Empiezo con una anécdota. Estuve investigando acerca de la
situación de los correctores de textos en Ecuador y llamé a varias editoriales
para preguntar si contrataban correctores. Al llamar a una editorial de textos
escolares y preguntar si me podían informar sobre los correctores, me hicieron
esperar en la línea un largo rato: mi pregunta rodaba por la editorial y nadie
podía responderla. Por último, una señorita se ofreció a ayudarme. Le pregunté
si la editorial contrataba correctores, pero no me entendió. Resulta que ella era
la encargada de compras, es decir, la que sabía cuánto costaban los ‘liquid
paper’ y todos sus sucedáneos, pero nadie en la editorial, nadie, tenía idea de
que existieran correctores de textos.
¿Tiene usted idea de quiénes son o qué hacen los correctores
de textos? Si la tiene, perfecto. Si no, le contaré que son esas silenciosas
personas que revisan que los textos lleguen sin errores al lector. Un buen
corrector, además de manejar el lenguaje en todos sus niveles, debe conocer sobre
temas muy variados, pues tendrá que corregir un libro escolar, una tesis, una
noticia o un texto legal, lo que sea. También es paciente y piensa con lógica,
pues muchas veces debe desentrañar lo que el escritor quiso decir, eso sí, sin
tergiversar el contenido y siempre respetando la esencia de los textos. Por
todo lo anterior, se dice que la corrección es un oficio imperceptible, pues si
está bien hecho nadie lo va a notar.
Esta pequeña columna va por todos los correctores de textos,
los buenos por supuesto, los que, al ser el primer filtro entre el autor y el
lector, median por una lectura agradable y libre de errores; los que cuidan y
respetan el idioma. Y va por los autores, medios y editoriales que están
conscientes de la importancia de la corrección de textos y no se conforman con comprar ‘liquid paper’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario