domingo, 30 de diciembre de 2012

Para abreviar


Muchas veces, cuando falta espacio en un texto, usamos abreviaturas; sin embargo, es importante tomar en cuenta algunas reglas para no equivocarnos. En primer lugar, es necesario definir abreviatura. Según el Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE: “Es la representación gráfica reducida de una palabra o grupo de palabras, obtenida por eliminación de algunas de las letras o sílabas de su escritura completa y que siempre se cierra con un punto”.

La definición de abreviatura ya nos da pistas: se eliminan algunas letras de una palabra y siempre termina con punto. Sobre lo primero, por lo general suelen eliminarse más de dos letras de una palabra y siempre se conservan las primeras, no existe abreviatura que se forme sin la primera letra de una palabra. Entonces, ya tenemos dos reglas: una abreviatura siempre termina con punto y conserva, al menos, la primera letra de la palabra.

Por otro lado, existen dos maneras de abreviar. La primera es por truncamiento, es decir, se conservan las primeras letras. En este caso, es importante tomar en cuenta otra regla: si las sílabas que se conservan se tildan, la abreviatura debe tildarse, por ejemplo: página (pág.), código (cód.), número (núm). Otra manera de formar abreviaturas es por contracción: se eliminan algunas letras de la palabra o se recurre a las letras voladas, por ejemplo: etcétera (etc.), atentamente (atte.), María (Mª).

Para finalizar, tres reglas rápidas: los femeninos se construyen con la terminación de femenino al final de la abreviatura o con letra volada (doctor y doctora: Dr. y Dra. o Dr.ª; licenciado y licenciada: Lcdo. o Lcda.). En cuanto al plural, debe aumentarse la letra –s (págs., uds., cías.). Y, por último, si la palabra original lleva mayúsculas, la abreviatura debe conservarlas, como en el caso de Buenos Aires (Bs. As.). Ojalá que con estas reglas, ya no sea tan complicado abreviar.

Pueden encontrar esta columna en CartónPiedra. 

Adjetivos y adverbios


La semana pasada revisamos qué sucede cuando un sustantivo modifica a otro sustantivo. Ahora veremos otro caso en que las palabras ‘juegan’ a cumplir funciones que nos les corresponden o que no son su función principal. Esto sucede cuando los adjetivos cumplen la función de adverbio.

Como sabemos, la función de los adjetivos es modificar a los sustantivos, es decir, darles una característica o un atributo. Los adverbios, en cambio, son palabras cuya función principal es modificar a un verbo. Sin embargo, hay ocasiones en que ciertos adjetivos cumplen la función de adverbio. Este es el caso de los llamados adverbios adjetivales.

Estos adverbios adjetivales son palabras cuya función principal es la de adjetivos, como, por ejemplo, duro, rápido, bajo. En estos casos, cuando el adjetivo se ‘adverbializa’, carece de marcas de femenino y de plural. Por ejemplo: ‘Espero que lleguen rápido’. Aquí, rápido funciona como un adverbio (indica cómo se espera que se dé la acción) y, por lo tanto, no se pluraliza, como sí sucede si decirnos ‘Hicimos algunos cambios rápidos en el documento’. Veamos otro ejemplo: ‘Trabaja duro para lograr sus objetivos’. En este caso, duro es originalmente un adjetivo que se convierte en adverbio al explicarnos cómo se lleva a cabo el trabajo.

Estos adjetivos ‘adverbializados’ pueden ser reemplazados por adverbios terminados en –mente. Por ejemplo, en lugar de ‘lleguen rápido’, podemos decir ‘lleguen rápidamente’. O en lugar de ‘trabaja duro’ se puede decir ‘trabaja duramente’.  Cualquiera de estos usos, según la RAE, es permitido, solo que la ‘adverbialización’ de los adjetivos es más común en América.

La RAE indica también que no todos los adjetivos pueden ser adverbios, sino únicamente aquellos que expresan una evaluación positiva de algo (rico, sabroso, etc.) ; nociones espaciales (bajo, alto, cerca, etc.) o percepciones (rápido, duro, etc.). Sin embargo, si tiene dudas, es mejor utilizar el adverbio terminado en –mente.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Sustantivos en aposición


Como sabemos, dentro del universo de la lengua cada palabra tiene su función, así la del adjetivo es la de modificar a un sustantivo, el cual casi siempre funciona como núcleo del sujeto o de un complemento. Sin embargo, algunas veces las palabras deben cumplir funciones que no les son propias y para ello deben modificar su comportamiento. Esto ocurre cuando un sustantivo modifica o explica a otro, es aquí cuando ocurre la aposición.

Existen casos de aposición en que los sustantivos, solos o como parte de un grupo nominal, están señalados como incisos explicativos ‘encerrados’ entre comas. Por ejemplo: ‘Mi gran amigo, el profesor, vino a la fiesta’ (en este caso, el profesor, como grupo nominal, se encuentra en aposición). Otro caso ocurre cuando dos sustantivos están juntos y el primero modifica al segundo, por ejemplo: hombre rana o palabra clave.

Hasta aquí no hay problema. El problema ocurre cuando queremos transformar al plural combinaciones como las del último caso. ¿Decimos hombres ranas, hombre ranas u hombres rana? ¿Palabra claves o palabras clave? Por regla general, al tratarse de un sustantivo que modifica a otro, el segundo debe permanecer sin modificación de número. Entonces, lo correcto es hombre rana y palabras clave (otros casos son, entre otros, sofás cama, coches bomba, horas pico).

No obstante, la RAE advierte que el segundo sustantivo puede ser plural cuando forma parte de una oración copulativa de atributo, es decir, cuando se asume que entre ambos sustantivos hay un verbo copulativo. En este caso, es correcto escribir palabras clave o palabras claves (porque la estructura profunda se lee así: las palabras son claves) o, también, estados miembros (estados que son miembros). Así, haciendo este pequeño ejercicio de transformación podemos evitar caer en un error y evitar cualquier problema lingüístico.

Pueden encontrar esta columna en CartónPiedra

viernes, 14 de diciembre de 2012

Cuantificadores y verbos


Según el Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE (DPD), los sustantivo cuantificadores son aquellos que, "siendo singulares, designan una pluralidad de seres de cualquier clase”. Algunos ejemplos de estos son: multitud, grupo, conjunto, mayoría, resto, montón, delegación, etc. Estos sustantivos suelen estar acompañados por la preposición de y un complemento que generalmente está en plural, por ejemplo: ‘la mayoría de personas’, ‘un conjunto de leyes’, ‘un montón de ropa’, etc.

Al ser sustantivos singulares con complemento plural, se suele generar una confusión al establecer concordancia con el verbo, no está claro si se debe escribir ‘Una delegación de estudiantes asistió a la reunión’ (singular, en concordancia con el sustantivo cuantificador)  o ‘Una delegación de estudiantes asistieron a la reunión’ (plural, en concordancia con el complemento). La buena noticia es que ambas formas son correctas, no obstante, es mayoritaria la preferencia por el plural, debido a que el verbo está más cerca del complemento que del cuantificador.

 Pese a que escribir el verbo en singular o en plural es correcto en la mayoría de ocasiones, el DPD menciona dos casos específicos en los que es obligatorio el uso del plural: el primero se da si el verbo está acompañado por un atributo o un complemento predicativo (es decir, que indica una característica del complemento o de la acción). Un ejemplo: ‘La mayor parte de los asistentes eran muy jóvenes’. El segundo caso ocurre si el cuantificador no lleva determinante (infinidad, cantidad, multitud), por ejemplo: ‘Infinidad de cartas llegaron a su buzón esa tarde’. Como vemos, no es  complicado establecer una concordancia correcta, sin embargo, si tiene dudas, opte por el plural, que en este caso no falla.

Opciones inclusivas


La semana pasada revisamos por qué el español, por sus convenciones sintácticas, no es un idioma sexista. Sin embargo, existen varias opciones para evitar cualquier ‘suspicacia’ y hacer que lo que escribimos sea incluyente y no afecte ni al idioma ni a los colectivos.

En muchos casos, es suficiente buscar el sustantivo que agrupe al femenino y al masculino de una colectividad.  Por ejemplo, en lugar de decir ‘las y los estudiantes’ podemos escribir ‘el estudiantado’ o ‘el alumnado’ o, en lugar de ‘las profesoras y los profesores’ es suficiente con ‘el profesorado’. Hay maneras de evitar los desagradables desdoblamientos, el más desagradable uso de la línea diagonal (los/as niños/as) y el todavía más desagradable uso de la arroba (l@s chic@s), que no es aceptable en el español bajo ninguna circunstancia.

No obstante, es más complicado cuando nos encontramos con casos en los que la construcción es deliberadamente machista como en ‘ella es quien lleva los pantalones’ o ‘se comportó como todo un hombre’. ¿Qué hacer cuando se nos presentan estas situaciones: escribir ‘él es quien lleva las faldas’ o ‘ella se comportó como una mujer’? Me parece que aquí se pueden buscar fórmulas neutras, como ‘ella es quien decide’ o ‘se comportó de acuerdo con la situación’.  O tal vez sea más útil buscar maneras más contundentes de expresar aquello que queremos comunicar.

Este asunto de si el lenguaje es o no machista genera varias complicaciones en muchos aspectos, porque, como vimos la semana pasada, se puede caer en situaciones que vayan contra la naturaleza del idioma, así como herir susceptibilidades o generar giros innecesarios. La solución está en buscar el justo medio, de todas maneras, el español es un idioma tan rico que, si nos tomamos el trabajo de explorarlo con más profundidad, nos va a dar las respuestas de forma natural, sin que tengamos que tergiversarlo.

¿Lenguaje sexista?


Muchas veces se acusa al español de ser un lenguaje sexista, pues ‘prefiere’ al género masculino sobre el femenino. El hecho de que nuestro idioma asuma un género marcado (genérico) no significa que discrimine a las mujeres.  Pero ¿cómo llegar a un acuerdo respecto a este tema que genera acaloradas discusiones?

Primero, todo idioma tiene  una normativa que, si no seguimos, puede generar un caos lingüístico, dejar de ser una convención y no comunicar adecuadamente. Por lo tanto, es importante entender que desde que empezó a ser un idioma, el español se rige por la convención de que el masculino es el género marcado. No se llegó a esta convención por machismo, sino porque gramaticalmente era la opción más adecuada.

En segundo lugar, es necesario que exista un género marcado para evitar errores de concordancia o desdoblamientos que entorpecen la comprensión del texto. En el primer caso, el de la concordancia, el masculino debe regir cuando tenemos sujetos plurales. Por ejemplo, si decimos: ‘Lina y Daniel  estaban contentos’, el adjetivo (contentos) califica a dos personas y, por ley de concordancia, debe escribirse en masculino. No podemos escribir ‘contentas’ porque no hablamos de dos sujetos femeninos, ni es posible escribir ‘contenta y contento’ porque el adjetivo plural califica necesariamente a Lina y a Daniel.

En relación con los desdoblamientos, se suele caer en cuestiones como  ‘Las profesoras y los profesores fueron convocadas y convocados a una reunión’. Debido a que uno de los principios que rige la lengua es la economía, es importante eliminar los elementos redundantes. Por eso se ha determinado un género marcado: para economizar. Así, asumimos que dentro de profesores también se encuentran las profesoras y que no solo se convocó a los hombres sino también a las mujeres. El español, como vemos, no discrimina, no es sexista, simplemente se rige por unas reglas que buscan que sea ‘comunicable’. 

Recursos del español en la red: la RAE


Hay varias páginas en internet muy valiosas para resolver dudas sobre el español. En primer lugar, está la página de la Real Academia Española (www.rae.es). Esta es la institución que estandariza el uso del español y establece la norma. En esta página hay varios recursos, sobre todo su diccionario principal: el DRAE. La ventaja de esta versión es que cuenta con avances de la vigésima tercera edición (la versión impresa se actualiza cada diez años, la última fue en 2002). Además, puede consultar la conjugación de los verbos, datos gramaticales o etimológicos.

Otro recurso es el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), que se publicó en octubre de 2005 y es la primera obra expresamente panhispánica, es decir, que se trabajó conjunta y equitativamente entre las 22 academias de la lengua. En esta obra se recogen varias dudas referentes al uso del español y se presentan sugerencias, algunas más útiles que otras. Actualmente, el DPD está en proceso de adaptación a la Nueva Gramática y a la Nueva Ortografía de la RAE.

Aparte de los diccionarios ‘estrella’ de la RAE, hay otros recursos como el de Consultas lingüísticas, con un apartado que resuelve las dudas más frecuentes (aquí constan las principales novedades de la Nueva Ortografía, por ejemplo). También puede llenar un formulario de consulta con aquella duda que la página no resuelve; generalmente responden la pregunta en un par de días, lapso relativamente corto si se considera que es poquísima la gente que trabaja en el departamento correspondiente en la ‘venerable casa’.

Para terminar por hoy, también puede consultar el Nuevo Tesoro Lexicográfico, que reúne todos los diccionarios que ha publicado la RAE desde el siglo XVIII. Es un recurso muy interesante si quiere conocer la historia de nuestro idioma. Como el espacio es corto, la semana que viene revisaremos otras páginas útiles, mientras tanto, si tiene tiempo, explore la de la RAE.

Recursos del español en la red: el Centro Virtual Cervantes


La página del Centro Virtual Cervantes, CVC, (cvc.cervantes.es) no es solo un recurso del español en la red, es una gran vitrina del hispanismo en varios niveles: lengua, enseñanza, literatura, lengua, artes y ciencia. Esta página fue creada por el Centro Cervantes para difundir la lengua española y las culturas hispánicas.
Al decir que es una gran vitrina del hispanismo, me refiero a que puede encontrar información acerca de variados temas, sin embargo, los que más importan aquí son los relacionados con la lengua. En la sección de Lengua, el CVC cuenta con el Archivo Gramatical de la Lengua Española, el Banco de neologismos, un Catálogo de voces hispánicas, un Refranero multilingüe y foros donde se discuten temas relacionados con el lenguaje. También se dedica al estudio de la traducción, con la revista diaria Trujamán. Por último, hay una sección dedicada a la lexicógrafa María Moliner, en la que puede encontrar su famoso diccionario.

La sección de enseñanza también provee de herramientas para el profesor de español. Este apartado presenta recursos didácticos que pueden ser utilizados por el profesor, así como textos académicos sobre el tratamiento de español en la enseñanza. Es de gran utilidad el Diccionario de términos claves ELE, con amplias definiciones de temas lingüísticos.  Asimismo, el docente puede acceder a información sobre cursos de actualización.

Aunque las dos secciones mencionadas se dedican especialmente al estudio del español, las de Literatura y de Artes también presentan visiones interesantes. En Literatura, hay  varios artículos sobre escritores referenciales de ambos lados del Atlántico. Y en Artes hallará reseñas sobre otras manifestaciones artísticas, como un ‘museo’ virtual en el que se presentan varias ciudades patrimonio de la humanidad, entre ellas Quito. Sin duda, la página del CVC motiva un interesante recorrido a través de la cultura de los países hispanohablantes, como para repetirlo siempre que se pueda.

Recursos del español en la web: la Fundéu


La Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) es una institución que cuenta con el patrocinio de la Agencia Efe y el apoyo de la RAE. Su principal objetivo es velar por el buen uso del español en los medios de comunicación, de ahí que su página web (www.fundeu.es) sea uno de los recursos más interesantes sobre el español.

Una de las ventajas de la Fundéu es que analiza el lenguaje usual, es decir, aquellas palabras que generan dudas en el día a día. Al abrir la página, lo primero que encontrará es la Recomendación urgente del día, donde se resuelve una duda lingüística sobre temas coyunturales.  Además de este recurso, puede consultar a los asesores de la Fundéu sobre cualquier duda que tenga, o buscarla en las diversas consultas que ya han sido atendidas. Para facilitar esta búsqueda, la página cuenta con el Buscador urgente de dudas, donde puede hacer una búsqueda avanzada sobre su inquietud.

En esta página web también encontrará el Vademécum, diccionario de dudas del español, en el que constan varias recomendaciones acerca del uso del idioma. Aparte del Vademécum, la Fundéu ofrece varios recursos propios, que gestiona en otras páginas web, como la Wikilengua y Estilo, un manual para los nuevos medios. La Wikilengua (www.wikilengua.org) es una página colaborativa en la que se pueden encontrar diversos temas referentes al español, desde gramaticales hasta ortotipográficos, pasando por toponimia u ortografí, entre otras. Estilo (www.manualdeestilo.com), por su parte, habla sobre varios temas que se relacionan con el uso del español en la web.

La página de la Fundéu tiene muchos otros recursos interesantes y útiles, si tiene tiempo revísela, seguro que se convertirá en un recurso de cabecera. Incluso, si quiere, puede convertirse en colaborador al hacerse amigo del Club Fundéu BBVA.

El silencioso oficio de la corrección de textos


Empiezo con una anécdota. Estuve investigando acerca de la situación de los correctores de textos en Ecuador y llamé a varias editoriales para preguntar si contrataban correctores. Al llamar a una editorial de textos escolares y preguntar si me podían informar sobre los correctores, me hicieron esperar en la línea un largo rato: mi pregunta rodaba por la editorial y nadie podía responderla. Por último, una señorita se ofreció a ayudarme. Le pregunté si la editorial contrataba correctores, pero no me entendió. Resulta que ella era la encargada de compras, es decir, la que sabía cuánto costaban los ‘liquid paper’ y todos sus sucedáneos, pero nadie en la editorial, nadie, tenía idea de que existieran correctores de textos.

¿Tiene usted idea de quiénes son o qué hacen los correctores de textos? Si la tiene, perfecto. Si no, le contaré que son esas silenciosas personas que revisan que los textos lleguen sin errores al lector. Un buen corrector, además de manejar el lenguaje en todos sus niveles, debe conocer sobre temas muy variados, pues tendrá que corregir un libro escolar, una tesis, una noticia o un texto legal, lo que sea. También es paciente y piensa con lógica, pues muchas veces debe desentrañar lo que el escritor quiso decir, eso sí, sin tergiversar el contenido y siempre respetando la esencia de los textos. Por todo lo anterior, se dice que la corrección es un oficio imperceptible, pues si está bien hecho nadie lo va a notar.

Esta pequeña columna va por todos los correctores de textos, los buenos por supuesto, los que, al ser el primer filtro entre el autor y el lector, median por una lectura agradable y libre de errores; los que cuidan y respetan el idioma. Y va por los autores, medios y editoriales que están conscientes de la importancia de la corrección de textos y no se conforman con  comprar ‘liquid paper’.

'Dequefobia'


La semana pasada hablé sobre el dequeísmo, que es un error muy común en el español. Sin embargo, de tanto escuchar que el dequeísmo es un error podemos caer en la ‘dequefobia’ o queísmo, que consiste en eliminar el preposición de antes del relativo que cuando su uso no solo es necesario sino obligatorio. Revisemos los casos más comunes relacionados con esta fobia.

En primer lugar, se usa la preposición de junto con el relativo que cuando siguen a verbos pronominales que necesitan obligatoriamente de la preposición, como arrepentirse, alegrarse, asegurarse, convencerse, acordarse, etc. Por ejemplo, es correcto decir ‘Ella se aseguró de que el invitado llegara a tiempo’ (y no ‘Ella se aseguró que...’) o ‘Me alegro de que todo haya salido bien’ (en lugar de ‘Me alegro que...’).

Por otro lado, al contrario del dequeísmo, que se da en expresiones regidas por el verbo ser, suele ocurrir queísmo en expresiones regidas por el verbo estar. Por ejemplo, se comete queísmo al obviar la preposición en expresiones como ‘Estoy segura que vendrás’ o ‘No estaba muy convencido que fuera lo correcto’. Como vemos, en estos casos algo no anda bien, nos hace falta la preposición. Tampoco se debe temer escribir de que en locuciones que lo requieran como a pesar de que, en caso de que, a fin de que, etc.

Para no caer en la ‘dequefobia’ y utilizar de que cuando sea necesario, se puede aplicar el mismo truco que se propuso para el dequeísmo: convertir la oración en pregunta. Por ejemplo: ‘No debes olvidarte de que mañana es su cumpleaños’. La pregunta queda así: ¿De qué no debes olvidarte? Así, vemos que la pregunta se responde fácilmente, por lo tanto no hay ningún error. Es simple, dejemos atrás los viejos miedos.

Dequeísmo


El dequeísmo es uno de los errores más frecuentes que se cometen en español y consiste en incluir la preposición de antes del relativo que sin que sea necesario. Aquí veremos algunos casos en los que debe evitarse este error.

En primer lugar, encontramos dequeísmo cuando la preposición de sigue a verbos de percepción (mirar, escuchar, percibir, etc.), de pensamiento (creer, sospechar, presentir...), de habla (comentar, manifestar, declarar...) o de temor (temer, dudar...). Por ejemplo, seguramente habrán escuchado a gente que ‘piensa de que algo anda mal’, que ‘teme de que algo terrible suceda’ o ‘nos comenta de que la situación es complicada’. Parece un error imperceptible, pero no lo es. Lo correcto, en los casos anteriores, es ‘piensa que...’, ‘teme que...’ y ‘nos comenta que...’. Los verbos mencionados anteriormente son transitivos (o lo son en la mayoría de sus acepciones), por lo tanto, normalmente no admiten la preposición de después de ellos.

Otro caso común se relaciona con expresiones regidas por el verbo ser. Por ejemplo: ‘Es probable que aumente el precio’ (en lugar del incorrecto ‘Es probable de que...) o ‘Puede ser que nos equivoquemos’ (y no ‘Puede ser de que...). En estos casos, el de que no cabe, pues lo que sigue al verbo ser es un atributo de lo anterior, es decir, su característica o su razón.

Hay otros casos de los que no hablaré en esta ocasión pero son menos comunes. Un truco para saber si hay un caso de dequeísmo es convertir la oración en pregunta, si la pregunta no funciona es porque la oración es incorrecta. Por ejemplo: ‘Él manifestó de que hay un error en el documento’. La convertimos en pregunta: ¿De qué me manifestó él? Fijémonos que la pregunta no funciona, por lo tanto, no cabe el de que. En casos como estos el genio del idioma no nos responde, al contrario, hace una mueca y se escapa. 

La doble cara de los participios


El participio es una de forma impersonal de los verbos, junto con el gerundio y el infinitivo. El hecho de ser formas impersonales implica que solos no denotan una acción: precisan de un verbo auxiliar para tener características de tiempo, número y persona. Entonces, si digo ‘comido’ no expreso un sentido completo, pero si aumento un verbo auxiliar a ese participio: ‘he comido’, doy sentido a la expresión al indicar que quien ejecuta la acción es la primera persona del singular en tiempo presente.

Sin embargo, como el dios de las palabras es tan sabio, encargó a las formas impersonales otras funciones. El gerundio también es adverbio; el infinitivo es sustantivo,  y el participio,  adjetivo. Al funcionar como adjetivo, puede variar en género y número, por ejemplo: ‘mi viaje soñado’ o ‘mis vacaciones soñadas’. Hasta aquí todo bien, pues sabemos que los participios regulares terminan en –ado  o en –ido. El ‘inconveniente’ surge en verbos con doble participio, uno regular y otro irregular, este es el caso de imprimir (imprimido o impreso) o de elegir (elegido o electo).

La regla general indica que cuando un verbo cuenta con dos participios, el regular se usa en perífrasis verbales y el irregular funciona como adjetivo. Por ejemplo: ‘Había imprimido dos veces el texto’ y ‘Les entregó el texto impreso’. O también: ‘El presidente fue elegido ayer’ y ‘Vino el alcalde electo’. Para recordar esta regla podemos referirnos a otros verbos como despertar (despertado y despierto), en los que no podemos usar el participio irregular en perífrasis verbales, así, no es posible decir: ‘Me he despierto’ ni ‘Es una niña muy despertada’. No obstante, en el caso de imprimir, la RAE admite el uso de los dos participios en perífrasis, se puede decir ‘He imprimido el documento’ o ‘He impreso el documento’.

Oraciones impersonales


La semana pasada revisamos las oraciones de pasiva refleja, en las cuales el verbo debe conjugarse de acuerdo con el elemento al que precede. Hoy hablaré sobre las oraciones impersonales, aquellas en las que el verbo debe conjugarse en singular.

En primer lugar, una oración es impersonal cuando no hay un sujeto que efectúe la acción y lleva el pronombre se, por ejemplo: ‘Se convocó a los seleccionados’. En este ejemplo, no se sabe quién convocó y la oración es impersonal. En estos casos, el verbo siempre se conjugará en primera persona del singular. Según el Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE (DPD), las oraciones impersonales se dan en los siguientes casos: cuando se trata de un verbo intransitivo (la acción no puede transmitirse al objeto), por ejemplo: ‘Se habló de los temas más importantes’; con verbos transitivos cuya acción recae sobre una  persona y preceden a la preposición a, por ejemplo: ‘Se busca a los culpables del crimen’, o cuando hay un verbo copulativo, por ejemplo: ‘Se está mejor aquí adentro’. El DPD también menciona que el se impersonal se puede encontrar incluso en oraciones pasivas, por ejemplo: ‘Nunca se es apreciado lo suficiente’.

En los dos primeros casos, de los verbos transitivos y de los intransitivos, solo debemos fijarnos en que haya una preposición después del verbo, como en los ejemplos anteriores: ‘Se habló de temas importantes’ y ‘Se busca a los culpables’ (las preposiciones están resaltadas en cursivas).
Para recapitular el uso del pronombre se en oraciones impersonales, recordemos que se usa en oraciones de pasiva refleja y en oraciones impersonales. En el primer caso, los verbos se conjugan en plural si el objeto es plural, y en el segundo, los verbos siempre se conjugarán en tercera persona del singular.