martes, 25 de septiembre de 2018

El reto de enseñar lengua: creatividad y actualización


Cuando dicto cursos de redacción o de corrección, o asisto a seminarios sobre la lengua, es frecuente encontrar grandes desniveles entre profesionales que deberían tener una alta competencia gramatical y lingüística. Se trata de profesores de lengua, correctores, editores, escritores e incluso investigadores que, en muchas ocasiones, no saben ni siquiera estructurar un párrafo o reconocer los elementos de un enunciado. Varios han estudiado alguna carrera relacionada con la lengua y viven de ella, pero les resulta complicado explicar un concepto con palabras distintas a las que constan en los manuales. Se les dificulta establecer una reflexión metalingüística, y esto me parece muy preocupante; pues si quienes enseñan lengua no están capacitados, ¿cómo aprenden las generaciones que están a nuestro cargo?

Creo que hay dos problemas principales. Uno está relacionado con la manera de aprender lengua (y, por lo tanto, de enseñarla) y el otro es la falta de actualización de los profesionales. En relación con el primer problema, aun en la actualidad se tiende a enseñar lengua de una manera memorística. Los estudiantes memorizan, por ejemplo, todos los tipos de hiato y de diptongo que existen, pero no saben cómo definirlos sin la ‘polla’. Pueden memorizar las preposiciones, y repetirlas al revés y al derecho, pero no entienden la función que cumplen en la oración. Todo es memoria sin reflexión. Para que los estudiantes entiendan bien el funcionamiento de la lengua, es necesario reflexionar acerca de ella, establecer analogías, comprender el orden de los elementos, atreverse a jugar, a experimentar, darse cuenta de que ella está implicada en todas las materias y en todas nuestras realidades. Lamentablemente, los mismos maestros no reflexionan acerca de la lengua y la enseñan de memoria, como ellos mismos aprendieron en su tiempo.

El problema de la actualización se relaciona con el anterior. Existe la tendencia a aprender y a enseñar de memoria, y a quedarse en la zona de confort de los conceptos memorizados. He escuchado de profesores que no conocen las ‘nuevas’ reglas de acentuación de la RAE (pongo nuevas entre comillas, pues se establecieron en 2010). Muchos no saben nombrar a los elementos de los enunciados. Algunos recurren a diccionarios o a gramáticas del siglo pasado. Varios de ellos no pueden leer un diccionario. La mayoría no se atreve a preguntar a los pares y, mucho menos, a entrar a foros virtuales donde se resuelven las dudas más sorprendentes. Es verdad que a Ecuador no llegan muchos de los textos indispensables de consulta, o que estos resultan caros, pero esa no es una excusa válida. Se puede consultar de todo en la web o acudir a bibliotecas que cuentan con el material necesario. La dificultad de acceso no es un pretexto para no actualizarse, al menos si se piensa que no solo se está instruyendo a los estudiantes para que enumeren las preposiciones, sino para que sean competentes en el uso de la lengua, y para que esta competencia los convierta en ciudadanos reflexivos y curiosos.

No hay comentarios: