En los últimos años, sobre todo a raíz la Ley Orgánica de
Educación de Superior, las universidades ecuatorianas han aumentado su
producción editorial. No es que antes no publicaran textos (especialmente en
las instituciones de posgrado), sino que con la Ley esto se volvió
indispensable, pues garantiza una mejor evaluación. Además, publicar es uno de
los requisitos indispensables y de las obligaciones que debe cumplir un
profesor universitario de tiempo completo. Por esto, en los últimos años, ha
habido un crecimiento exponencial de las publicaciones y las editoriales
universitarias. Esto debería ser una buena noticia y un indicador de que la
producción editorial académica está despegando muy bien en nuestro país. Sin
embargo, cabe preguntarse si lo que se publica es relevante, si tiene calidad,
si aporta al conocimiento, si los canales de distribución son los adecuados, si
quienes escriben los libros están preparados para escribirlos...
Lamentablemente, publicar muchos libros no garantiza que
sean de calidad. Hay universidades, sobre todo de posgrado, que ya cuentan con
una larga trayectoria editorial, con departamentos editoriales consolidados y
profesionales, y evaluadores competentes. En estos casos, la producción se
mantiene y la calidad es evidente. Sin embargo, muchas otras no cuentan con
estas trayectorias y el material que producen deja mucho que desear. He
encontrado libros de ‘editoriales universitarias’ cuya presentación es muy
mala, parecen diagramados por inexpertos y no cuentan con un estilo académico
definido. En varios casos, se nota que los textos no pasaron por los filtros
adecuados de edición. Son textos mal escritos, poco rigurosos en cuanto a la
investigación, pobres en cuanto a propuesta. En esos momentos, una no solo se
pregunta acerca del proceso editorial, sino acerca del proceso de revisión por
pares ciegos que exige el Reglamento de Carrera y Escalafón del Profesor e
Investigador del Sistema de Educación Superior. ¿En realidad alguien revisa
esos textos? Parece que no, que su publicación es una obligación para que la
institución se acredite y nada más.
Además de las fallas que tienen las instituciones y sus
‘editoriales’ (insisto, no todas), también está la preparación de los docentes.
Muchos no están acostumbrados a producir textos académicos o a investigar. Si
bien estas destrezas se adquieren en la vida académica, en varias ocasiones no
se lo hace con la debida rigurosidad. Otra razón es que los docentes tienen muy
poco tiempo real para investigar y, por lo tanto, producir textos. Para
sistematizar en un texto una investigación de calidad se necesitan años y un
trabajo en equipo, pero las instituciones y las leyes no garantizan esto. En
fin, muchas las costuras se le encuentran aún a la producción editorial
universitaria, y quizá para arreglarlas sea necesario revisar las leyes y los
reglamentos y, sobre todo, crear conciencia de que la producción no son números
sino calidad y seriedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario