Uno de los mayores terrores que afronta quien empieza a
escribir, sea novato o experimentado, es la hoja en blanco. Muchas veces
resulta angustioso mirar titilar el cursor, si escribimos en la computadora, u
observar la hoja de papel vacía, inmaculada. Cuesta empezar, y cuesta, sobre
todo, porque cuando empezamos a escribir a veces no sabemos exactamente qué
vamos a decir. Tenemos una idea vaga en nuestra cabeza, acaso el tema o dos
puntos importantes, pero no hemos pensado en el texto antes de volcarlo a la
página. Por esto ocurren muchos problemas de redacción, ya que al tener una
idea poco clara de qué queremos escribir, nos lanzamos a decir todo lo que se
nos ocurre sobre el tema que escogimos y lo hacemos de una manera desordenada. A
la hora de escribir, por lo tanto, es importante planificar el texto y
estructurar previamente las ideas que abarcará.
Cuando trabajo en clases de redacción, uno de los ejercicios
consiste, precisamente, en ordenar las ideas para escribir un texto. El
ejercicio parte de la redacción de una tesis, que no es más que una oración con
una idea principal y tres secundarias que la apoyan. La idea principal refleja
la intencionalidad del texto (argumentativo, contrastivo, descriptivo, etc.) y
las ideas secundarias son los argumentos, ideas, descripciones, etc., que refuerzan
esa intencionalidad. El ejercicio parece fácil, pero cuesta bastante, porque se
complica encontrar solo tres ideas que apoyen a la principal. Y cuesta también
encontrar una idea principal alrededor de la cual gire el resto. También es
difícil ‘dejar ir’ otros asuntos relacionados con el tema principal, que nos
parecen igual de importantes. Para empezar a escribir un texto, debemos tener
claro, entonces, sobre qué hablaremos y cómo restringiremos el tema. Con esta
oración base de cualquier texto, la idea queda delimitada y la página vacía
empieza a llenarse de ideas ordenadas e importantes.
Otro ejercicio que propongo es escribir un esquema del
texto. Con la oración de tesis bien delimitada esto es más fácil, pues
simplemente se toman las ideas secundarias y se buscan otras ideas que las
sostengan. Con tres o cuatro ideas que sostengan a cada una de las secundarias,
tenemos ya estructurado un párrafo. Los párrafos, como sabemos, son un conjunto
de oraciones que sostienen una idea principal. En este ejercicio también suele
ser complicado ‘dejar ir’ a ideas que pueden ser interesantes, pero no aportan
suficientemente al texto que queremos redactar. Hay otros ejercicios, como
hacer una lluvia de ideas, servirnos de esquemas gráficos para discriminar lo
principal y lo secundario, dejar los textos reposar, etc. Lo importante es
buscar una manera de estructurar nuestro texto antes de volcarlo a la página en
blanco.
Si tenemos idea de lo que vamos a decir, la página en blanco
nos resulta menos terrorífica, y nuestros textos resultarán más interesantes y
ordenados. Hay una frase del escritor del Siglo de Oro Baltasar Gracián que
funciona como una máxima para la escritura: “Lo bueno, si breve, dos veces
bueno”. Cuando nos enfrentamos con una página en blanco es bueno tener esta
frase en mente, sobre todo porque en el momento de estructurar las ideas que
vamos a comunicar a nuestro lector, escribiremos solo lo importante, lo que
aporte, y dejaremos de lado aquello que corte el ritmo, que no brinde
información necesaria o que esté de relleno.
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