El 23 de abril es un día especial para la lengua y los
libros. La Unesco lo declaró el Día Internacional del Libro, y la ONU, en el
Pleno, el Día del Idioma Español y el Día de la Lengua Inglesa. Estas
declaraciones se deben a que el 23 de abril de 1616 fallecieron Miguel de
Cervantes y William Shakespeare, dos de los grandes genios de la literatura.
Hay varios debates acerca de si esta es la fecha exacta en que murieron estos
dos escritores, pues se dice que, en realidad, Cervantes murió en las últimas
horas del 22 de abril, mientras que la fecha de la muerte de Shakespeare
corresponde al calendario juliano, y no al gregoriano. Sin embargo, aunque las
fechas no fueran exactas, el 23 de abril es un día de fiesta para el libro y
las lenguas de estos dos escritores.
El libro, sin duda, ha acompañado por milenios a la
humanidad, si nos remontamos a las planchas de barro que usaban los sumerios y
los babilonios. Aunque su historia es milenaria, la creación de la imprenta en
Occidente, en el siglo XV, marcó la verdadera revolución tecnológica. En 1440,
Johannes Gutenberg inventó la imprenta moderna, que permitió que los libros
pudieran producirse de una manera ‘masiva’ para la época, lo que democratizó la
lectura y la hizo más accesible a la ciudadanía. Hasta entonces, la lectura
estaba reservada únicamente para las élites económicas y culturales,
especialmente para la Iglesia y los soberanos. Aunque el primer libro que se produjo
con la imprenta de tipos móviles de Gutenberg fue la Biblia (lo que nos indica
el poder que tenía la Iglesia), el hecho de que los libros pudieran llegar a
una mayor población constituyó un gran adelanto para la divulgación del
conocimiento, en la que el protagonista fue el libro.
Pensemos en los innumerables libros han pasado por nuestras
manos. La mayoría de nuestras historias seguramente están atravesadas por los ellos,
desde aquel que nos leían de pequeños hasta el que tenemos en nuestra mesa de
noche o el que leemos a nuestros hijos. Gracias a los libros hemos aprendido a
moldear nuestro mundo. Con ellos hemos crecido, a ellos nos remitimos. Son
nuestra distracción, nuestro refugio, nuestros compañeros, nuestra fuente de
conocimiento. Los libros nos acercan a la historia de la humanidad, juntan a generaciones,
pueblos, ideologías. También nos llevan a mundos fantásticos o nos aterrizan en
la realidad. Pese a que alguien no se considere un lector asiduo, estoy segura
de que recordará un libro; al menos uno habrá marcado un momento de su vida de
alguna manera (aunque sea para descubrir que no le gustan los libros).
En la actualidad ya no contamos solamente con el libro
impreso, poco a poco las nuevas tecnologías nos acercan a nuevos formatos, pero
siempre el libro (impreso o digital) tendrá un espacio en nuestras estanterías
(físicas o virtuales). Probablemente Gutenberg, quien murió en bancarrota, no
se imaginó el alcance de su revolución; tal vez Shakespeare o Cervantes no
imaginaron que sus obras y sus muertes significarían lo que significan para
nuestras culturas, pero lo cierto es que sus aportes generaron que ahora
celebremos la vida del libro y de la lengua. Sigamos leyendo y cuidando
nuestros libros, esa es una gran revolución para nuestros tiempos.
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