domingo, 22 de abril de 2018

Ante todo el glamur: usemos las palabras para hechizar


Siempre, cuando hablamos de ‘glamur’ o de gente ‘glamurosa’, pensamos en las estrellas de cine o de la farándula, con ropa costosísima, viajes a lugares paradisiacos, fiestas y demás. El glamur se asocia, de cierta forma, con lo superficial o con el encanto inexplicable que emanan algunas personas o lugares. En el Diccionario de la Lengua, esta palabra se define como “encanto sensual que fascina”; sin embargo, el uso que le solemos dar no se limita solo a lo ‘sensual’, sino que tiene más que ver con la fascinación, con el hechizo. Precisamente, esta palabra procede de ese ‘hechizo’.

La etimología de glamur se remonta a los griegos, a la palabra grammatikḗ, que pasó al escocés como grammar y al latín como grammatica. En griego, esta palabra se refiere al arte o técnica de las letras, y este significado se transmitió al resto de lenguas que se nutrieron del griego. Sin embargo, en el escocés grammar mantuvo su sentido, pero también derivó en glamour, relacionada con el hechizo que producen ciertas personas en otras. Luego glamour pasó al francés y desde este al español glamur. Desde que la RAE publicó el Diccionario Panhispánico de Dudas, se sugiere que esta palabra se escriba tal como se pronuncia, así como los adjetivos glamurosa y glamuroso. Es curioso el viaje que hacen las palabras y las múltiples asociaciones que pueden generar en sus trayectos.

La etimología de glamur no deja de ser fascinante, pues el término del que deriva en un inicio, la gramática de los griegos, nos dice mucho también de la palabra, de la lengua. El término griego viene, a su vez de grámma (letra), es decir, el arte de usar las letras. Quien domina el arte de las letras, quien sabe usarlas de manera adecuada, quien comunica una idea correctamente y también quien las maneja de tal forma que puede crear una obra de arte es también un hechicero, es un artista. El dominio de las letras se refiere también a la magia que se genera cuando se las transforma y se crea. Este hechizo y esta atracción indescifrables que se produce provienen de un acto de alquimia, de un saber cómo dar vida a aquello que, aparentemente, es inerte. Por eso no parece extraño, cuando nos remontamos a la etimología, que la creación mediante la palabra tenga algo de glamuroso.

Tal vez a veces nos olvidamos de que las palabras son mágicas, de que con la lengua podemos crear sensaciones tan increíbles que, curiosamente, a veces no pueden ser ni siquiera explicadas con palabras o que pueden ser explicadas con otra creación artística maravillosa. Pero aparte de la creación literaria, que es una manera sublime de aplicar la gramática primigenia, también está esa técnica de saber usarlas adecuadamente. No solo es ‘glamuroso’ quien crea con las palabras sino también quien sabe transmitir ideas con ella de una manera clara y concisa, quien se acerca a la escritura (de cualquier tipo) con el respeto que se merecen las palabras y quienes las reciben, como lectores u oyentes. Sería bueno que cuando pensáramos en escribir o hablar, también pensáramos que estamos creando magia, que usamos un material que, mediante un acto de alquimia cotidiana, se transforma en algo que puede desencadenar una maravilla. Que este sea el momento de quitarle a la palabra glamur lo superficial y volverla a sus inicios, que también consideremos ‘glamuroso’ a lo que puede transmitir la magia de la lengua.

Este texto fue publicado en la revista CartóNPiedra, de diario El Telégrafo, el 31 de marzo de 2018

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