El español, como otros idiomas, tiene un sistema de acentuación
gráfica, representado por la tilde. El
uso de esta se generalizó en el español recién a mediados del siglo XVIII y
desde entonces se establecieron sus dos funciones: prosódica y diacrítica. Es
decir, indica la sílaba que lleva el acento en una palabra y diferencia
palabras que se escriben igual pero tienen significados distintos.
Hay que tomar en cuenta que no todas las palabras se tildan,
pues el español se rige por el principio de economía. Por lo tanto, solo se
tildan las palabras que de alguna manera no cumplen con la norma general. El
caso más común es el de las palabras graves, aquellas que tienen el acento en
la penúltima sílaba. Estas son las más frecuentes en el español y la mayoría de
ellas termina en n, s o vocal; así, solo se tildan aquellas que no se rigen a
esta ‘normalidad’: las que terminan en cualquier otra consonante. En cuanto a
las agudas, solo se tildan si acaban en n, s o vocal, pues lo común es que
estas, que llevan el acento en la última sílaba, terminen en cualquier otra
consonante. Y en relación con las esdrújulas y las sobresdrújulas, siempre se
tildan porque son poco comunes.
Vemos, entonces, que es muy fácil distinguir cómo nuestro
idioma economiza en su sistema de acentuación gráfica. Sin embargo, hay un mito
de economía que debe eliminarse, ese que dice que las mayúsculas no se tildan.
Las mayúsculas sí se tildan: el hecho de que una letra sea gráficamente más
grande que otras no quiere decir que esté exenta de llevar tilde donde la norma
lo dicta. Las mayúsculas deben tildarse
siempre que sea necesario; así que, si
usted es de esas personas que escriben solo con mayúsculas para no tildar,
destierre el mito y deje de economizar.
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