En varias columnas he comentado que uno de los principios
básicos que rige a la lengua es el de la economía lingüística: omitir aquello
que está de más en el discurso para darle fluidez. La intención de este
principio es expresar más con menos palabras. Muchas veces, sin embargo, sucede
que en el discurso coloquial (y también, en cierta medida, en el formal) se
tiende a usar palabras que podrían omitirse fácilmente y se cae en
redundancias.
Un ejemplo muy claro es la palabra mes. Muchas veces sucede
que se junta a esta palabra con el nombre del mes, así: mes de junio, mes de
agosto, etc. La redundancia ocurre porque los nombres de los meses solo se
refieren a ellos (con excepción de Abril, Mayo y Julio, que también son nombres
propios). Por lo tanto, es suficiente con decir: junio, agosto, septiembre,
etc., porque ya está implícita la idea de que son meses del año.
Otro caso muy común y muy similar al anterior es el de los
días de la semana: sus nombres (excepto
Domingo) solo denominan a los días, a nada más. Es redundante, por lo tanto,
decir: el día martes o el día jueves, es suficiente con martes o jueves. Y ya
que hablamos de meses y de días, un pequeño paréntesis: los días y los meses se
escriben con minúscula inicial, excepto cuando denominan a fechas especiales o
a nombres propios, como Viernes Santo, Hugo Mayo, Santo Domingo, 10 de Agosto
de 1802, etc.
Por último, para terminar con el tema de las redundancias,
otro caso común: el de los colores. Suele acompañarse al nombre del color con
la palabra ‘color’ cuando no es necesario. Por lo tanto, se redunda si se dice:
‘La pared es de color blanco’ o ‘La carpeta es de color verde’; es más preciso
decir: ‘La pared es blanca’ o ‘La carpeta es verde’.
Como vemos, estos usos son comunes en el lenguaje cotidiano;
aunque no están vedados, es preferible ahorrar palabras para no dar información
innecesaria.
Pueden encontrar esta columna en Cartón Piedra
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