lunes, 29 de enero de 2024

¡Una errata!

Desde hace varios años, la Asociación de Correctores de Textos del Ecuador (Acorte) organiza el concurso Caza de Erratas. En este concurso, la Acorte invita a los ecuatorianos y ecuatorianas mayores de 15 años a buscar erratas en publicaciones digitales o físicas de instituciones públicas y privadas. 

¿No les ha pasado que caminan por la calle y encuentran un anuncio que les ofrece "la oportunidad de tú vida" o leen una publicidad en Facebook donde les cuentan que "a llegado el momento de brillar"? Pues ahora podemos evidenciar esas equivocaciones gramaticales y ortográficas que campean por ahí mientras hieren nuestros ojos sin compasión. Pueden tomar una foto a ese texto o hacer una captura de pantalla, y enviarla a la dirección de Acorte: acorte.ec@gmail.com. Las bases completas se encuentran en la página de Acorte.

Pero ¿qué son las erratas y por qué tenemos que evitarlas? En el DLE se define a la errata como "equivocación material cometida en lo impreso o manuscrito". Las erratas suelen ser involuntarias y son muy comunes en los textos, más comunes de lo que imaginamos. Sin embargo, el hecho de que sean involuntarias o, mejor dicho, producto de deslices 'técnicos', no quiere decir que no debamos prestarles atención.

La Wikilengua, en su artículo referente a las erratas, menciona los siguientes tipos:

§  Duplicaciones de de palabras, sobre todo preposiciones y artículos

§  La supresión palabras, sobre todo si son cortas (las preposiciones son las más comunes)

§  El baile de letars

§  La adición ó supresión de acentos o dieresis 

§  La pulsación de uba tecla equivocada

§  La supresón o añadido de algunna letra

¿Notaron las erratas? Como ven, muchas veces estas se deben a despistes por no revisar el texto con suficiente atención. O, en ocasiones, se confía solo en el corrector del programa con el que trabajamos. Pensemos que estos programas pueden ser útiles, pero no registrarán erratas como la supresión de tildes o diéresis. Por ejemplo, si escribimos: "Mañana empezaran las rebajas", probablemente el corrector del sistema pase de largo la errata "empezaran" porque la palabra existe como un subjuntivo de tercera persona. El sistema casi nunca se preguntará si debió haberse escrito el futuro "empezarán", que sería lo correcto.

Ahora, seguro se estarán preguntando por qué se escapan las erratas. Hay una historia divertida con respecto a esto: en la Edad Media, cuando se encontraba una errata en los textos, los copistas lo atribuían a un demonio llamado Titivillus. Este demonio colaba las erratas y arruinaba todo. Sin embargo, aunque todavía ahora pensamos en Titivillus cuando se cometen erratas, sabemos que existen varias razones para que estas se deslicen en los textos. Estas son algunas:

§  Por descuido

§  Por desconocimiento

§  Por falta de rigor

§  Por falta de comunicación

§  Por apuro

§  Por saltarse algún paso del proceso

Estas razones, como habrán notado, no son culpa de Titivullus, sino de la poca atención que ponemos cuando escribimos. Es verdad que a veces estamos apurados, que escribimos el texto y lo enviamos sin darle una última mirada. También puede pasar que estamos tan cansados o tan familiarizados con nuestro texto, que no podemos poner la suficiente atención cuando lo releemos. O tal vez la fecha de publicación está tan cercana, que nos omitimos pasos, como enviar el texto para que lo revise un profesional. Por último, también ocurre que tenemos una duda, pero evitamos recurrir al diccionario porque estamos 'casi' seguros de que se escribe de esa manera equivocada.

Obviamente, habrá tipos de textos que no requerirán de tanta rigurosidad, como cuando chateamos con nuestros amigos y olvidamos tildar o poner el signo de interrogación de apertura, o incluso en nuestros posts personales de las redes sociales. Estos textos, aunque deberían estar siempre correctos, "se entienden" en relación con el contexto o la cercanía entre los participantes del proceso de comunicación. Sin embargo, hay otros textos en los que la revisión exhaustiva sí es indispensable. Por ejemplo, las publicidades de empresas o instituciones públicas. En estos casos, la errata no solo es una anécdota sino una muestra de falta de rigurosidad en los procesos e, incluso, de respeto a quienes reciben esos mensajes.

Pensemos también en que muchas veces las instituciones y las empresas cumplen roles pedagógicos y funcionan como autoridades. Si la ciudadanía encuentra un “mas respeto, por favor” en la puerta de un ministerio, pensará que ese “mas” es correcto y, quizá, que ya no deberá escribirse con tilde. Una errata en los textos de instituciones y empresas, además, habla muy mal de quien emite la comunicación.

Por esto, la iniciativa de Acorte resulta tan interesante. Es una invitación a registrar las erratas y también, de cierta forma, a exigir que los textos que se publican sean revisados con cuidado, con atención, con respeto hacia quien los lee. Entonces, ¿están dispuestos a aceptar el reto y salir a cazar erratas?

 


jueves, 2 de junio de 2022

¿Por qué cobramos las correctoras?

 "Son fijos por que los cambios que tienes que hacer básicamente es la sangría francesa, cursiva en algunos y poner bien los que tienen Pag web". Esto es, literalmente, lo que me escribe una persona que necesita mis servicios de corrección cuando le digo el precio que le cobraré por revisar una bibliografía. No es la primera vez que me pasa. Muchas veces los clientes piensan que el costo de la corrección es excesivo porque, para ellos, nuestro trabajo solo consiste en poner comas, arreglar las oraciones, cambiar algunas palabras, modificar un poco el formato y ya. 

La verdad es que el servicio de corrección no es barato, pero es un servicio indispensable si eres un autor o una autora responsable, si quieres que quienes te leen entiendan lo que les estás contando, si aspiras a que la experiencia de leer tu texto sea óptima. Sí, las correctoras cobramos, pero no  "básicamente" por poner sangrías, cursivas o páginas webs. Les voy a contar por qué "osamos" cobrar por nuestros servicios.

En primer lugar, no llegamos a ser correctoras por arte de magia. No nos despertamos un día cualquiera y, ¡oh sorpresa!, descubrimos que teníamos el maravilloso don de embellecer un texto. No. Nos preparamos para ser correctoras. En el Ecuador, como en varios países hispanohablantes, solo desde hace algunos años existe oferta de formación en corrección. Muchas de quienes ejercemos la corrección como una profesión tuvimos que formarnos por nuestra cuenta. No es suficiente estudiar pregrados y posgrados relacionados con la lingüística y las letras, sino que debemos especializarnos mucho más, y todo el tiempo. Hemos estudiado cursos sobre numerosos temas; invertimos en capacitaciones, en congresos, en libros y manuales (muchísimos libros y manuales), y consultamos constantemente con colegas y expertos. Muchas de nosotras incluso nos hemos dedicado a formar correctores de textos y hemos logrado que nuestra profesión sea reconocida en nuestros países. Convertirnos en correctoras ha implicado un camino largo, una inversión fuerte y mucha muchísima preparación. No cobramos por poner comas sino por todo lo que nos ha llevado a ser expertas en saber dónde poner una coma y dónde no.

En segundo lugar, muchas personas piensan que corregir es una labor mecánica, tan mecánica que incluso se puede reemplazar a quienes corrigen por el corrector de Word (que es más barato, por supuesto). Les cuento que no. La corrección no es una labor mecánica porque cada texto es un mundo. Si bien la norma tiende a ser la misma para todos los textos escritos en una lengua (algo que incluso podría refutarse), cada uno cuenta con sus particularidades. No podemos tratar de la misma manera a un texto periodístico que a uno académico o a uno literario. No es lo mismo revisar un libro de arqueología que uno de matemáticas. No son pertinentes las mismas correcciones en poesías que en recetas.

Además, cada autora y cada autor tienen su propio estilo. Es nuestro deber mantener esa impronta y lograr que el texto sea legible y cumpla con su intención comunicativa. Esto es algo que el corrector de Word no logrará; de hecho, ni siquiera lo logrará quien "escriba bonito y tenga buena ortografía". La corrección no es solo ortografía, buen gusto y sentido común. La corrección es saber mirar las particularidades de cada texto, de cada autor, de cada lector, y saber tender un puente que convierta a la lectura en una experiencia agradable y fascinante. Por esto también cobramos.

En tercer lugar, cobramos por todo lo que les ahorramos a los clientes. Sí, aunque no lo crean, se ahorran dinero cuando invierten en una buena corrección. Ilustraré esto con una anécdota: hace algunos meses, me contactó una persona que necesitaba que corrigiera su tesis de doctorado. El precio le pareció excesivo y contrató a una "correctora" que le cobraba menos. Resulta que esa "correctora" ultracorrigió y transformó tanto el texto que la autora ya no lo podía reconocer como suyo; además, no cumplió con el plazo que había ofrecido. La autora perdió dinero y recurrió a mí para que le corrigiera el texto. Como esta, son numerosas las anécdotas de personas que deben contratar nuevas correcciones porque las estafaron por querer ahorrarse el trabajo de corrección. También existen historias sobre empresas que, por no contratar correctores, publican textos plagados de errores que luego deben retirar de circulación. Invertir en una buena corrección, a la larga, te ahorrará dinero, tiempo y dolores de cabeza.

Por último, para cotizar una corrección, evaluamos varios parámetros. Los precios que cobramos no se nos ocurren de acuerdo con el estado de ánimo con el que nos hayamos despertado. Por ejemplo, no es igual contar con un mes para corregir un texto de 200 páginas que contar con dos semanas o con una. Los tiempos reducidos implican también un costo para nosotras; significan que destinaremos más tiempo a esa revisión y que deberemos dejar otras actividades, o incluso perder algunas asignaciones. Igualmente, si, por ejemplo, debemos corregir una traducción no podemos cobrar lo mismo que por un texto normal. Cuando corregimos traducciones debemos conocer el idioma de origen y comparar con el texto meta. Otro ejemplo: en algunos textos académicos se debe ajustar el formato al que piden las universidades o las editoriales; este es un trabajo largo y exige una extrema meticulosidad, por eso no lo podemos cobrar igual que un texto que tenga el formato adecuado. En fin, estos son solo algunos parámetros. Como cada texto es un mundo, cada uno deberá ser evaluado de distinta manera para establecer un precio. Cobramos por saber cómo medir esos parámetros.

Como ven, corregir implica muchos aspectos. Las correctoras cobramos precios justos por nuestro trabajo. Lo curioso es que precisamente quienes más lo necesitan (y no son conscientes de ello) son quienes más regatean o se escandalizan por los precios. La corrección cuesta, sí, pero contratar este servicio da cuenta de la responsabilidad de quien escribe y de su preocupación por ofrecer al mundo textos legibles, agradables, que aporten a la sociedad.


jueves, 2 de abril de 2020

Literatura para niños y jóvenes


Cuando escribimos, uno de los primeros puntos en los que debemos pensar, aparte de lo que queremos decir y cómo, es en nuestro destinatario. Escribir puede ser visto como una tarea sencilla, circunscrita a plasmar nuestras ideas en un papel o en una pantalla, pero ¿cuántas veces pensamos en el que está al otro lado, en el que leerá lo que escribimos? ¿Tenemos idea de sus gustos, de sus expectativas, de su manera de acercarse a lo escrito? ¿O solamente nos dejamos guiar por ideas preconcebidas? Es complicado plantear una tipología de los lectores, pues hay tantos lectores como interpretaciones pueda tener un texto, pero por lo menos podemos intentar acercarnos un poco a ellos, y pensarlos como personas reales. Muchas veces sucede que pensamos en el destinatario, pero lo hacemos de una manera ‘romántica’ y escribimos desde nuestras propias concepciones sin indagar quiénes son. Esto sucede, con frecuencia, en los textos para niños y jóvenes.

Durante mucho tiempo, la literatura para niños y jóvenes ha estado pensada como un tipo de literatura prescriptiva, ‘menor’, que debe limitarse a educar en valores y nada más. Está bien que la literatura transmita un mensaje, y que este sea positivo; sin embargo, no se debe subestimar al destinatario. Cuando nos acercamos a gran parte de la literatura para niños, nos encontramos, por ejemplo, con rimas fáciles, textos demasiado simples, derrames innecesarios de diminutivos, o temas llanos y superficiales. Como si el lector al que está dirigido no fuera tan inteligente o quisiéramos que se quedara en una eterna ignorancia de la vida.

En estos tiempos, la literatura para niños y jóvenes debe dejar de ser ingenua, y plantear temas que les interesen, que los hagan cuestionarse, que los identifiquen. Muchas veces, es evidente que la literatura ‘para niños y jóvenes’ (así, entre comillas)  pretende tranquilizar a los padres, con eufemismos y tratamientos políticamente correctos de los temas. También suele asociarse a este tipo de literatura con el best seller con potencial de convertirse en película. Es innegable que estos textos, como las sagas de Harry Potter o Narnia, han hecho que los niños y jóvenes adquieran gusto por la lectura, pero no podemos correr el riesgo de encasillarlos solo en este tipo de lecturas o mirar a sus lectores únicamente como un mercado rentable.

Afortunadamente, con el paso del tiempo la literatura para niños y jóvenes gana terreno, y las propuestas son cada vez más interesantes. En Ecuador contamos con grandes escritores y también con grandes ilustradores, que se juntan para que este tipo de literatura sea más atractiva y salga de lo meramente funcional hacia lo propositivo. También es importante que las políticas de Estado y las políticas editoriales sean más arriesgadas, y piensen en los lectores infantiles y juveniles como personas críticas, inteligentes, capaces de aceptar propuestas, de aprender, de conmoverse y plantear propuestas.

viernes, 27 de marzo de 2020

El lenguaje claro como una política ciudadana


Una de las tendencias actuales es comunicar en lenguaje claro. En muchos lugares se han formado movimientos que insisten en la importancia de este tipo de lenguaje, no solamente en el ámbito hispánico sino en todas las lenguas. Según la Asociación Internacional de Lenguaje Claro (Plain), “una comunicación está en lenguaje claro si la lengua, la estructura y el diseño son tan claros que el público al que está destinada puede encontrar fácilmente lo que necesita, comprende lo que encuentra y usa esa información”. Como vemos, se trata de pensar en textos que sean accesibles para todo tipo de lector y que comuniquen, de una manera sencilla y sin rodeos, lo que tienen que comunicar.

El principal objetivo del lenguaje claro es el lector. En la guía Cómo escribir con claridad, de la Comisión Europea, se proponen tres aspectos que facilitan pensar en el lector: hacer que se implique, imaginar sus preguntas y hacer que se interese. Estos tres pasos, que parecen tan obvios, muchas veces se pasan por alto. Cuando se redactan textos que tienen que ver con temas especializados, se tiende a caer en tecnicismos. Si estos textos están dirigidos a un público que conoce del tema, esto puede no ser un problema; pero si los textos están dirigidos a un público amplio y no especializado, los tecnicismos confunden y entorpecen el entendimiento del texto. Esto pasa, con frecuencia, en los textos jurídicos y médicos.

Si bien es conocida la máxima que dice que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, muchas veces el desconocimiento se da porque las leyes o las normas no están redactadas de una manera clara. Aunque no se pueda cambiar la redacción de las leyes, pues estas ya cuentan con aprobación de instancias estatales muy altas, se puede ayudar a los ciudadanos a entenderlas y asimilarlas. Esta es una tarea de los profesionales del lenguaje claro. Estos profesionales se encargan de crear textos más ‘digeribles’, pensando en las preguntas que puedan surgir del lector y poniendo a su disposición la información. Como indica la Asociación de Lenguaje Claro, tampoco se trata solamente de la redacción, pues el diseño y la disposición del texto también deben ayudar.

En el caso de los textos médicos, también es muy importante ‘traducirlos’ a un lenguaje claro. En muchas ocasiones los pacientes no entienden acerca de sus enfermedades, los procesos y los tratamientos, pues la información de la que disponen está redactada de una manera críptica, que parece solo dirigida a los médicos. Si el lector se encuentra con un texto claro, coherente y fácil de leer, puede incluso tomar más precauciones y cuidar más su salud. 

Estos son solamente algunos ejemplos de los ámbitos en los que puede (y debe) usarse el lenguaje claro, sin embargo, es una tendencia que debería seguirse en todos los ámbitos de comunicación ciudadana, pues cuando el lector entiende el texto es más fácil que se implique, que opine, y que no caiga en omisiones o errores que pueden costarle la vida o la libertad.

jueves, 26 de marzo de 2020

Celebremos a la poesía y todo lo que representa


En 1999, la Unesco declaró al 21 de marzo Día Mundial de la Poesía. Se eligió esta fecha porque en el hemisferio norte se celebra el equinoccio de primavera, la estación ‘más romántica’ del año (en el hemisferio sur, en cambio, se celebra el equinoccio de invierno).  La Unesco, al referirse a este día, dice que “la poesía es una manifestación de la diversidad en el diálogo, de la libre circulación de las ideas por medio de la palabra, de la creatividad y de la innovación La poesía contribuye a la diversidad creativa al cuestionar de manera siempre renovada la forma en que usamos las palabras y las cosas, y nuestros modos de percibir e interpretar la realidad. Merced a sus asociaciones y metáforas y a su gramática singular, el lenguaje poético constituye, pues, otra faceta posible del diálogo entre las culturas”.

Durante toda la historia de la humanidad, la poesía ha estado siempre presente. A los seres humanos nunca nos bastó describir el mundo tal como lo ven los ojos o como los perciben los sentidos, porque, además, hay cosas que no se pueden describir de manera objetiva. Necesitamos de la creatividad que nos brinda la poesía para expresar esos sentimientos o esas sensaciones que escapan de toda ‘lógica’ lingüística. Y también debemos ser creativos al decodificar ese mensaje. La poesía nos obliga a ir más allá. A veces las sensaciones que nos produce, al igual que toda forma de arte, no pueden explicarse sino solo sentirse, y la poesía nos ayuda a acercarnos a ellas.

Es interesante cuando la descripción de la Unesco menciona a la libre circulación de las ideas al referirse a la poesía y también cuando alude a la diversidad. La poesía es una de las más altas expresiones culturales. Al contrario de lo que muchos pueden suponer, la poesía no es una manifestación propia de las élites, pues todas las culturas y los pueblos, en todos sus niveles, se han comunicado a través de ella. Tenemos, por ejemplo, las mitologías, a través de las cuales cada pueblo intenta explicar el mundo y qué mejor manera que hacerlo que mediante la poesía. La poesía también está antes que la escritura, manifestada en la oralidad. Por eso es diversa y libre, porque cada pueblo se adueña y vibra con ella.

La poesía también es identidad y lucha. Mediante ella somos capaces de afirmarnos como individuos y como sociedades. Al expresar los sentimientos personales podemos llegar a identificarnos con los de otros. La poesía nos ayuda a sacar lo que se tiene adentro, las alegrías y las frustraciones; a hacer más evidentes aquellas cosas que solemos callar. El hecho de que nos conecte a un nivel mucho más profundo y de que nos proyecte hace que nos hermanemos sin importar dónde estemos, que compartamos las luchas que nos ocupan, que nuestras voces lleguen más lejos. Por eso, cuando celebramos a la poesía, celebramos las voces diversas, lo que nos mueve, lo que nos comunica y nos hace más humanos. Tal vez si nos dejáramos llevar por ella seríamos un poco más felices, más relajados y más conscientes de nuestro lugar y nuestro poder en el mundo.


domingo, 27 de octubre de 2019

Escritura para la vida y la academia, taller de Emepecé Asesoría Lingüística

En este taller, que durará ocho horas, revisaremos pautas que nos permitan redactar todo tipo de textos de una manera clara y eficiente. Veremos algunos trucos infalibles para puntuar y acentuar correctamente, así como errores frecuentes que cometemos en el español. También nos acercaremos a las particularidades de la escritura académica. Revisaremos las normas de citación y referenciación de la APA, y cómo estructurar un ensayo.
     El encuentro se llevará a cabo los sábados 9, 16, 23 y 30 de noviembre, de 10:30 a 12:30, en librería Rayuela (Germán Alemán E12-62 y Juan Ramírez, Quito).



Curso Introducción a la corrección de textos

Este es un curso diseñado para quienes deseen conocer las bases de la corrección de textos. Cuenta con dos componentes: gramatical y práctico. En el primero, revisaremos la normativa referente a la puntuación, la acentuación y la sintaxis. En el segundo, exploraremos cuestiones prácticas sobre nuestra profesión, como corrección de originales, en PDF y en maqueta, y ortotipografía.
       El curso se llevará a cabo del 5 de noviembre al 18 de diciembre de 2019, los lunes, martes y miércoles, de 18:00 a 20:00, en la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura de la PUCE-Quito.