domingo, 22 de abril de 2018

La lengua también dice mucho de nuestras ideologías


Como sabemos, la lengua es el mayor instrumento del que disponemos para comunicarnos. Sin ella sería casi imposible transmitir nuestros sentimientos y pensamientos; sería complicado llegar a acuerdos, construir puentes. Por las palabras pasa todo lo que somos, pasan nuestra historia, nuestra realidad, nuestros sueños, nuestra memoria. Y por las palabras pasa también nuestra ideología, nuestra manera de pensar y de percibir el mundo. Por esto mismo, las palabras que elegimos dicen más de nosotros de lo que podemos imaginar. Muchas veces, también, las usamos para hablar sobre la misma lengua y para dar cuenta de las percepciones que tenemos acerca de ella. Esto se conoce como ‘ideología lingüística’.

Muchas veces, seguramente habremos escuchado este tipo de ideologías acerca de la lengua. Por ejemplo, una ideología lingüística muy común dice que el inglés es la ‘lengua franca’ de la comunicación actual, que quien no conoce y habla este idioma es, prácticamente, un analfabeto funcional. Vemos aquí cómo las ideas preconcebidas que tenemos acerca de la hegemonía política, académica y cultural de Estados Unidos se manifiestan en nuestra percepción de la lengua. Pensamos que para tener acceso a un mejor estatus de vida debemos manejar esta lengua. Lo mismo sucede actualmente con el chino y la ideología lingüística que lo ubica como el idioma del futuro. En tiempos pasados sucedió, por ejemplo, con el francés, y la ideología dominante respecto a este, que lo ubicaba como el un idioma elegante y elitista.

En relación con el español también suelen generarse ideologías, como, por ejemplo, cuando se repite que es la segunda lengua materna más hablada, o cuando se cuestiona su escasa presencia en las publicaciones académicas. También ocurre cuando debatimos acerca de cuál es el mejor español de todas las variantes que se hablan en el mundo. Todas estas percepciones están configuradas por otras maneras más ‘macro’ de ver el mundo, pues evidencian una realidad de tensiones, de los hablantes de una lengua (y ciudadanos) que se disputan hegemonías y buscan posicionar sus realidades a través del idioma. En el caso de las lenguas ancestrales, las ideologías lingüísticas también se hacen patentes. Por ejemplo, al luchar por reivindicar una lengua o al identificarla como un ‘idioma menor’ o inútil que no conduce al progreso.

Las ideologías lingüísticas también se manifiestan en otros campos que no se relacionan con lo regional. Por ejemplo, cuando decimos que el español es un idioma sexista, y cuando se toman decisiones con respecto a esto. Optar, por ejemplo, por escribir la letra ‘e’ en lugar de los marcadores de género es es hacer de la lengua algo más que un instrumento de comunicación, es dotarla de ideología y hacer que transmita nuestra manera de ver el mundo, las luchas, las rebeliones. Por eso, cada vez que hablamos de la lengua, hablamos de lo que somos, de lo que tenemos, de lo que esperamos. Solo que, a veces, nos quedamos en un nivel superficial que nos impide ver el potencial de lo que decimos, o callamos.

Este artículo se publicó en la revista CartóNPiedra, de diario El Telégrafo, el 7 de abril de 2018


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