En varias ocasiones, cuando edito o corrijo textos
académicos, suelo encontrarme con dudas acerca de usos lingüísticos y palabras
que no constan en los documentos ‘oficiales’ sobre la lengua: neologismos,
extranjerismos, resaltes tipográficos, variaciones de género, etc. Lo que
sucede es que muchas veces la academia (me refiero a la que reúne a personas
dedicadas a la ciencia y a la investigación) no camina al mismo ritmo o por la
misma vereda que la otra academia (la que, se supone, norma nuestra lengua). En
los textos académicos, sobre todo en los de ciencias sociales, es muy común
encontrar palabras que no aún no constan en los diccionarios, que son creadas
por sus autores, o son muy específicas de la materia o préstamos de otras
lenguas. A veces pienso que uno de los principales objetivos de quienes se
dedican a la academia es complicar la vida de quienes editan y corrigen; pero
otras veces (sobre todo cuando escribo textos académicos) pienso que la lengua
(la normada, por supuesto) queda bastante corta para tanto que se tiene que
decir.
Cuando se editan o se corrigen textos, se cuenta,
generalmente, con una herramienta fundamental: los manuales y los diccionarios,
no solo los referentes a la lengua sino aquellos especializados en las materias
específicas con las que se trabaja. Aunque estos manuales y diccionarios sean
en muchos casos restrictivos, son un apoyo para enmarcar los textos dentro de
un género, de una lengua, de una disciplina, de un estilo; es decir, para darle
al lector un texto adecuado a sus necesidades. Estas herramientas ayudan a
quienes editamos o corregimos a cumplir nuestro papel de mediadores entre quien
escribe y quien lee los textos. Muchas veces, armados con diccionarios y
manuales, nos comunicamos con los autores para comentarles sobre un término,
para llegar a un acuerdo sobre un uso, para sugerirles una mejor opción. Los
autores, al ser los dueños de su texto, tienen la última palabra, y acatan o no
las sugerencias. Es aquí donde las academias (la científica y la normativa)
suelen tener sus encontronazos o sus ‘romances’, pues algunas veces el texto que
norma la lengua no sirve (o no es suficiente) para expresar aquello que quien
escribe necesita expresar. Otras veces, claro, los diccionarios y los manuales
son la solución perfecta para ese texto que estaba tambaleando y ahogándose
entre neologismos y rarezas.
Cuando los diccionarios y los manuales ayudan, todo es
tranquilidad y armonía; sin embargo, cuando no son suficientes, aparece la duda
y es necesario buscar puntos de equilibrio que salven la adecuación y la
coherencia de los textos. Estas últimas son las ocasiones en la que más
disfruto mi labor de editora y correctora, pues es un reto ‘armonizar’ las
academias. Es ahí cuando es necesario ‘hurgar’ más en la maravilla de la lengua
y de la ciencia, buscar de dónde surgen los términos que se acuñan, de dónde
los usos, cuáles son las realidades a las que se refieren, evaluar las
pertinencias, buscar posibilidades, incluso ayudar a crear. También son una oportunidad
para enfrentar a los fantasmas o para derrumbar un poco los mitos, pues suele
suceder que las armas con las que cuentas no son suficientes, que las
realidades son tan fuertes, tan nuevas o tan inabarcables, que es imposible meterlas
en un molde o ponerles un nombre ya existente.
Es necesario dejar la arrogancia
de lado y escuchar al autor, y también, sobre todo, pensar en la persona que
leerá el texto, para que no se confunda, para que entienda, para ese mensaje le
sirva de algo. Lo bueno de todo esto es que al final se termina comprendiendo
que la norma y la ciencia no están reñidas, sino que siempre hay acuerdos entre
ambas, que la lengua, en sus maravillosas posibilidades, puede acercar
realidades, y ser creativa y efectiva.
Esta columna se publicó el 19 de enero en http://www.cartonpiedra.com.ec/
Esta columna se publicó el 19 de enero en http://www.cartonpiedra.com.ec/
1 comentario:
Excelente Pilar!
Precisa tu observación: "Es ahí cuando es necesario 'hurgar' más en la maravilla de la lengua y de la ciencia,..."
Abrazo, feliz 2018!
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