lunes, 23 de julio de 2012

La coma destructora


La semana pasada hablé de uno de los principales usos de la coma, los incisos explicativos, y mencioné que muchas veces se comete el error de confundirla con las pausas que hacemos al hablar. Este error es más común de lo que pensamos, sobre todo cuando se usa la coma para separar al sujeto y al verbo de una oración.

Recordemos la primera parte de uno de los conceptos típicos de nuestra época de la escuela: “La oración es un conjunto de palabras con sentido completo”, y este sentido completo está dado, en la mayoría de los casos, porque hay un sujeto explícito que ejecuta una acción. Entonces, sujeto y acción (verbo) son elementos inseparables dentro de una oración, si interponemos una coma entre los dos estamos destruyendo esa unión perfecta.

A veces sucede que los sujetos son largos y, al hablar, necesitamos hacer un alto para respirar, por ejemplo: ‘La propuesta del Gobierno ecuatoriano de mantener el petróleo bajo tierra en la reserva ITT ha sido bien recibida’ o ‘Todos los estudiantes de escuela y de colegio del régimen Sierra salieron de vacaciones este mes’. Fijémonos que en estas oraciones lo resaltado con cursivas es el sujeto y el resto es la acción. Puede que cuando leamos estas oraciones hagamos una pausa entre sujeto y verbo para respirar, pero no podemos hacer esa misma pausa en el lenguaje escrito mediante una coma, pues estaríamos destruyendo el sentido completo de la oración.

El único caso en el que es posible poner una coma entre sujeto y verbo es cuando tenemos un inciso explicativo. Hay que tener en cuenta, eso sí, que este inciso deberá contar con las dos comas que necesita para ser tal y poder salir de la oración sin problemas. 

La coma y los incisos


El signo de puntuación que genera más confusión es la coma, pues se la asocia con las pausas que hacemos al hablar. Hoy veremos cómo funciona con los incisos explicativos. Un inciso explicativo es la palabra o conjunto de palabras que se introducen en el discurso para aportar información, pero no son indispensables para el sentido de este. En estos casos, las comas funcionan como ‘cajas’ que guardan lo que puede obviarse. Por ejemplo: ‘Mi hermano, que es abogado, elaboró el contrato’ o ‘Quito, capital del Ecuador, está a 2800 msnm’. En estos ejemplos, si eliminamos los incisos explicativos las oraciones se entienden perfectamente, pues ‘que es abogado’ y ‘capital del Ecuador’ solo son información extra.

Los incisos suelen ir en la mitad de la oración; sin embargo, cuando se escriben al final van precedidos por una coma y finalizan con un punto. Así, sigue funcionando la ‘caja’ y pueden eliminarse de la oración. Por ejemplo: ‘El contrato fue elaborado por mi hermano, que es abogado’. Notemos, eso sí, que si eliminamos alguna de las comas que guardan al inciso (o el punto al final de la oración) la ‘caja’ no se cierra y todo lo que guarda se desborda y genera un desorden gramatical.

Por último, no es lo mismo un inciso explicativo que uno especificativo. Los explicativos son prescindibles, pero los especificativos no, pues indican una característica específica de la palabra a la que acompañan.  Así, no es igual: ‘Mi hermano, que es abogado, elaboró el contrato’ que ‘Mi hermano que es abogado elaboró el contrato’, pues en el primer caso se informa la profesión de mi hermano; mientras que en el segundo, se especifica que, de mis hermanos, el abogado elaboró el contrato. Entonces,  los especificativos no llevan comas, pues no pueden eliminarse de la oración.

lunes, 9 de julio de 2012

Redundancias


En varias columnas he comentado que uno de los principios básicos que rige a la lengua es el de la economía lingüística: omitir aquello que está de más en el discurso para darle fluidez. La intención de este principio es expresar más con menos palabras. Muchas veces, sin embargo, sucede que en el discurso coloquial (y también, en cierta medida, en el formal) se tiende a usar palabras que podrían omitirse fácilmente y se cae en redundancias.

Un ejemplo muy claro es la palabra mes. Muchas veces sucede que se junta a esta palabra con el nombre del mes, así: mes de junio, mes de agosto, etc. La redundancia ocurre porque los nombres de los meses solo se refieren a ellos (con excepción de Abril, Mayo y Julio, que también son nombres propios). Por lo tanto, es suficiente con decir: junio, agosto, septiembre, etc., porque ya está implícita la idea de que son meses del año.

Otro caso muy común y muy similar al anterior es el de los días de la semana: sus nombres  (excepto Domingo) solo denominan a los días, a nada más. Es redundante, por lo tanto, decir: el día martes o el día jueves, es suficiente con martes o jueves. Y ya que hablamos de meses y de días, un pequeño paréntesis: los días y los meses se escriben con minúscula inicial, excepto cuando denominan a fechas especiales o a nombres propios, como Viernes Santo, Hugo Mayo, Santo Domingo, 10 de Agosto de 1802, etc.
Por último, para terminar con el tema de las redundancias, otro caso común: el de los colores. Suele acompañarse al nombre del color con la palabra ‘color’ cuando no es necesario. Por lo tanto, se redunda si se dice: ‘La pared es de color blanco’ o ‘La carpeta es de color verde’; es más preciso decir: ‘La pared es blanca’ o ‘La carpeta es verde’.

Como vemos, estos usos son comunes en el lenguaje cotidiano; aunque no están vedados, es preferible ahorrar palabras para no dar información innecesaria.

Pueden encontrar esta columna en Cartón Piedra

lunes, 2 de julio de 2012

Comodines que arruinan la partida


Una palabra ‘comodín’ es aquella que se utiliza para rellenar espacios que podrían ocupar palabras más precisas. Los verbos ‘comodines’ a los que más se recurre son hacer, realizar, poner y dar, pues caben en casi todas las situaciones; sin embargo, les quitan espacio a verbos mucho más útiles y cuyo uso es más preciso en el contexto.

El español es un idioma riquísimo, ya lo sabemos, pero a veces parece que sintiéramos pereza de recurrir a esa riqueza léxica de la que disponemos. Por ejemplo, hacer y realizar generalmente acompañan a sustantivos en cuya familia cuentan con un verbo. Así, en lugar de ‘realizar un recorrido’, contamos con ‘recorrer’, o de ‘hacer una evaluación’ podemos simplemente ‘evaluar’.  Otros casos son: ‘hacer un análisis’ (analizar), ‘realizar una cotización’ (cotizar), ‘hacer una prueba’ (probar), `realizar una investigación’ (investigar), ‘hacer el esfuerzo’ (esforzarse), etc.

Poner también es un verbo de fácil uso, por lo tanto, se lo ubica en cualquier lugar donde falte un verbo. Ponemos todo, y en todas partes. Por ejemplo, nos ponemos rojos, en lugar de sonrojarnos; ponemos un texto entre comillas, cuando podemos entrecomillarlo, o nos ponemos perfume aunque perfumarnos sea suficiente. El caso de dar es parecido a los anteriores. Podemos observar casos como ‘dar las gracias’ (agradecer), ‘dar la bendición’ (bendecir), ‘dar una sorpresa’ (sorprender), ‘dar un regalo’ (regalar), etc.

Eliminar estos verbos ‘comodines’, además de demostrar nuestra riqueza léxica, contribuye al principio de economía lingüística. Es decir, mientras más ahorramos, más nos enriquecemos. La verdadera riqueza no radica en cuánto ostentemos, sino en la sencillez con que usemos aquello de lo que disponemos. Un gran amigo que ayuda a ahorrar es el diccionario, nunca nos negará un préstamo, así que recurramos a él cuando nos falte la palabra precisa.

Pueden encontrar esta columna en Cartón Piedra