Muchas
veces se acusa al español de ser un lenguaje sexista, pues ‘prefiere’ al género
masculino sobre el femenino. El hecho de que nuestro idioma asuma un género
marcado (genérico) no significa que discrimine a las mujeres. Pero ¿cómo llegar a un acuerdo respecto a
este tema que genera acaloradas discusiones?
Primero, todo idioma tiene una normativa que, si no seguimos, puede generar un caos lingüístico, dejar de ser una convención y no comunicar adecuadamente. Por lo tanto, es importante entender que desde que empezó a ser un idioma, el español se rige por la convención de que el masculino es el género marcado. No se llegó a esta convención por machismo, sino porque gramaticalmente era la opción más adecuada.
En segundo
lugar, es necesario que exista un género marcado para evitar errores de
concordancia o desdoblamientos que entorpecen la comprensión del texto. En el
primer caso, el de la concordancia, el masculino debe regir cuando tenemos
sujetos plurales. Por ejemplo, si decimos: ‘Lina y Daniel estaban contentos’, el adjetivo (contentos)
califica a dos personas y, por ley de concordancia, debe escribirse en
masculino. No podemos escribir ‘contentas’ porque no hablamos de dos sujetos
femeninos, ni es posible escribir ‘contenta y contento’ porque el adjetivo
plural califica necesariamente a Lina y a Daniel.
En relación
con los desdoblamientos, se suele caer en cuestiones como ‘Las profesoras y los profesores fueron
convocadas y convocados a una reunión’. Debido a que uno de los principios que
rige la lengua es la economía, es importante eliminar los elementos
redundantes. Por eso se ha determinado un género marcado: para economizar. Así,
asumimos que dentro de profesores también se encuentran las profesoras y que no
solo se convocó a los hombres sino también a las mujeres. El español, como
vemos, no discrimina, no es sexista, simplemente se rige por unas reglas que
buscan que sea ‘comunicable’.
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