domingo, 24 de junio de 2012

'Gerundiando' (2)


La semana pasada hablé sobre la función principal del gerundio: la de adverbio, es decir, siempre complementa a otro verbo y, por eso, no puede modificar a sustantivos. Dentro de su papel de adverbio, el gerundio cumple la función de simultaneidad: la acción que denota ocurre al mismo tiempo que lo que expresa el verbo principal (ese que está conjugado). Entonces, la acción del gerundio no puede ocurrir antes ni después de la acción principal.

Hay una expresión coloquial bastante común que indica muy bien el mal uso que le damos al gerundio en este aspecto: el ‘vine comiendo’. Cuando utilizamos esta expresión (por ejemplo: ‘Ya no tengo hambre porque vine comiendo’), queremos decir que antes de venir comimos; sin embargo, lo que en realidad expresamos es que mientras veníamos (en auto, en bus, a pie, como sea) comimos algo. A veces sí lo hacemos porque no tenemos tiempo, pero la mayoría de veces primero comemos y luego venimos. Como vemos en este ejemplo, al usar mal el gerundio estamos expresándonos de manera incorrecta.

Miremos  otro ejemplo: ‘Los asaltantes entraron al almacén llevándose la mercadería’. Aquí también podemos ver que sería absurdo imaginar que ambas acciones (entrar y llevarse) ocurran al mismo tiempo, pues los asaltantes entran al lugar y luego se llevan la mercadería. Lo correcto hubiera sido, por ejemplo: ‘Los asaltantes entraron forzando las cerraduras y luego se llevaron la mercadería’, pues entrar y forzar son acciones simultáneas. Para darnos cuenta de si usamos bien el gerundio hay dos trucos: introducir la conjunción mientras y eliminar el gerundio (entraron mientras forzaban) o preguntarle al verbo principal cómo ocurrió la acción (¿Cómo entraron los asaltantes? Forzando las cerraduras). Si cualquiera de estos trucos funciona, el gerundio es correcto. Si no funcionan, analice bien su lógica espacio-temporal.

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lunes, 18 de junio de 2012

'Gerundiando'


Si tuviera que hacer un ‘top 10’ de los errores más frecuentes que se cometen en el español, seguramente el mal uso del gerundio estaría en la lista. Como sabemos, el gerundio es una de las formas impersonales de los verbos (junto con el infinitivo y el participio); esto quiere decir que carece de las características de un verbo conjugado: tiempo, número y persona, y siempre necesitará de un verbo principal para denotar una acción. Como el dios de las palabras le quitó su capacidad de conjugarse con todas las de ley, le dio otra función en la vida: la de adverbio, es decir, modificar a un verbo.

Como la función del gerundio es la de modificar a otros verbos, no puede cumplir otro papel. Es aquí donde surge el principal problema con el gerundio: en diversas ocasiones se lo utiliza para modificar un sustantivo. Son comunes, sobre todo en los medios de comunicación, frases como: ‘Encontraron una bodega guardando una tonelada de droga’, ‘Detuvieron a un barco transportando varios emigrantes’. En estos casos, los gerundios guardando y transportando no cumplen su función de adverbios, sino que juntan con el sustantivo como una mala amistad. Lo correcto es estos casos es usar el relativo que y eliminar el gerundio: ‘una bodega que guardaba’ y ‘un barco que transportaba’. Los únicos casos en los que el dios de las palabras permite usar gerundio para modificar a un sustantivo son ardiendo e hirviendo (palo ardiendo o agua hirviendo, por ejemplo).

Este no es el único caso del mal uso del gerundio, hay otro más, pero el espacio es corto para hablar sobre él, así que lo haré la próxima semana. Por lo pronto, recuerde: el gerundio es un adverbio y esa es la función que debe cumplir. Aunque malograr el gerundio no mate a nadie, usarlo para modificar un sustantivo es casi tan letal como que yo entrara a un quirófano a hacer una operación de corazón abierto.

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domingo, 10 de junio de 2012

Siglas, acrónimos y plurales


El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define una sigla como una “palabra formada por el conjunto de letras iniciales de una expresión compleja”. Así, en lugar de repetir en un escrito todas las palabras de esta expresión compleja, solo recurrimos a la sigla que la representa, por ejemplo: IVA (Impuesto al Valor Agregado), DMQ (Distrito Metropolitano de Quito), ONG (Organización no Gubernamental), etc. Los acrónimos constituyen un tipo especial de siglas, pues, por su construcción, se pronuncian como una palabra, como Senplades (Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo) o Conadis (Consejo Nacional de Discapacidades).

Tanto las siglas como los acrónimos pueden formarse de las letras iniciales de las palabras que conforman la expresión compleja, o de sílabas o palabras de estas expresiones. Por ejemplo, OIT es una sigla que se forma por las letras iniciales: Organización Internacional del Trabajo; mientras que Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) se forma con la unión de la primera sílaba de Alianza y las iniciales de Bolivariana y Américas. En este caso, incluso se han omitido en el acrónimo las palabras Pueblos y Nuestra.

La idea de la formación de acrónimos, como vemos, es que las construcciones puedan leerse como palabras y no solo deletrearse, como ocurre con las siglas. Por esta característica, los acrónimos se escriben solo con mayúscula inicial: Mercosur, Unicef, etc. Hay que tener cuidado también de mantener el género de la palabra inicial, como en el caso de Alba, cuya palabra inicial es Alianza, y por lo tanto debe decirse la Alba y no ‘el Alba’.

En cuanto a los plurales de las siglas, surgen problemas cuando las construcciones no representan nombres propios. Los casos más comunes son ONG y CD. Las siglas de varias ONG (Organizaciones no Gubernamentales) o muchos CD (Discos Compactos o Compact Disc, por sus siglas en inglés) deben pluralizarse así mismo, sin ningún aditamento. Por lo tanto, es incorrecto escribir ‘las ONG’s’ o ‘los CDs’, pues estos usos no corresponden al español.


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domingo, 3 de junio de 2012

El reino independiente de las palabras compuestas


Con las palabras pasa lo mismo que con las personas: cuando dos se juntan y conciben una nueva, esta nace con rasgos de sus progenitores pero con características propias.  Así, las palabras compuestas tienen particularidades que dependen de sí mismas, aunque hayan heredado el ADN de sus ‘padres’.  A veces surgen problemas, de paternidad más que de lógica, al querer tildar las palabras compuestas. Sucede, por ejemplo, con ‘las hijas’ del señor décimo. He visto muchas veces que se tiende a escribir ‘décimosexto’ en lugar de decimosexto, por pensar que la palabra compuesta debe conservar la tilde de su ‘padre’, cuando en realidad es una palabra nueva y grave que debe cumplir sus propias reglas de acentuación. Decimoséptimo, en cambio, debe tildarse, no porque ‘su madre’ se tilda, sino porque es una palabra nueva, independiente y esdrújula que debe llevar tilde.

Otro caso de palabras compuestas en las que la nueva palabra adquiere características propias  es cuando la segunda palabra empieza con r. En este caso especial, debemos siempre doblar la r, pues adquiere un sonido fuerte. Así, por ejemplo, cuando juntamos guarda y ropa, la nueva palabra, guardarropa, debe tener el dígrafo rr. Lo mismo sucede con portarretrato, taparrabo, pelirrojo, entre otras.

El único caso especial en el que las palabras compuestas conservan la tilde que le impone uno de sus ‘padres’ es en los adverbios terminados en -mente. Solo en estos casos, aunque la palabra suene como grave (con el acento en la penúltima sílaba) y como regla general no deba llevar tilde, pues termina en vocal, debe mantener la tilde del adjetivo que la compone. Esto pasa, por ejemplo, con útilmente, rápidamente,  difícilmente, etc. Si el adjetivo del que proceden estas palabras no lleva tilde, rige la regla de las palabras graves y estos adverbios no se tildan. Como vemos, este es el único caso en que una palabra nueva hereda totalmente los rasgos de su ‘progenitora’.

Para terminar, entonces, recordemos que, con excepción de los adverbios terminados en -mente, las palabras compuestas son como reinos independientes, con sus propias reglas y su propia escritura.

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Esa rayita que llamamos tilde (2)



La semana pasada hablé de una de las funciones de la tilde: la función prosódica, esa que nos indica qué sílaba lleva tilde de acuerdo con las reglas de acentuación. Hoy hablaré de la función diacrítica: cuando tildamos palabras cuya escritura es igual pero cuyo significado es distinto. En primer lugar, debido al principio de economía que rige la lengua y como regla general del español, las palabras monosílabas no se tildan, excepto cuando hay un caso de tilde diacrítica. Así, no tildamos palabras como sol, luz, vio, dio, fue, ti; pero tildamos dé (del verbo dar), sí (adverbio de afirmación), té (la infusión), más (cuando equivale a cantidad), entre otros casos más.

En la nueva Ortografía de la RAE, publicada en 2010, se eliminaron ciertos casos de tilde diacrítica, precisamente por regirse al principio de economía. Las principales eliminaciones fueron las tildes en los pronombres demostrativos y en el adverbio solo. Bien sabíamos, desde la escuela, que este, ese y aquel (con sus sus femeninos) se tildaban cuando equivalían a pronombres demostrativos, por ejemplo: ‘Éste me gusta’ o ‘No veo a aquél’; sin embargo, ahora no deben tildarse, pues la RAE indica que según el contexto el lector sabrá si se trata de un pronombre o de un adjetivo.

En relación con solo pasa algo parecido: se tildaba cuando se trataba del adverbio que equivale a solamente (por ejemplo: ‘Publicó sólo cinco libros’) y no se tilda cuando es adjetivo (‘Publicó un solo libro’). En la nueva Ortografía se establece que solo no se debe tildar, pues, como sucede con los demostrativos, el contexto ya nos indica si es adjetivo o adverbio. Cabe anotar, eso sí, que estas tildes diacríticas (en los demostrativos y en solo) eran opcionales desde 1959; ahora la RAE no proscribe todavía estas tildes, pero indica que ya no es necesario usarlas. Por lo tanto, si usted suele tildar este, ese, aquel  y solo, puede dejar de hacerlo, antes de que la RAE considere que este uso ‘caduco’ es un error ortográfico.