Cuando escribimos, uno de los primeros puntos en los que
debemos pensar, aparte de lo que queremos decir y cómo, es en nuestro
destinatario. Escribir puede ser visto como una tarea sencilla, circunscrita a
plasmar nuestras ideas en un papel o en una pantalla, pero ¿cuántas veces pensamos
en el que está al otro lado, en el que leerá lo que escribimos? ¿Tenemos idea
de sus gustos, de sus expectativas, de su manera de acercarse a lo escrito? ¿O
solamente nos dejamos guiar por ideas preconcebidas? Es complicado plantear una
tipología de los lectores, pues hay tantos lectores como interpretaciones pueda
tener un texto, pero por lo menos podemos intentar acercarnos un poco a ellos,
y pensarlos como personas reales. Muchas veces sucede que pensamos en el
destinatario, pero lo hacemos de una manera ‘romántica’ y escribimos desde
nuestras propias concepciones sin indagar quiénes son. Esto sucede, con
frecuencia, en los textos para niños y jóvenes.
Durante mucho tiempo, la literatura para niños y jóvenes ha
estado pensada como un tipo de literatura prescriptiva, ‘menor’, que debe limitarse
a educar en valores y nada más. Está bien que la literatura transmita un
mensaje, y que este sea positivo; sin embargo, no se debe subestimar al destinatario.
Cuando nos acercamos a gran parte de la literatura para niños, nos encontramos,
por ejemplo, con rimas fáciles, textos demasiado simples, derrames innecesarios
de diminutivos, o temas llanos y superficiales. Como si el lector al que está
dirigido no fuera tan inteligente o quisiéramos que se quedara en una eterna
ignorancia de la vida.
En estos tiempos, la literatura para niños y jóvenes debe
dejar de ser ingenua, y plantear temas que les interesen, que los hagan
cuestionarse, que los identifiquen. Muchas veces, es evidente que la literatura
‘para niños y jóvenes’ (así, entre comillas) pretende
tranquilizar a los padres, con eufemismos y tratamientos políticamente
correctos de los temas. También suele asociarse a este tipo de literatura con
el best seller con potencial de
convertirse en película. Es innegable que estos textos, como las sagas de Harry
Potter o Narnia, han hecho que los niños y jóvenes adquieran gusto por la
lectura, pero no podemos correr el riesgo de encasillarlos solo en este tipo de
lecturas o mirar a sus lectores únicamente como un mercado rentable.
Afortunadamente, con el paso del tiempo la literatura para
niños y jóvenes gana terreno, y las propuestas son cada vez más interesantes.
En Ecuador contamos con grandes escritores y también con grandes ilustradores,
que se juntan para que este tipo de literatura sea más atractiva y salga de lo
meramente funcional hacia lo propositivo. También es importante que las
políticas de Estado y las políticas editoriales sean más arriesgadas, y piensen
en los lectores infantiles y juveniles como personas críticas, inteligentes,
capaces de aceptar propuestas, de aprender, de conmoverse y plantear
propuestas.