martes, 25 de septiembre de 2018

El género en la lengua: los cambios se avecinan


En los últimos meses, sobre todo, han tomado fuerza las luchas por cuestiones relacionadas con el género. La lengua no se queda fuera de estas demandas y de las discusiones que suscitan. Como sabemos, el masculino es el género marcado en el español: se usa para referirse a una colectividad en la que se incluyen elementos de ambos géneros, incluso cuando existe una mayoría femenina. Esto no significa que sea un idioma machista. Hay que dejar en claro que las lenguas, en su esencia, no tienen una ideología; sin embargo, quienes sí la tienen somos sus usuarios y dotamos a los usos de diversas características.

El hecho de que el masculino sea el género marcado responde a cuestiones históricas de la lengua misma, relacionadas con sus procesos ‘genealógicos’ y evolutivos. Obviamente, estos van de la mano con los cambios que se operan en las sociedades usuarias, y no podemos negar que nuestras sociedades han sido históricamente patriarcales, machistas, racistas, heteronormativas, etc. Si bien la lengua en sí no es machista, ni racista ni clasista, los usos que se le han dado lo son, por eso, si queremos cambiar a las sociedades también debemos procurar que los procesos lingüísticos vayan de la mano. Estos procesos son mucho más lentos, porque para hacer cambios estructurales en la lengua, es necesario que se obren cambios estructurales en la sociedad, y que estos tengan cierto grado de sedimentación y alcancen las conciencias de las mayorías.

Sin embargo, debe empezarse por algo, y creo que lo que vemos desde hace algunos años en relación con la lengua es una semilla que poco a poco irá dando frutos. Hemos visto cómo, desde la lengua, se han intentado establecer parámetros de visibilización de los diversos géneros. Entre estas propuestas se encuentra el desdoblamiento de géneros; por ejemplo, decir ‘todos los ciudadanos y todas las ciudadanas’, ‘los niños y las niñas’, etc. Si bien esta es una opción muy usada, y la más difundida, presenta problemas en relación con la concordancia, pues llega un momento en que el desdoblamiento resulta engorroso y los enunciados no pueden mantenerse.

También existe la propuesta de usar el femenino como género no marcado en lugar del masculino o en el caso de que la mayoría de elementos de la colectividad sea femenino. Esta, por ejemplo, ha sido la propuesta para nombrar al Consejo de Ministros de España, compuesto por una mayoría de mujeres. Se propone que se lo llame Consejo de Ministras, aunque existan hombres también en el grupo. Esta propuesta es interesante, y las respuestas (incluida la de la RAE) evidenciam cómo nuestra sociedad machista no está preparada para los cambios.

Asimismo, hay propuestas que incluyen el uso de la arroba (@), de la x o de la e en lugar de la marca de género. Creo que la arroba y la x no son una opción que podría sedimentarse, pues se trata de elementos que no calzan fonológicamente. Sin embargo, usar la e como marcador de género neutro es una opción que puede llegar a funcionar en nuestra lengua (que me perdonen los ortodoxos). Lo cierto es que es necesario cambiar los paradigmas y ver más allá; es urgente ser creativos y llevar las luchas hacia todos los campos que las implican. No se trata de modas pasajeras ni de caprichos, se trata de cambios en la forma de vernos y de asumirnos como individuos y como sociedad. Hay que dejar que los cambios de una manera ordenada, pensada, asumida. El camino es largo, pero existe la semilla.

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