Siempre, cuando hablamos de ‘glamur’ o de gente ‘glamurosa’,
pensamos en las estrellas de cine o de la farándula, con ropa costosísima,
viajes a lugares paradisiacos, fiestas y demás. El glamur se asocia, de cierta
forma, con lo superficial o con el encanto inexplicable que emanan algunas
personas o lugares. En el Diccionario de
la Lengua, esta palabra se define como “encanto sensual que fascina”; sin
embargo, el uso que le solemos dar no se limita solo a lo ‘sensual’, sino que
tiene más que ver con la fascinación, con el hechizo. Precisamente, esta
palabra procede de ese ‘hechizo’.
La etimología de glamur se remonta a los griegos, a la
palabra grammatikḗ, que pasó al
escocés como grammar y al latín como grammatica. En griego, esta palabra se
refiere al arte o técnica de las letras, y este significado se transmitió al
resto de lenguas que se nutrieron del griego. Sin embargo, en el escocés grammar mantuvo su sentido, pero también
derivó en glamour, relacionada con el
hechizo que producen ciertas personas en otras. Luego glamour pasó al francés y desde este al español glamur. Desde que la
RAE publicó el Diccionario Panhispánico
de Dudas, se sugiere que esta palabra se escriba tal como se pronuncia, así
como los adjetivos glamurosa y glamuroso. Es curioso el viaje que hacen las
palabras y las múltiples asociaciones que pueden generar en sus trayectos.
La etimología de glamur no deja de ser fascinante, pues el
término del que deriva en un inicio, la gramática de los griegos, nos dice
mucho también de la palabra, de la lengua. El término griego viene, a su vez de
grámma (letra), es decir, el arte de
usar las letras. Quien domina el arte de las letras, quien sabe usarlas de
manera adecuada, quien comunica una idea correctamente y también quien las
maneja de tal forma que puede crear una obra de arte es también un hechicero,
es un artista. El dominio de las letras se refiere también a la magia que se
genera cuando se las transforma y se crea. Este hechizo y esta atracción
indescifrables que se produce provienen de un acto de alquimia, de un saber
cómo dar vida a aquello que, aparentemente, es inerte. Por eso no parece
extraño, cuando nos remontamos a la etimología, que la creación mediante la
palabra tenga algo de glamuroso.
Tal vez a veces nos olvidamos de que las palabras son
mágicas, de que con la lengua podemos crear sensaciones tan increíbles que,
curiosamente, a veces no pueden ser ni siquiera explicadas con palabras o que
pueden ser explicadas con otra creación artística maravillosa. Pero aparte de
la creación literaria, que es una manera sublime de aplicar la gramática
primigenia, también está esa técnica de saber usarlas adecuadamente. No solo es
‘glamuroso’ quien crea con las palabras sino también quien sabe transmitir
ideas con ella de una manera clara y concisa, quien se acerca a la escritura
(de cualquier tipo) con el respeto que se merecen las palabras y quienes las
reciben, como lectores u oyentes. Sería bueno que cuando pensáramos en escribir
o hablar, también pensáramos que estamos creando magia, que usamos un material
que, mediante un acto de alquimia cotidiana, se transforma en algo que puede
desencadenar una maravilla. Que este sea el momento de quitarle a la palabra
glamur lo superficial y volverla a sus inicios, que también consideremos
‘glamuroso’ a lo que puede transmitir la magia de la lengua.
Este texto fue publicado en la revista CartóNPiedra, de diario El Telégrafo, el 31 de marzo de 2018
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