Cuando hablé sobre la
argumentación, surgió también el tema del plagio. Este es un asunto muy
preocupante en todos los niveles, que se deriva, por supuesto, de la poca
capacidad de argumentación. Sin embargo, se ha convertido en una práctica muy
extendida, a la que han apoyado inevitablemente los avances tecnológicos.
Ahora, con un clic, es posible acceder a una cantidad abrumadora de
información, que se convierte en un arma de doble filo que nos puede servir para
enriquecer el conocimiento o para alimentar la vagancia. Hoy no pretendo
descubrir el agua tibia, pero sí dar algunas pautas que nos pueden servir para
evitar el plagio.
La primera es muy obvia: investigar metodológicamente.
Mientras más investiguemos sobre un tema, es más fácil obtener un argumento
adecuado y ubicar correctamente a nuestras fuentes. Claro que esta
investigación debe tener una metodología, por ejemplo, debemos acostumbrarnos a
buscar las citas adecuadas que nos sirvan para demostrar nuestro punto de
vista, y no sacar de contexto estas citas. Esta investigación nos lleva al
siguiente punto: contrastar a las fuentes. Si somos capaces de establecer un
diálogo entre textos y autores, es menos probable que cometamos plagio, pues
ese diálogo nos obliga a citar a las fuentes.
Otra pauta obvia, que de tan obvia se pasa por alto es la de
citar a las fuentes. Debemos citar (textualmente o como paráfrasis) a las
fuentes de toda aquella información que no hubiéramos obtenido si no hubiéramos
investigado. Hay cuestiones que no necesitan de citas, como fechas históricas o
hechos de conocimiento público, pero hay otras, la mayoría, que necesitan
obligatoriamente una referencia. Si tenemos duda acerca de si citar la fuente
de un dato o no hacerlo porque el conocimiento nos parece obvio, es preferible
citar. Para citar hay que seguir siempre un formato, la mayoría de ellos
obligan a citar a la fuente con una referencia entre paréntesis, otros usan los
pies de página, pero siempre debemos seguir un formato.
La última pauta tiene que ver con el sentido común y la
honestidad académica. En este sentido, es indispensable recordar que el plagio
es un delito y que no podemos robarnos las ideas de otros, aunque sepamos que
nadie se va a dar cuenta. Otra forma muy común de plagio es el autoplagio; en
este caso, se toman textos e ideas que ya hemos publicado con anterioridad y se
las hace pasar como nuevas. Aunque el autor sea uno mismo, este tipo de plagio
también constituye una falta de honestidad, pues las ideas que no son nuevas
deben citarse siempre.
En realidad este tema es bastante polémico, pues muchas
veces no quedan claras las fronteras entre lo que es plagio o no, pero lo
repito: si no estamos seguros, no perdemos nada con citar hasta a la fuente más
obvia, pues recordemos que el plagio es una falta grave que puede costarnos un
trabajo, una carrera y mucho más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario