domingo, 20 de mayo de 2012

Esa rayita que llamamos tilde


El español, como otros idiomas, tiene un sistema de acentuación gráfica, representado por la tilde.  El uso de esta se generalizó en el español recién a mediados del siglo XVIII y desde entonces se establecieron sus dos funciones: prosódica y diacrítica. Es decir, indica la sílaba que lleva el acento en una palabra y diferencia palabras que se escriben igual pero tienen significados distintos.
Hay que tomar en cuenta que no todas las palabras se tildan, pues el español se rige por el principio de economía. Por lo tanto, solo se tildan las palabras que de alguna manera no cumplen con la norma general. El caso más común es el de las palabras graves, aquellas que tienen el acento en la penúltima sílaba. Estas son las más frecuentes en el español y la mayoría de ellas termina en n, s o vocal; así, solo se tildan aquellas que no se rigen a esta ‘normalidad’: las que terminan en cualquier otra consonante. En cuanto a las agudas, solo se tildan si acaban en n, s o vocal, pues lo común es que estas, que llevan el acento en la última sílaba, terminen en cualquier otra consonante. Y en relación con las esdrújulas y las sobresdrújulas, siempre se tildan porque son poco comunes.
Vemos, entonces, que es muy fácil distinguir cómo nuestro idioma economiza en su sistema de acentuación gráfica. Sin embargo, hay un mito de economía que debe eliminarse, ese que dice que las mayúsculas no se tildan. Las mayúsculas sí se tildan: el hecho de que una letra sea gráficamente más grande que otras no quiere decir que esté exenta de llevar tilde donde la norma lo dicta.  Las mayúsculas deben tildarse siempre que sea necesario;  así que, si usted es de esas personas que escriben solo con mayúsculas para no tildar, destierre el mito  y deje de economizar.

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domingo, 13 de mayo de 2012

Las dos caras del verbo haber


Haber es un verbo muy particular, pues tiene características especiales que lo diferencian del resto de verbos. En primer lugar, cumple la función auxiliar, esto quiere decir que de alguna manera carece de significado pero contribuye para que otros verbos lo tengan. Los verbos auxiliares, como haber, dan al verbo principal características de tiempo, número y persona que solo no tendría. Por ejemplo, si decimos ‘hemos comido’,  el verbo principal es comer, pues es el que tiene significado. Sin embargo, este verbo por sí solo no nos da mucha información; necesita del verbo haber para que sepamos quién habla y en qué tiempo. Entonces, la primera función de haber es la de auxiliar, en este caso este verbo puede ser conjugado en todas las personas y en todos los tiempos.
Sin embargo, la otra cara de haber como verbo principal es mucho más especial. Cuando denota existencia, este verbo es impersonal, es decir,  solo puede ser conjugado en tercera persona del singular. Es muy común encontrar errores como estos: ‘En la marcha hubieron varios participantes’ o ‘Se espera que hayan quejas’. Lo correcto en estos casos es ‘hubo varios participantes’ y ‘se espera que haya quejas’, pues, como vimos, cuando el verbo haber tiene un significado pleno solo puede conjugarse en tercera persona del singular. Esta regla rige también cuando haber es el verbo principal de alguna perífrasis,  por ejemplo, no podemos decir que ‘estaban habiendo varias señales’, lo correcto es ‘estaba habiendo varias señales’. Recordemos que en este caso hay un verbo auxiliar, que, como haber en otras ocasiones, le presta al verbo principal sus características de tiempo, número y persona.

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domingo, 6 de mayo de 2012

Verbos con personalidad


En español tenemos, entre los tipos de verbos, a los pronominales. Estos necesitan de un pronombre para completar su significado, pues este permite que la acción del verbo recaiga sobre quien la ejecuta.  Ejemplos de estos verbos son arrepentirse o fugarse, pues las acciones recaen sobre quien las realiza: yo me arrepiento (nadie lo hace por mí) o él se fuga (la acción recae sobre la misma persona). Sobre este último verbo, es incorrecto el uso sin pronombre, no podemos decir “los delincuentes fugaron”, lo correcto es “se fugaron”.
Hay otros verbos que no son exclusivamente pronominales, pero que en ocasiones necesitan del pronombre para tener un significado específico. Por ejemplo, entrenar. Cuando el verbo entrenar no tiene pronombre es transitivo: alguien entrena a otro. Cuando cuenta con el pronombre, en cambio, la acción recae sobre quien la ejecuta. Es muy común escuchar en las noticias deportivas expresiones como: “La selección entrenó ayer” o “Los atletas entrenaron el fin de semana”. Estas son incorrectas porque lo que se quiere decir es que la selección y los atletas se entrenaron, o sea, estuvieron a cargo de su propio entrenamiento.
Otro caso también muy común es el del verbo clasificar. Cuando no lleva el pronombre se refiere a poner en orden varias cosas; sin embargo, cuando lo lleva significa pasar a la siguiente etapa en una clasificación. Podemos decir, por ejemplo, que alguien clasifica los libros de la biblioteca por materia, pero no que un equipo clasificó a las semifinales. Lo correcto, en este último caso, es que el equipo se clasificó.
Como vemos, es necesario incluir el pronombre en ciertos verbos para que tengan determinado significado. A veces sucede que de tanto escuchar el error tendemos a pensar que es correcto, sin embargo, nunca está de más consultar un diccionario. Si ve que el verbo consultado tiene la marca ‘prnl.’ quiere decir que el verbo precisa de un pronombre, como parte de su ADN.

Publicada en Cartón Piedra

domingo, 29 de abril de 2012

Cuidado con los falsos amigos, lo pueden traicionar


En la gramática, como en la vida, existen los falsos amigos;  se parecen a aquellos que nos dan puñaladas por la espalda, pues pueden hacer que lo que escribimos sea en realidad muy distinto a lo que queremos expresar. Los falsos amigos son aquellas palabras de otras lenguas que suenan muy parecidas a palabras que usamos en español, pero que tienen significados distintos, tan distintos que, si no nos ponemos las pilas, pueden generar una tragedia.
Por ejemplo, uno de los falsos amigos más crueles y devastadores es la palabra inglesa billion, casi igual a nuestra española billón, pero con la cual tiene varios ceros de distancia. Billion, en inglés, significa mil millones; en español, en cambio, significa un millón de millones. En inglés suena lógico decir que hay “six billion people in the world”, es decir, seis mil millones de personas en el mundo; pero sería absurdo hacerle caso a este falso amigo e interpretar la frase como si hubiera ¡seis millones de millones de personas en el mundo! Imagínese usted tremenda sobrepoblación. Algo parecido pasa con el francés décade, que se refiere a un período de diez días, no a diez años como falsamente nos sugeriría nuestro “amigo” (entre décade y década hay aproximadamente 3640 días de diferencia).
Hay muchos otros casos de falsos amigos, como el inglés lyric, que no puede traducirse como lírica sino como letra (de una canción); o el italiano autista, que debe significa conductor o chofer, no persona que padece autismo, o el portugués esquisito, que no significa delicioso sino extraño o raro.  En fin, la lista es larga, tan larga que hay que tener mucho cuidado, aunque en realidad, como en la vida, solo hay que estar atento a las señales y evitar a los falsos amigos.

Pueden encontrar esta columna en la nueva edición de Cartón Piedra

domingo, 22 de abril de 2012

¿Economía lingüística o ley del mínimo esfuerzo?


Spro k ud ntiend lo k stoy scribiend. ¿Lo entendió? Si no lo entendió seguramente pertenece a la generación de los migrantes digitales, que, como yo, aprendieron a redactar los mensajes con palabras completas. Sabemos que uno de los principios para establecer la norma en las lenguas es la economía lingüística: utilizar la menor cantidad de palabras para expresar lo que se quiere decir. Pero, en la actualidad, con los mensajes de texto, ¿se aplica realmente este principio o se recurre a la ley del mínimo esfuerzo? En realidad, es obvio que se trata de pereza lingüística más que de economía, o de una economía tan básica que es capaz de pasar por encima de cualquier norma hasta convertir a la lengua en algo ininteligible.

Es muy distinto hablar de la economía lingüística que aplicamos al acortar algunas palabras que  han llegado a formar parte del español estándar, como cine, tele, bici, foto o trole.  También podemos hablar de economía lingüística cuando evitamos circunloquios o redundancias, como los tan usados volver a repetir o volver a rehacer (recordemos que el prefijo re- significa repetición, por lo tanto con repetir o rehacer nos basta, no es necesario reiterarlo con el verbo volver).  En estos casos, y en otros más, podemos ver cómo la economía no afecta al lenguaje sino que ayuda a ahorrar espacios o palabras sin restarle comprensión al texto.

Recordemos que en nuestro idioma son básicas las vocales, no podemos prescindir de ellas, por lo tanto, escribir q o k en lugar de que, o m e lugar de me, no es modernizar al español sino apocarlo y quitarle su riqueza léxica. Las letras están ahí no solo para ser pronunciadas, también lo están para ser escritas, aunque eso implique gastar en un mensaje más.

Publicado en la revista Cartón Piedra, no dejen de leerla.

De las palabras a los hechos, nueva columna semanal

Desde hoy De las palabras a los hechos se publicará como columna semanal en la revista Cartón Piedra, de diario El Telégrafo. Claro que no por eso este blog desaparecerá, seguiremos aquí y allá. Pueden seguirnos también por Twitter en @palabrasyhechos.

domingo, 19 de febrero de 2012

"Utensillo"


En el español ecuatoriano, por alguna extraña razón fonética, se tiende a pronunciar la palabra utensilio como si tuviera doble l, es decir, "utensillo". Cada vez es más extendido este uso, pero es un error muy desagradable, tanto de pronunciación como de escritura. Recientemente encontré esto en un museo, qué vergüenza. Así que recuerden, queridos amigos, que la palabra correcta es utensilio, no "utensillo".