domingo, 23 de septiembre de 2012

¿Se arregla zapatos o se arreglan zapatos?


Seguramente, al caminar por la calle o leer los clasificados, habrá visto numerosos anuncios de este tipo: ‘Se arregla zapatos’, ‘Se acepta tarjetas’, ‘Se vende naranjas’, etc. Y seguramente le habrá parecido extraña la conjugación del verbo, pero habrá pensado que es correcta. Eso es lo que suele pasar cuando el error se repite innumerables veces: pensamos que si en todas partes se escribe así es correcto. Sin embargo, en este caso hay un error.

El error está en que se suelen confundir las oraciones escritas en pasiva refleja y las impersonales. En otras palabras, hay una confusión al identificar sobre quién recae la acción del verbo. En las oraciones con pasiva refleja, la acción recae sobre el elemento que está después del verbo y, por lo tanto, debe conjugarse según el número que tenga este. Por ejemplo: ‘Se arreglan zapatos’ es una oración de pasiva refleja: la acción (arreglar) recae sobre el objeto zapatos (en plural), entonces, el verbo debe conjugarse en plural. Lo mismo sucede con ‘Se aceptan tarjetas’ o ‘Se venden naranjas’: la acción recae sobre el objeto plural.

Un truco para darnos cuenta cuándo se escribe el verbo en plural es transformar la oración en voz pasiva: ‘Los zapatos son arreglados’, ‘Las tarjetas son aceptadas’, ‘Las naranjas son vendidas’. Si el verbo (ser) se conjuga en plural, en la pasiva refleja el verbo deberá ser plural. Además, esta construcción solo funciona con verbos transitivos: aquellos que transmiten la acción del sujeto a un objeto, que son los únicos que aceptan la voz pasiva. En este caso, el objeto se convierte en sujeto de la oración pasiva.

Así, vemos que el uso tan extendido de oraciones del tipo ‘Se arregla zapatos’ es errado, pero es muy fácil corregirlo si recordamos los trucos que el idioma nos ofrece. 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Préstamos 'gringos'


La semana pasada revisamos algunas palabras quichuas que forman parte de nuestra variante del español y que caminan orgullosas por la calle, aunque no consten en ningún diccionario ‘oficial’. Sin embargo, nuestro español no solo ha tomado prestadas palabras del quichua, sino también de otros idiomas como el inglés.

Tenemos, por ejemplo, la lonchera, esa caja, generalmente metálica, en la que se guarda la comida que se lleva al trabajo, o, en el caso de los niños, a la escuela. Lonchera viene de lunch, almuerzo. Esta palabra no solo se usa en Ecuador; según el Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua, es usada en casi todos los países del continente, así como el verbo lonchar (almorzar).

Una palabra que sí es propia de Ecuador es wincha (del inglés winch: cabestrante). Con esta palabra nos referimos a la grúa. Aunque wincha es solo ecuatoriana, en otros países también se ha adaptado el vocablo inglés, así: winche, wincher, güincha o huinche. Un proceso similar ha experimentado guachimán (del inglés watchman: vigilante), que ya está aceptada en el DRAE, aunque no pasa lo mismo con guachimanía.

Para terminar, dos palabras más: guaipe y cachascán. La primera procede de wiper: limpiador, y se refiere a la estopa que sirve para limpiar cualquier superficie. Cachascán, una variedad de lucha libre, viene de catch as can catch (agárrate como puedas). Ambas han sido adoptadas en casi todos los países americanos. Estas palabras son solo pruebas de cuánto ha influenciado el inglés en nuestro español, lo interesante es que todas se han adaptado a nuestra fonética y nuestra grafía, tanto que ya nos pertenecen.

Pueden encontrar esta columna en Cartón Piedra.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Palabras ‘inmigrantes’



El verbo inmigrar significa llegar a otro lugar distinto al de origen para establecerse en él. Tal como sucede con las personas, y precisamente por ellas, muchas palabras también cumplen su proceso migratorio, pues salen de su idioma original para establecerse en otros, unas veces con el mismo significado y con la misma grafía, y otras veces con adaptaciones que les permiten instalarse en su nuevo hogar.

En la variante ecuatoriana del español quizá el idioma que más se ha adaptado ha sido el quichua, pues se han tomado muchas palabras de esta lengua como propias de nuestro español, sin que dejen de ser quichuas, obviamente. La cuestión es que el quichua y el español conviven sin ningún problema en nuestro lenguaje, sobre todo en el de la Sierra, pese a que muchas de esas palabras no estén presentes en los diccionarios oficiales. La semana pasada revisamos algunas de esas palabras, ahora veremos otras. Tenemos, por ejemplo, el adjetivo llucho (desnudo), que procede el quichua lluchu. De hecho, hasta utilizamos el verbo enllucharse, ya adaptado como verbo pronominal.

Otra palabra es carishina (de cari: hombre, y shina: así), referido a la mujer inexperta en los quehaceres domésticos. También podemos encontrar curuchupa (de curu: gusano y chupa: rabo), que se refiere despectivamente a las personas demasiado apegadas a la tradición y a la Iglesia. Y en esa misma ‘onda’ despectiva está shunsho (de shunshu: tonto), que tiene el mismo significado que en el quichua.

Es interesante ver cómo muchas palabras quichuas se han establecido en nuestra variante del español, ya sea puras o adaptadas, con tanta fuerza que es innegable admitir que están dentro de nuestro ADN lingüístico, siempre vigentes, útiles y maravillosas, sin que ningún proceso histórico haya logrado disminuirlas. 

Pueden encontrar esta columna en Cartón Piedra.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Palabras 'clandestinas'


A menudo, solemos encontrar palabras que no constan en los diccionarios estándares del español y tendemos a pensar que el hecho de que no consten en estos textos (sobre todo DRAE) significa que no deben usarse en el español.

Sin embargo, el proceso para que una palabra entre en un diccionario como el DRAE es largo: debe demostrar que un grupo representativo la usa, que consta en textos de autoridades y someterse a la burocracia académica, que muchas veces la ignora sin más. Así, muchas palabras caminan clandestinamente, tanto que ya van de boca en boca, en el lenguaje común de la gente que no sabe nada de este largo proceso.

En la variante ecuatoriana del español tenemos varias de estas palabras, que son aceptadas como viejos amigos en el lenguaje común. Una de ellas es chuchaqui, que no consta en el DRAE pero ha sido sentido por la mayoría de los ecuatorianos (aunque sea en su variante ‘moral’).  La etimología de esta palabra es desconocida, pero se presume que viene del quichua, pues chaqui significa pie. Y, hablando de pies, ¿quién no ha atravesado un chaquiñán para acortar camino? Pues chaquiñán es otra palabra que no consta en el DRAE y que también procede del quichua: chaqui (pie) y ñan (camino).

Del quichua también viene huasipichay (huasi –casa– y pichay –limpieza), la reunión que se suele hacer para estrenar una casa. Tenemos, asimismo, al verbo muchar (de muchana: besar), y chimbador (de chimbana: cruzar, atravesar). En fin, estos son solo ejemplos de palabras muy usadas en nuestro país (sobre todo en la Sierra), y que están vivitas y coleando aunque los diccionarios oficiales las ignoren; la semana que viene veremos más.

Pueden leer esta columna en Cartón Piedra.