En los estudios del discurso, la polifonía es un concepto
recurrente. Esta se trata de traer al discurso propio otras voces, ya sea para
que apoyen nuestros argumentos o para refutarlos y, de esta forma, legitimar lo
que afirmamos. Uno de los mayores teóricos de la polifonía es Oswald Ducrot,
cuya teoría polifónica de la enunciación es fundamental al estudiar las
diversas voces, explícitas o implícitas, que subyacen en un discurso. Sus principales
postulados se encuentran en su obra El
decir y lo dicho. Ducrot se basó, sobre todo, en los estudios dialógicos de
Mijail Bajtin, que postulan que en los textos literarios se establece un
diálogo entre quien lo emite y quien lo recibe. Ducrot amplió este estudio a
otros tipos de ‘textos’ distintos del literario.
Los estudios de la polifonía son muy interesantes para
descubrir, sobre todo, aquello que permanece escondido en los discursos y las diversas
estrategias para incorporar en nuestros propios enunciados las palabras de
otros; por esto, los discursos son heterogéneos. Esta heterogeneidad se manifiesta
de forma explícita o velada, y evidencia diversas intenciones del enunciador.
De forma explícita, por ejemplo, la vemos en los discursos reproducidos,
aquellos en los que traemos la voz del otro de manera prácticamente literal. En
los textos escritos encontramos marcas de estilo directo como comillas, dos
puntos para introducir la palabra ajena o verbos ‘del decir’. Asimismo, se
manifiesta en el discurso indirecto, aunque no se usen marcas. Aunque pareciera
que, al introducir el discurso directo, el enunciador pretende ser neutral, no
siempre resulta así. Si bien el discurso se reproduce ‘tal cual’ se enuncia,
quien trae al texto este discurso escoge qué se enuncia, entrecomilla lo que
conviene para su argumento, contextualiza las frases de acuerdo con su
conveniencia.
También existen otras formas más sutiles de heterogeneidad
en el discurso. Por ejemplo, las negaciones. Cuando afirmamos que alguien no es
apto para tal o cual labor, subyace otro discurso, que estamos refutando, que
afirma que ese alguien sí es apto para ese trabajo. Es decir, aunque no lo
evidenciemos, existe un discurso contrario al nuestro. Otra forma de este tipo
de polifonía son las ironías. Al recurrir a un discurso irónico, el enunciador
pone en duda el discurso ajeno, lo ridiculiza, le resta valor. Asimismo, la
ironía funciona como un mecanismo para crear en el público una visión sesgada
del opositor.
Otro mecanismo polifónico es el uso de los verbos. El
condicional de rumor es muy usado por los medios de comunicación para enunciar
un discurso de otros. Al usar este tiempo verbal, el enunciador evita hacerse
cargo del discurso al que se refiere. Por ejemplo, si se afirma: “El Gobierno
elevaría el precio del gas”, se atribuye la responsabilidad del discurso al
otro. Como vemos, los discursos no son elementos planos, que solo llevan un
mensaje. Es necesario estar atentos a todo lo que nos quieren decir y a las
múltiples voces que subyacen en ellos.
Este texto fue publicado en la revista CartóNPiedra, de diario El Telégrafo, el 24 de marzo de 2018.
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