que más debe tomar en cuenta quien corrige, pero tampoco debe quedarse en ellos.

Un corrector debe afrontar la obra que revisa desde todos los frentes, asumiéndose, especialmente, no solo como trabajador sino también como lector. Para que un producto editorial pueda ser atractivo para los lectores, debe ser amigable, accesible, y es aquí donde entra el corrector. Un escrito plagado de faltas ortográficas y sintácticas es patético, ilegible; pero también lo es un producto enrevesado, desordenado, contradictorio. El corrector no puede solo alertar sobre errores ortotipográficos si, como lector, lo que está revisando no le resulta legible. Si se encuentra con algún error semántico o de contenido, es su deber y su obligación alertar acerca de eso. Mal haría en realizar únicamente la labor mecánica de 'corrigeortografía' si nota que lo que está leyendo no es amigable para el público.

Muchos artículos se han publicado acerca de hasta dónde llega la injerencia de un corrector dentro de un texto. Es verdad que el corrector no está ahí para 'inmiscuirse' en el contenido, pues para eso está el editor, pero tampoco puede quedarse callado si tiene la oportunidad de alertar acerca de un error terrible que ha hallado y no está 'dentro de su campo laboral'. La última palabra, cierto, siempre la tendrán el editor y el escritor, pero es innegable que gracias a la ayuda de los correctores numerosos escritos se han salvado de contener errores de contenido vergonzosos.

En algún párrafo previo hablé de la humildad. La humildad del escritor y del editor también son fundamentales en la percepción que se tiene de los correctores, pues hay muchos que porque escriben un libro o porque lo editan piensan que no necesitan ser corregidos o revisados. Más que cuestión de humildad, diría que es cuestión de lógica. Cuántas veces no ha sucedido que escribimos algo y por más que lo revisamos no encontramos errores. Siempre es necesario un ojo 'foráneo' que vea lo que hacemos con un criterio objetivo y aquí entra el deber del corrector: es el lector 'de afuera' y su visión objetiva le permite descubrir aquello que no es evidente a los ojos de quien lo escribe y está tan acaramelado con su 'hijo' que lo ve perfecto.

Creo que ya me he extendido demasiado. Como conclusión, solo quiero anotar que hace falta entender un poco que la labor del corrector no es tan limitada como parece, al ser parte de un equipo su labor principal es la de ayudar a que el producto salga bien hecho y debe ayudar en lo que pueda, aunque fundamentalmente su trabajo sea especializado. Y esto no va dirigido solo a los escritores y editores, también se un llamado a los correctores para que no se limiten si encuentran algo que está fuera de 'su campo'.

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