lunes, 30 de septiembre de 2013

El párrafo: un reto

Uno de los principales retos con los que me enfrento cuando dicto clases o talleres es con la escritura del párrafo. Parece exageración, y ojalá fuera así, pero a veces la única expectativa que tengo en relación con mis estudiantes es que aprendan a escribir un párrafo, simple y decentemente bien estructurado.  Hoy revisaremos algunas características de este temido elemento básico de todo texto.

El primer problema que suelo encontrar cuando mis estudiantes escriben ‘párrafos’ es que  se trata de oraciones larguísimas que, con suerte, llevan alguna coma. Este es el principal error, pues el párrafo es un conjunto de oraciones y, como sabemos, las oraciones empiezan con una mayúscula y terminan en un punto. Sí, sé no necesariamente es así, que existen oraciones que dependen de otras o cumplen funciones similares a otras, que pueden separarse con otros signos o un conector. Sin embargo, la cuestión es que se abusa de las oraciones subordinadas  y yuxtapuestas,  y se escribe un chorizo de ideas que confunden al lector. Entonces, el primer ‘truco’ para escribir un párrafo es recordar que es un conjunto de oraciones cortas y concisas.

El segundo problema se relaciona con la manera de juntar estas oraciones. Si ubicamos las oraciones una junto a otra sin establecer una relación clara entre ellas, no se trata de un párrafo sino de un telegrama. De esta manera, para que un párrafo tenga sentido debemos usar conectores que indiquen al lector qué relación guardan las oraciones, pues estos indican si se trata de relaciones contraargumentativas, condicionales, causales, etc.

El tercer problema tiene que ver con el pensamiento errado de que un párrafo está mejor escrito si logra abarcar la mayor cantidad de ideas. En realidad no es así: cada párrafo debe desarrollar una sola idea, que se expresa en la oración principal. El resto de oraciones solo apoya a esta oración principal y no aporta nuevas ideas. Quizá, a lo mucho, se recomienda escribir una oración que anticipe lo que encontraremos en el siguiente párrafo, nada más.

Estas son las principales dificultades que suelo encontrar, no solo en estudiantes de pregrado sino en todos los niveles. Quizá el problema esté ligado a la idea de que somos más geniales si somos más ‘labiosos’, cuando en realidad el éxito está en expresarnos claramente, con las palabras suficientes y sin aspavientos.

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