martes, 25 de septiembre de 2018

La lengua, el libro, la lectura: nuestras revoluciones



El 23 de abril es un día especial para la lengua y los libros. La Unesco lo declaró el Día Internacional del Libro, y la ONU, en el Pleno, el Día del Idioma Español y el Día de la Lengua Inglesa. Estas declaraciones se deben a que el 23 de abril de 1616 fallecieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare, dos de los grandes genios de la literatura. Hay varios debates acerca de si esta es la fecha exacta en que murieron estos dos escritores, pues se dice que, en realidad, Cervantes murió en las últimas horas del 22 de abril, mientras que la fecha de la muerte de Shakespeare corresponde al calendario juliano, y no al gregoriano. Sin embargo, aunque las fechas no fueran exactas, el 23 de abril es un día de fiesta para el libro y las lenguas de estos dos escritores.

El libro, sin duda, ha acompañado por milenios a la humanidad, si nos remontamos a las planchas de barro que usaban los sumerios y los babilonios. Aunque su historia es milenaria, la creación de la imprenta en Occidente, en el siglo XV, marcó la verdadera revolución tecnológica. En 1440, Johannes Gutenberg inventó la imprenta moderna, que permitió que los libros pudieran producirse de una manera ‘masiva’ para la época, lo que democratizó la lectura y la hizo más accesible a la ciudadanía. Hasta entonces, la lectura estaba reservada únicamente para las élites económicas y culturales, especialmente para la Iglesia y los soberanos. Aunque el primer libro que se produjo con la imprenta de tipos móviles de Gutenberg fue la Biblia (lo que nos indica el poder que tenía la Iglesia), el hecho de que los libros pudieran llegar a una mayor población constituyó un gran adelanto para la divulgación del conocimiento, en la que el protagonista fue el libro.

Pensemos en los innumerables libros han pasado por nuestras manos. La mayoría de nuestras historias seguramente están atravesadas por los ellos, desde aquel que nos leían de pequeños hasta el que tenemos en nuestra mesa de noche o el que leemos a nuestros hijos. Gracias a los libros hemos aprendido a moldear nuestro mundo. Con ellos hemos crecido, a ellos nos remitimos. Son nuestra distracción, nuestro refugio, nuestros compañeros, nuestra fuente de conocimiento. Los libros nos acercan a la historia de la humanidad, juntan a generaciones, pueblos, ideologías. También nos llevan a mundos fantásticos o nos aterrizan en la realidad. Pese a que alguien no se considere un lector asiduo, estoy segura de que recordará un libro; al menos uno habrá marcado un momento de su vida de alguna manera (aunque sea para descubrir que no le gustan los libros).

En la actualidad ya no contamos solamente con el libro impreso, poco a poco las nuevas tecnologías nos acercan a nuevos formatos, pero siempre el libro (impreso o digital) tendrá un espacio en nuestras estanterías (físicas o virtuales). Probablemente Gutenberg, quien murió en bancarrota, no se imaginó el alcance de su revolución; tal vez Shakespeare o Cervantes no imaginaron que sus obras y sus muertes significarían lo que significan para nuestras culturas, pero lo cierto es que sus aportes generaron que ahora celebremos la vida del libro y de la lengua. Sigamos leyendo y cuidando nuestros libros, esa es una gran revolución para nuestros tiempos.

Esta columna fue publicada el 28 de abril de 2018, en la revista CartóNPiedra.

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